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Cómo Justin Bieber se convirtió en el adolescente más famoso del siglo XXI y logró sobrevivir

Justin Bieber acaba de cumplir 27 años, la edad con la que murieron Amy Winehouse o Kurt Cobain. Hace una década pocos pensaban, ni siquiera él mismo, que pudiera llegar vivo hasta aquí, y mucho menos convertido en un hombre en paz. El 19 de marzo lanza su nuevo álbum, ‘Justice’

Justin Bieber
Justin Bieber, sonriente y con su habitual atuendo a medio camino entre el 'normcore' y el pijama, pasea por Los Ángeles el pasado febrero.MEGA (Getty)

Hubo un par de años, entre 2013 y 2015, en los que internet se levantaba cada mañana con una nueva noticia de Justin Bieber. Un día lo arrestaban, otro le daba un puñetazo a un fan, otro ofendía a un colectivo, a un país o a una cultura milenaria. Detrás de aquella sarta de gamberradas, que convirtieron a Bieber en “la persona más odiada del mundo” según sus propias palabras, había ansiedad, drogas, alcohol y promiscuidad.

“¿Os habéis percatado de cómo acaban las vidas de muchos niños prodigio?”, preguntaba Justin Bieber en su Instagram hace dos años. La pregunta, claro, es retórica, porque todo el mundo está al tanto de los ciclos de la fama infantil. Los símbolos de la inocencia a menudo acaban como símbolos de la corrupción moral. Pero el caso de Bieber tiene una particularidad: ha recorrido el camino inverso. Tras ser el niñato oficial del planeta, ha conseguido a los 27 años reformarse de la mano de la fe cristiana y la estabilidad sentimental.

El próximo día 19 sale a la venta su nuevo disco, Justice, y gran parte del contenido del álbum, y de las historias que se contarán sobre él, girarán en torno al tema de su rehabilitación. El primer sencillo, Hold on, es un luminoso canto a la esperanza y al apoyo que te puede brindar alguien cercano. La reciente portada de la revista estadounidense Billboard certifica este giro hacia la luz. En ella, Bieber posa vestido con una chaqueta de cuero de Celine, mordiendo el tallo de una margarita. El titular reza:Bieber florece”. Y más abajo se puede leer:Casado. Centrado. Sensato”. Quién lo iba a decir.

Justin Bieber y la estilista Karla Welch, en Nueva York en 2015, uno de sus años oscuros pero, irónicamente, cuando se empezó a fraguar su fama como icono de estilo.
Justin Bieber y la estilista Karla Welch, en Nueva York en 2015, uno de sus años oscuros pero, irónicamente, cuando se empezó a fraguar su fama como icono de estilo.Donato Sardella (Getty Images for Barneys New York)

Cuando nació Justin, su madre, Pattie, tenía 17 años y ya había traficado con drogas, había intentado suicidarse y se había aferrado a Dios durante su estancia en un psiquiátrico. Pattie sufría tendencias depresivas y mantenía una relación violenta con Jeremy, el padre de Justin, quien los abandonó tres años después. Pero resultó que al chaval le gustaba la música. Cuando tenía 12 años Pattie empezó a publicar sus vídeos en internet y Scooter Braun, entonces un joven aspirante a magnate musical, les invitó a Atlanta para impulsar su carrera. A los 15 años Justin Bieber se convirtió en la primera estrella del pop surgida de YouTube. “No creo en el aborto”, aseguraba desde la portada de Rolling Stone. Cuando la periodista decidió que era aceptable preguntarle a Justin, un adolescente, cuál era su opinión en casos de violación, este respondió: “Bueno, creo que eso es muy triste pero todo ocurre por una razón”.

Antes de que Bieber cumpliese la mayoría de edad había varias webs dedicadas a publicar fotografías de lesbianas que se le parecían, copaba el 3% de toda la actividad de Twitter y a los 16 años superó a Lady Gaga como la persona más buscada en Google, lo cual hipertrofió su fama: había mucha gente que no había escuchado una sola canción suya, pero sabía perfectamente quién era. La periodista Mary Elizabeth Williams vaticinó su futuro: “Con el tiempo quizá se asiente como una estrella respetable al estilo de Justin Timberlake. O quizá acabe en una ficha policial. Lo único que está claro es que nos reiremos de su peinado”. Durante los cuatro primeros años de su carrera, Bieber tuvo que adaptarse a la aparición de Facebook, Twitter e Instagram. “A veces leo los comentarios. ‘Eres estúpido’, ‘tu canción es una mierda’, ‘eres gay’. No lo entiendo. Pero hay mucha gente a la que le gustan mis vídeos y no comentan. Cuando a mí me gusta un vídeo no comento, pero cuando alguien te odia se toma su tiempo para expresarlo”, lamentaba.

