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Eduard Aibar, filósofo de la ciencia: “Hay un movimiento contra la exposición de los niños a los móviles. Las cosas no son tan impepinables”

El pensador catalán publica un libro en el que desmonta el mito de innovación y lo relaciona con la ideología neoliberal

Eduard Aibar
El escritor Eduard Aibar en un hotel en Madrid a mediados de noviembre.Andrea Comas
Sergio C. Fanjul

La palabra innovación está por todas partes, es un fetiche que, según quien lo use, ya puede resultar incluso sospechoso o ridículo. Eduard Aibar (Barcelona, 61 años), catedrático de Estudios de Ciencia y Tecnología de la Universitat Oberta de Catalunya, ha estudiado esa ideología en El culto a la innovación (Ned Ediciones), prologado por la también filósofa Marina Garcés, donde encuentra conexiones con otras ideas de nuestro tiempo, como el neoliberalismo, y con el propio funcionamiento de los ciclos económicos, esos que nos empujan a una eterna huida hacia delante basada en lo tecnológico.

Otro de sus campos de interés son la interacción de la tecnología con el urbanismo o la gobernanza, el uso de herramientas como la Wikipedia en el ámbito de la educación o la investigación; también la mercantilización y privatización de la ciencia, donde investiga cómo el paradigma neoliberal produce transformaciones desde mediados del siglo XX. En definitiva, su objetivo es colaborar al entendimiento de las relaciones entre la sociedad y el desarrollo científico-tecnológico, uno de los principales asuntos que vertebran nuestra época.

PREGUNTA. ¿Por qué la innovación?

RESPUESTA. Mi impresión inicial era la de un término que se había puesto de moda. Pero empecé a ver que hay unos patrones que se repiten en los discursos. Tanto en los discursos más elaborados como en los de los gurús de la innovación, que dan charlas. Es más que una moda: conecta con ciertas ideologías y formas de hacer.

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P. No habla usted tanto de la innovación en sí como de la ideología que la rodea.

R. El culto a la innovación propone una idea muy restringida de la tecnología, y trata de que esa sea la única forma de verla. Promueve las ideas de determinismo y fatalismo tecnológico: la tecnología determina a la sociedad y su avance es inexorable, tenemos que adaptarnos a ella, nos viene dada. Y, además, invisibiliza otros aspectos y otras tecnologías.

P. Solemos pensar que la tecnología es el último gadget electrónico. No un cepillo de dientes o un libro.

R. El historiador David Edgerton se fija en el preservativo: no se suele incluir en la historia de la tecnología, pero ha logrado frenar epidemias, controlar la natalidad y potenciar la libertad sexual. Pero lo que aparecen son los aviones y los ordenadores. ¿Por qué? Porque no se considera suficientemente sofisticado.

P. Una de las cosas que usted critica es el modelo lineal de la innovación. Grosso modo: de la ciencia básica viene la aplicada, de ahí sale la tecnología que se comercializa, etcétera.

R. No siempre es así, es mucho más complejo y cambiante. Un ejemplo clásico es el de la máquina de vapor, que se creó antes y ayudó a fundar la ciencia de la Termodinámica. Hay tecnologías que han motivado a científicos a explicar su funcionamiento. La tecnología no siempre es fruto de la ciencia.

P. Se nos dice que el avance tecnológico es impepinable.

R. Los gurús elogian a empresas como Airbnb, pero luego, cuando provocan problemas urbanísticos, guardan silencio. Lo mismo vimos con los ordenadores y los móviles: hace no tanto era imposible pensar la escuela sin ellos, ahora hay países que los están retirando, la educación es peor. Los líderes de Silicon Valley llevan a sus hijos a escuelas sin tecnología. En Cataluña ha surgido un fuerte movimiento contra la exposición de los niños a los móviles. Las cosas no son tan impepinables.

P. Entonces, ¿la innovación no es siempre progreso?

R. Cada vez es más obvio que no. Vemos que algunos de los problemas más grandes que enfrentamos, como el cambio climático, vienen dados por el uso de algunas tecnologías, como las de combustión fósil. Pensar que la tecnología asegura el progreso social es insostenible. Nos dicen que la solución también está en la tecnología. Evgeny Morozov llama a esto solucionismo.

P. ¿Por ejemplo?

R. Hay quien quiere paliar el cambio climático sin cambiar nuestro modo de vida, mediante la geoingeniería. Poner paneles gigantes a millones de kilómetros de la Tierra para frenar la luz del Sol. Es una barbaridad. Se piensa que la solución es siempre más tecnología, pero también puede haber soluciones sociales o políticas.

P. ¿Por qué triunfa este discurso?

R. En parte porque conecta con otras ideologías como la neoliberal. Los neoliberales, y no solo ellos, piensan que el crecimiento puede ser infinito. Pero cuando se acaban los recursos, ¿cómo seguir? La innovación ofrece una pauta: siempre habrá innovaciones y así no tendremos que enfrentarnos a los límites.

P. Otro mito común es el del emprendedor.

R. Antes asociábamos la tecnología a otra figura mítica: la del inventor. Ahora son innovadores y emprendedores. No son genios locos rodeados de aparatos, sino gente que quizás no tiene ni formación técnica, solo un MBA. Ha cambiado el sujeto de la innovación, está más vinculado al negocio.

P. Tienen ideas y piden a otros que las realicen, como ciertos artistas con taller.

R. Son lo que se llama visionarios.

P. Además de la deriva neoliberal, en la base del culto a la innovación puede estar otra idea más pedestre y anterior: lo nuevo es siempre mejor.

R. Yo no asocio el discurso de la innovación a uno por la novedad. Es algo más específico. Se invisibilizan otras tecnologías que no son nuevas, como el tenedor o el libro, que son tan buenas que no necesitan innovación.

P. ¿Qué pinta el gurú en todo eso?

R. Se ofrecen para convertir empresas, universidades, etcétera, en focos de innovación. Algunos son muy conocidos. Ferran Adrià, conocido como cocinero innovador, considerado el mejor del mundo. No entiendo por qué, pero alguien le debió convencer de que tenía el secreto de la innovación y generó una cosa llamada Metodología Sapiens. Explica cómo ser innovador en cualquier ámbito, incluso en centros de investigación científica donde trabajan, por ejemplo, físicos fotónicos, a los que les parece todo muy raro. Que seas innovador en un ámbito no quiere decir que lo seas en otro.

P. ¿Cómo genera desigualdad la ideología de la innovación?

R. Las tecnologías que se promueven han sido pensadas en tres o cuatro sitios, entre ellos Silicon Valley, por un mismo tipo de personas, hombres blancos, con grandes sueldos e ideas políticas similares. Aunque se orientan al mayor público posible, acaban reproduciendo sus sesgos y patrones.

P. ¿Qué va a pasar?

R. Ahora la innovación se aplica en muchos ámbitos más allá del tecnológico. Yo lo vivo como profesor. ¿Acaso los mejores profesores son los más innovadores? Cada vez hay más conciencia de que el término está agotado.

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Sobre la firma

Sergio C. Fanjul
Sergio C. Fanjul (Oviedo, 1980) es licenciado en Astrofísica y Máster en Periodismo. Tiene varios libros publicados y premios como el Paco Rabal de Periodismo Cultural o el Pablo García Baena de Poesía. Es profesor de escritura, guionista de TV, radiofonista en Poesía o Barbarie y performer poético. Desde 2009 firma columnas y artículos en El País.
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