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Zygmunt Bauman, la agitada vida del pensador de la modernidad líquida

Acosado por el antisemitismo de niño y exiliado del comunismo en su madurez, el sociólogo polaco se convirtió en una referencia para los descontentos del mundo. ‘Ideas’ adelanta varios extractos de ‘Bauman, una biografía’

Zygmunt Bauman
Zygmunt Bauman en Milán, Italia, en el año 2000.Leonardo Cendamo (Getty Images)
Izabela Wagner

La familia Bauman hablaba polaco en casa y vivía más o menos igual que la mayoría de los demás vecinos de Poznan (Polonia). Pero no era católica y eso tenía toda la importancia del mundo. “Desde la óptica polaca”, según escribió Bauman en su manuscrito privado, “Poznan era una ciudad verdaderamente excepcional. Allí se juntaban la práctica ausencia de judíos y los más vituperiosos sentimientos antisemitas”. (…)

Su condición de “presa amiga”

De niño, más o menos desde los siete hasta los trece años, Bauman tuvo el papel de “presa amiga”. Su existencia permitía que otros niños, organizados en grupos, ejecutaran el “ritual de la persecución del judío” que los facultaba para convertirse en “polacos patriotas”. Como el rasgo más destacado de esa identidad nacionalista era el antisemitismo, los muchachos demostraban su compromiso con la “defensa de la polonidad” cazando al judío de la clase. (…)

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“El más traumático de mis encuentros con los designados como mis perseguidores tuvo una fortísima influencia en el resto de mi infancia y rasgó para siempre el velo de la falsa seguridad”, escribió Bauman a sus hijas. “Una vez, mi madre, tras haber hecho la compra, vino a recogerme al colegio al final de clase. Quienes poseían en aquel entonces el privilegio de cazarme —dos adolescentes desocupados (…)— estaban allí, en su posición habitual, y los cuatro hicimos el camino de vuelta a casa. En aquella ocasión, ellos dos se mantuvieron unos pocos pasos por detrás, pero, por lo demás, su actitud no parecía afectada por el hecho de que mi madre estuviera presente. Cumplieron diligentes el ritual ya tradicional y me fueron dedicando durante todo el camino la consabida sucesión de sonidos e improperios que tan conocida era para mí a esas alturas. Miré a mi madre. Me llevaba muy pegado a ella, pero mantenía la cabeza baja, con los ojos fijos en los adoquines del suelo y procurando en todo momento no volver la vista atrás, hacia nuestros acompañantes. De pronto me di cuenta: mi madre, la omnipotente y omnisciente, no tenía poder para defenderme, ¡no sabía qué hacer! ¡Se sentía humillada, tenía miedo! Desde ese día y durante muchos años, viví atemorizado”. (…)

“De pronto me di cuenta: mi madre, la omnipotente, no tenía poder para defenderme. ¡Tenía miedo!”

El amor de su madre

Estaba claro que Zofia Bauman era la fuerza motora de la familia, y que su hijo era toda su felicidad, como se evidencia en la carta que Bauman escribió a sus propias hijas: “Para mi madre, yo era la única compañía durante la mayor parte del día y, tal vez, la única esperanza de que la vida todavía pudiera ser más interesante y placentera en el futuro”. De mi propia entrevista a Bauman, deduje que Zofia debió de ser una madre ejemplar, culta, abierta de miras, curiosa y llena de vida, y también una cocinera excelente. “En la cocina, siempre había fogones encendidos, siempre calientes, y mi madre cocinando y yo sentado en la mesa de la estancia, haciendo los deberes, y a cada paso, mientras cocinaba, se me acercaba y me decía: ‘Prueba esto, cariño’. Y su ‘cariño’ lo probaba y engordaba”. (…)

Madurez y últimos días en Polonia

El lunes, 18 de marzo [de 1968], terminó una huelga en la universidad que se había avisado con muy escasa antelación, y el rector cerró el edificio del Departamento de Filosofía para que no entrara turba alguna. Al día siguiente, estaba previsto que Gomułka diera un discurso ante la sección del partido en Varsovia, y toda Polonia se disponía a verlo. Los estudiantes se saltaron las clases y se fueron a casa para no perderse la alocución. Los Bauman [Zygmunt junto a su esposa, Janina, y sus dos hijas] se sentaron frente a su televisor acompañados de su amiga Basia. El discurso fue por la tarde; mientras se preparaban para el momento, recordaban las trascendentales palabras de Gomułka de 12 años antes, que tantas esperanzas de un futuro mejor habían despertado. Esta vez, sin embargo, no se atrevían a hacerse demasiadas ilusiones. (…)

Zygmunt Bauman
Zygmunt Bauman (derecha) junto a Alain Touraine en Oviedo, el 22 de octubre de 2010, día en que recibieron el Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades. JAVIER SORIANO (AFP via Getty Images)

“¡Queridos y respetados camaradas!” —comenzó Gomułka—: “En los últimos 10 días han sucedido hechos importantes en el país. Una gran parte de la juventud estudiantil, tanto en Varsovia como en otros centros académicos de la nación, ha sido engañada y llevada por el mal camino por fuerzas hostiles al socialismo. Estas fuerzas han sembrado en los estudiantes el conflictivo germen de la anarquía. (…) Sabemos que algunas [personas], pocas en realidad, sobre todo empleados de diversas facultades de humanidades de la Universidad de Varsovia, un grupo de investigadores, tienen una responsabilidad especial por los sucesos recientes”, dijo cuando ya llevaba pronunciadas unas tres cuartas partes de su discurso. Entre un crescendo de exclamaciones de indignación del público que continuamente interrumpían el discurso, añadió: “Estos académicos, como los profesores Brus, Baczko, Morawski, Kołakowski, Bauman y unos cuantos más que no hemos mencionado aún, llevan muchos años luchando contra las políticas de nuestro partido desde posiciones revisionistas. De forma consciente y deliberada, han vertido opiniones políticas hostiles en las mentes de los jóvenes; son los instigadores intelectuales de estas alarmantes acciones”.

