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Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Carmela Troncoso, la guardiana informática de la privacidad

Los protocolos de esta gallega afincada en Suiza están detrás de los Papeles de Panamá y de la ‘app’ Radar Covid

Carmela Troncoso.
Carmela Troncoso.Luis Grañena
Enrique Alpañés

Carmela Troncoso sabe bastante de tecnología, pero los primeros días de la pandemia estuvo peleándose, como todos, con una nueva aplicación llamada Zoom. “Tuve que aprender a usarla para seguir con la vida académica”, explica en videollamada, demostrando que ganó la pelea. Lo que entonces no sabía esta profesora de la Escuela Politécnica Federal de Lausana (Suiza) es que ella acabaría ayudando a la creación de otra de las apps de la pandemia. Radar Covid, y otros softwares de rastreo europeos, se basan en su protocolo DP-3T. Ella nunca pensó que acabaría desarrollando apps. Nadie que la conociera lo habría dicho.

Carmela Troncoso nació en Vigo hace 39 años. Se aficionó al fútbol antes de que hubiera selecciones, dinero, ni público en los estadios femeninos. Eso le hizo entender el valor de trabajar en equipo, asegura, verse como una pieza pequeñita que encaja en un engranaje mucho mayor. También le sirvió para afirmar sus logros como mujer en un mundo que hasta entonces había estado reservado a los hombres.

Estudió Ingeniería de Telecomunicaciones en Vigo. Después hizo el Erasmus en París, el doctorado en Bélgica, la investigación en Suiza. Troncoso es viajera porque las circunstancias la han empujado a serlo. “En España no podría tener lo que tengo aquí”, reconoce. Lo que tiene es un equipo de ocho expertos llamado Spring. Juntos analizan cómo utilizamos la tecnología. Y cómo la tecnología nos utiliza a nosotros.

Troncoso estudia cómo mitigar el impacto de la tecnología en la sociedad y conciencia sobre la importancia de la privacidad en el entorno digital. Lleva años hablando de los riesgos de ceder nuestra privacidad a gigantes como Google, Facebook o Apple, auditando las aplicaciones de terceros y denunciando los atropellos que se producen en nombre del progreso.

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Crear una app para estas plataformas era la última de sus prioridades, pero después de hablar con epidemiólogos vio que se haría con o sin su ayuda, así que intentó crear el protocolo más respetuoso con el usuario. El ­DP-3T es un protocolo de código abierto, cualquiera puede ver sus tripas. Lo que no se puede ver son los datos de los usuarios, pues estos nunca se cargan en un servidor central. Los registros de contactos nunca se transmiten a terceros, así que la aplicación no puede usarse como atajo para otros fines, como ha sucedido en Alemania, China o Corea del Sur. Crear una infraestructura digital, explica, es como construir una carretera. Una vez que la pones es muy difícil quitarla, y nunca se sabe quién y con qué fines la transitará.

No era la primera vez que Troncoso creaba una infraestructura basada en la privacidad. Suyo fue el protocolo que usaron los periodistas en los Papeles de Panamá, un caso de filtración de documentos confidenciales. “En las películas de periodistas, en Spotlight o The Post, siempre hay una escena en la que la redacción tiene que analizar cajas y cajas de papeles”, explica. En la actualidad las redacciones no reciben cajas, sino un disco duro. Los de Panamá eran más de 11,5 millones de papeles. Y para analizarlos necesitas algo más que unos post-it y una pizarra. El equipo de Spring fue el encargado de crear una infraestructura que garantizara el anonimato de los 400 periodistas que tuvieron acceso a los papeles.

Pero esta ingeniera no solo crea protocolos, sino que audita los de terceros. Da charlas y simposios hablando de la importancia de la privacidad en el mundo online. El objetivo no es la privacidad en sí misma, sino prevenir la manipulación. Explica su aproximación al tema citando al matemático Daniel Solow: “El de la privacidad no es tanto un cuento orwelliano sobre la hipervigilancia como un relato kafkiano sobre cómo te van a manipular”.

Para explicar esta idea, pone como ejemplo el escándalo de Cambridge Analytica, consultora que utilizó en 2016 los datos personales de usuarios de Facebook para crear campañas publicitarias políticas hiperpersonalizadas. “Podías pensar: ‘¿qué más me da que una empresa sepa a qué páginas he dado me gusta en Facebook?’, pero con esos datos esta empresa te manipulaba”. A las madres católicas de la América rural les proponía noticias relacionadas con el aborto. A quienes habían dado like a páginas de criptomonedas, les sugería artículos sobre impuestos abusivos. Confirmaba y ampliaba sesgos preexistentes. Aquella manipulación acabó con Trump en el poder, un país más polarizado y una especie de golpe de Estado. El esquema se ha repetido en países del sudeste asiático, donde las noticias sugeridas sirven para dividir a la población y erosionar la convivencia.

Troncoso conciencia sobre la importancia de proteger la intimidad en el entorno online. Cree que en la vida real sabemos mantener distintas parcelas de privacidad. Que trasladar esa idea al mundo virtual es necesario para preservar no tanto nuestra intimidad como nuestra democracia. Pero también en esto hay límites. Carmela tiene una mujer, una bandera LGTB en su perfil de Twitter y una convicción que pone por encima de su defensa de la privacidad. Hay que normalizar lo que es normal. Quiere, con su ejemplo, ayudar a visibilizar los problemas del colectivo. Ha creado un grupo de alumnos LGTB en su universidad y milita cuando puede en causas del colectivo. La privacidad es importante, pero la visibilidad, a veces, lo es más.

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Sobre la firma

Enrique Alpañés
Licenciado en Derecho, máster en Periodismo. Ha pasado por las redacciones de la Cadena SER, Onda Cero, Vanity Fair y Yorokobu. En EL PAÍS escribe en la sección de Salud y Bienestar

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