En su autobiografía, Primeros pasos hacia la eternidad, Justin sintió la necesidad de afirmar su heterosexualidad confesando que su tema de conversación favorito eran “las chicas, las chicas, las chicas, LAS CHICAS”. “Puedes preguntarme por las chicas”, le dijo a un entrevistador. “Me encantan las chicas, son geniales”. Internet ridiculizaba su peinado, su actitud sonriente y hasta el hecho de que su portada en Vanity Fair fuese la menos vendida de la revista en 12 años. De lo que se reían, en definitiva, era de que Bieber fuese lo más indigno que puede haber en la música: un ídolo de chicas adolescentes. En el documental sobre su fulgurante ascenso estrenado en 2011 Never say never, una escena a cámara lenta mostraba cómo Bieber se tiraba una botella de agua por encima. Duraba tres minutos. Después,un plano de el corriendo sin camiseta durante diez segundos. Alguien creó una cuenta atrás online para marcar cuánto faltaba para su 18 cumpleaños. Un reportaje de The Guardian describía cómo Bieber se cruzó con un recortable a tamaño real de sí mismo en las bambalinas de un concierto y le dijo: “¿Tú qué miras, chaval?”. Y le dio un puñetazo en la cara.

Justin Bieber posa con sus seguidores en la presentación de ‘Seasons’ en Los Ángeles, el 27 de enero de 2020. / STEVE GRANITZ (WIREIMAGE)
Justin Bieber posa con sus seguidores en la presentación de ‘Seasons’ en Los Ángeles, el 27 de enero de 2020. / STEVE GRANITZ (WIREIMAGE)

Tras cumplir 18 años Bieber se montó una pandilla de aspirantes a raperos, con los que se corría juergas en clubs de striptease. Una noche, en Miami, el cantante se presentó con 75.000 dólares en billetes de dólar para lanzar sobre las bailarinas. “Era un cruce entre El Gran Gatsby y El lobo de Wall Street”, se admiraba un ejecutivo discográfico amigo suyo. Aquella noche le acompañaba su padre, que desde que Justin era famoso, había vuelto a su vida. Acabaron ambos multados por la policía.

“Estaba sufriendo, era infeliz, estaba enfadado, confundido, mal aconsejado, incomprendido”, recordaba Bieber hace tres meses. En aquella época, mientras dormía, sus asistentes hacían turnos para entrar en su habitación a comprobar si seguía respirando. “Pasé de ser un chaval de pueblo a alguien a quien todo el mundo le decía que era genial. A quien todo el mundo quería. Y si te lo repiten muchas veces te lo acabas creyendo. No tenía que hacer nada, siempre había alguien dispuesto a hacerlo por mí, así que nunca aprendí el concepto fundamental de la responsabilidad. Tenía millones en el banco, podía hacer lo que me diera la gana y no poseía ninguna habilidad real”, relató en un post de Instagram de 2019.

Aquella fue la etapa de ignorar a sus fans, de orinar en un cubo de fregar mientras insultaba a Bill Clinton, de firmar en el libro de visitas de la casa de Anna Frank que ella habría sido fan suya, de despertar la irritación de la humanidad entera con su foto policial sonriente, de agredir a su chófer tras ser liberado, de arrojar huevos contra la casa de su vecino, de aparecer en un vídeo casero a los 14 años contando chistes racistas, de dejar entrevistas a medias (como la que trataron de hacerle en Madrid para el programa de Europa FM Yu, no te pierdas nada), de largarse de un concierto tras cantar una sola canción, de escupir y amenazar de muerte al mismo vecino al que había tirado huevos, de insultar a sus fans (“no quiero esta mierda”, “me pones enfermo”), de recorrer la Gran Muralla china a hombros de sus guardaespaldas, o de bajarse los pantalones para hacerse una foto en una zona restringida de un monumento precolombino en México.

Quizá el episodio que mejor resume aquella espiral de exceso y faltas de respeto fue cuando Bieber viajó a Múnich con su mono. La aduana retuvo al animal porque no tenía los papeles de vacunación en regla y el cantante jamás regresó a por él. Mally, el mono, fue acogido en un zoológico, donde llegó asustado y confundido, y jamás fue capaz de adaptarse porque había crecido entre humanos y ni siquiera conocía los códigos de comunicación de su propia especie.

Tras su arresto en 2014, una iniciativa popular remitida a la Casa Blanca solicitó que el Gobierno lo deportase. Alcanzó más de 270.000 firmas. “Bieber es solo una versión amplificada de lo que todos los adolescentes están experimentando”, advertía entonces el director del documental Generation Like, Douglas Rushkoff. “Si recibe los beneficios de esta época -la suya es la primera carrera que ha ocurrido enteramente en internet- también va a sufrir sus peligros”.

En 2015 se embarcó en una especie de gira de la disculpa: le llevó un ramo de flores a Ellen DeGeneres; invitó a varios cómicos a que se rieran de él en Comedy Central, y le llevó algo para cenar a una patrulla de policía. La rehabilitación de su imagen culminó con una canción literalmente titulada Sorry, el mayor éxito de su carrera. Con 17 canciones del disco Purpose en el top 100 norteamericano, Bieber batió el récord que entonces ostentaban los Beatles y Drake. “Ahora la música de Bieber también les gusta a los hombres adultos”, anunciaba Associated Press.