Llegados a ese punto, la familia dejó de escuchar. Las dos hijas pequeñas “miraron a su padre con miedo. Basia [la amiga de Bauman] las abrazó a ambas y, con lágrimas en los ojos, les dijo: “¡No escuchéis esto, niñas! ¡Son todo mentiras!”. (…)

La escritura desde el exilio en Leeds (Reino Unido)

Escribir libros no siempre era un gozoso proceso creativo para Bauman. A este valoradísimo pensador de fama mundial lo asaltaban dudas sobre su trabajo; pasaba algunos momentos difíciles que solo los miembros de su entorno más próximos a él llegaban a conocer. (…) Su autocrítica se hacía evidente en el ácido humor y las cínicas réplicas que a veces se dirigía a sí mismo y a su trabajo, y que delataban cierta fragilidad y vacilación en referencia a su actividad escritora. “Como él mismo explicó posteriormente, en una conversación con Alain Touraine en Asturias, se consideraba más un seguidor que un líder o un pionero”, escribió [el sociólogo australiano] Peter Beilharz. Esa escasa autoconfianza se evidenció también en aquel comentario que Bauman me hizo en nuestra primera entrevista, cuando se describió a sí mismo como alguien que reciclaba “las ideas de otras personas”. (…)

Bauman aún publicó decenas de libros desde la primera vez que declaró haber llegado al término de su actividad escritora. Beilharz explica: “Bauman, claro está, jugaba a ese juego conmigo y consigo mismo. Cuando iba a visitarlo con más regularidad, cada año me daba el manuscrito de su último libro y me decía que, después de ese, ya no vendrían más. Era algo más que un juego. El 6 de marzo de 1999, me escribió para decirme que no estaba seguro de si viviría lo bastante como para terminar Modernidad líquida”. Al final, ese libro marcaría el comienzo de la fama mundial de Bauman.

Modernidad líquida fue el primer libro de una larga serie dedicada a los fenómenos líquidos en varios terrenos. La liquidez fue su base para la construcción de un entramado teórico posmoderno. Inspiró cambios de perspectiva en numerosas personas, como se puede ver en lo pronto que el adjetivo líquido pasó a convertirse en palabra clave que etiqueta a todo un nuevo enfoque teórico.

Zygmunt Bauman en Pordenone, Italia, en septiembre de 2007.
Zygmunt Bauman en Pordenone, Italia, en septiembre de 2007.Leonardo Cendamo (Getty Images)

Su legado

La obra de Zygmunt Bauman es, sin duda, especialmente relevante para entender los cambios más importantes del siglo XX y comienzos del XXI. Bauman es una figura académica destacada en sociología, filosofía y estudios culturales, y su trabajo se analizará y desarrollará en congresos, simposios e institutos de investigación durante años. Bauman fue un activo autor de libros y artículos durante la mayor parte de su vida, y su obra es variada en contenido, estilo y forma. La escribió y se publicó en multitud de idiomas y para múltiples públicos. Quizá la mejor forma de trazar las líneas generales de su legado sea dividiéndolo en tres grandes periodos de actividad intelectual: el polaco, el británico y el global. (…)

Con la publicación de Modernidad líquida, Bauman entró en su periodo final de actividad. Fue el momento en el que la obra de Bauman desbordó el marco académico y las convenciones científicas para llegar a un público más extenso. (…)

Los docentes académicos usan a Bauman como un enlace que les permite comunicarse con estudiantes que justo empiezan una carrera universitaria en algún campo de las ciencias sociales o las humanidades. Leer los libros de Bauman es todo lo que muchos de los miembros de ese público necesitan para aprender cómo funciona nuestra sociedad. Sabedores de esto, los enseñantes utilizan a Bauman como referencia de refuerzo que puede ayudar a construir y enmarcar un análisis con el que comprender mejor los procesos dinámicos (líquidos) de la sociedad. Estos libros de la última fase del autor son precisamente los que mejor posibilitan una conexión entre el trabajo académico y el no académico, una vía de paso entre esos dos públicos diferentes.

Un cambio de público

La decisión de Bauman de cambiar de público lector tras su jubilación tuvo su recompensa. En un periodo en el que diversos estudios vaticinan la pronta muerte de los libros, muchos de los de Bauman son éxitos editoriales que se han traducido a 34 idiomas y baten récords de ventas entre públicos que, según se dice, no son capaces de concentrarse lo bastante como para leer una simple noticia larga en un periódico. ¿Quién iba a imaginar que tantos jóvenes, aparentemente perdidos en un mar de juegos electrónicos, avatares, relaciones amorosas virtuales, tuits, chats y teléfonos inteligentes de último modelo, comprarían y disfrutarían tantos libros del autor? (…)

Bauman no daba recetas sobre cómo vivir; cada uno tenía que hallar su propio camino: podíamos seguir con nuestras vidas líquidas o introducir cambios en ellas. Bauman se negaba también a predecir el futuro. Hablaba del presente en relación con un pasado que él conocía bien. El secreto de su éxito como traductor e intérprete convincente de la época contemporánea estaba sin duda conectado con su larga y rica biografía, con su perspectiva de la longue durée a propósito de la experiencia europea del siglo XX, con su propia experiencia de reiterado exilio y distanciamiento. Aun así, Bauman no estaría de acuerdo con esta hipótesis que vincula al intelectual con la historia de su vida y diría que, si fuera cierta, él solo podría escribir sobre sus propias experiencias personales.

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