“No necesitas ir a la iglesia para ser cristiano. Ir al Taco Bell no te convierte en un taco”. Con este símil, Bieber explicaba su renovada fe. Esencialmente, el cantante explicaba que los seres humanos le habían fallado. Que él mismo, cuando estaba a solas, era “una persona horrible”. Así que aceptar que Dios está con él era lo único que le consolaba. Bieber no recurrió a una iglesia cualquiera, sino a Hillsong, la iglesia evangélica de las celebridades. Entre sus devotos están Kylie Jenner, Chris Pratt o la exnovia de Bieber, Selena Gomez. El mensaje de Hillsong no se aleja de cualquier post inspirador de Instagram: cada día es una oportunidad para ser feliz, para vivir tu mejor vida y para aprender de tus errores de cara a ser la mejor versión de ti mismo. Bieber se instaló en casa del líder de Hillsong, Carl Lentz, para recuperarse y asimilar que la depresión crónica de su madre y los ataques de ira de su padre habían definido su carácter. Tenía tanta prisa por bautizarse y transformarse en lo que los estadounidenses llaman “a born again christian”, un cristiano renacido, que como todas las pilas bautismales estaban reservadas, Lentz lo acabó bautizando en el jacuzzi de la estrella de la NBA Tyson Chandler.

Justin Bieber y su actual pareja, Hailey Baldwin, paseando por las calles de Nueva York.
Justin Bieber y su actual pareja, Hailey Baldwin, paseando por las calles de Nueva York.

“Dile al diablo HOY NO. El diablo no tiene poder sobre ti si sabes que Dios está VIVO. Su nombre es JESÚS. Por qué preocuparte cuando puedes rezar”, escribió tras cancelar su triunfal gira de 150 estadios con Purpose cuando aún faltaban 14 shows. La versión oficial fue que el motivo de la suspension fue “un imprevisto”. Pero Bieber aclaró en Instagram, el espacio donde siempre ha sabido explicarse a sí mismo, que era una depresión lo que le impedía siquiera salir de la cama.

Y lo que parecía una extravagancia de famoso ha acabado salvándole. En 2016, Justin tuvo un par de citas con Hailey Baldwin, la hija de Steve Baldwin. Una de ellas en la fiesta de fin de año a bordo del yate de Leonardo DiCaprio en el Caribe. En junio de 2018 se reencontraron en un sermón de Rich Wilkerson Jr., el predicador que ofició la boda de Kim Kardashian y Kanye West. Desde el punto de vista de Justin, Hailey reapareció enviada por Dios. Ese mismo año, Vanity Fair celebró “la fascinante alegría de las fotos de Justin Bieber”. El verano del amor de Justin y Hailey había quedado retratado por los paparazis en una serie de imágenes de la pareja paseando, bebiendo café helado, comiendo pasas o haciendo un cubo de Rubik. La despreocupación y los estampados de colores convirtieron a Justin Bieber en un improbable icono de moda: entre el rollo deportivo urbano, el heroin chic y la estética de recién levantado, Bieber se lo ponía todo encima y lo llevaba con una elegancia inexplicable.

Justin Bieber se ha declarado en varias ocasiones fan del Barça. En  la imagen con los jugadores Neymar Jr., Luis Suárez y Leo Messi, durante una visita del cantante a Barcelona.
Justin Bieber se ha declarado en varias ocasiones fan del Barça. En la imagen con los jugadores Neymar Jr., Luis Suárez y Leo Messi, durante una visita del cantante a Barcelona. gtres online

Y en su viaje de niño prodigio a la inversa, Bieber decidió proclamarse célibe a los 24 años. Por un lado, en su renovada y fervorosa fe Bieber percibe el sexo extramatrimonial como un pecado. Por otro, por su experiencia, asocia el sexo a la falta de autoestima. “Antes de empezar a salir con Hailey ya llevaba un año y medio sin hacerlo. Puede causar mucho dolor. Me daba vergüenza ser superpromiscuo. Creo que tomaba tanto Xanax [un ansiolítico] por la vergüenza que sentía. Mi madre siempre me dijo que tratase a las mujeres con respeto y eso es algo que sonaba en mi cabeza mientras lo hacía, así que nunca pude disfrutarlo”, confesaba.

En Seasons, un documental de YouTube para promocionar el disco Changes y al nuevo Justin Bieber, su equipo llamaba a Hailey “unicornio”: su aparición en la vida del canadiense parecía cosa de magia. “Ella hace que todo sea mejor”, “es lo único cierto que tengo”. La pareja se casó en 2019.

La semana pasada le preguntaron en una entrevista si era feliz. Él respondió: “A veces sí, otras veces no”. Durante la promoción de su nuevo disco, Justice (la T es una cruz), Bieber se está mostrando desanimado pero a la vez aliviado de no tener que disimular la depresión que sufre desde que tiene uso de razón. En un momento de Seasons, Justin y Hailey jugaban a intentar encestar pelotas de tenis en un cubo. Era una escena innecesariamente larga, tediosa y repetitiva: Justin Bieber nunca ha estado tan feliz.

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