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Por qué Hollywood lleva años burlándose de la dentadura de los británicos

Desde personajes como Austin Powers a ciertos miembros de la familia real, existe el mito de que la boca de los ingleses es, cuanto menos, pintoresca. Pero los datos demuestran que hay en él mucho más de estética, tradición, e incluso economía, que de verdad

El actor británico Ken Dodd (fotografiado en 1966) convirtió sus dientes imperfectos, resultado de una caída en bicicleta, en una de sus señas de identidad.
El actor británico Ken Dodd (fotografiado en 1966) convirtió sus dientes imperfectos, resultado de una caída en bicicleta, en una de sus señas de identidad.Les Lee (Getty Images)

Hay una imagen inamovible en la cultura popular estadounidense, una idea fija en letras de oro: que los ingleses tienen malas dentaduras, al menos mucho peor que las suyas, el ideal de la gran sonrisa americana exportada por el cine de Hollywood. Esa sonrisa perfecta, blanca nuclear y recta como las columnas de un templo ateniense. Y, en esa relación de camaradería envenenada que parece presidir desde siempre las relaciones entre Estados Unidos y Gran Bretaña, es el arma favorita de los primeros.

Ahora, el chiste se ha trasladado a la escala global a través de series y películas. El primero que suele venir a la cabeza del español medio es el del episodio Último tren a Springfield de la temporada 4 de la serie de animación Los Simpson, que se emitió por primera vez en 1993. En él, Ralph Wiggum, el inocente hijo del jefe de policía, le confiesa a su dentista que no se ha lavado los dientes. Entonces el médico, que resulta ser un personaje bastante siniestro y amenazador, intenta concienciarlo de la importancia de una buena higiene bucal enseñándole varias páginas de El Gran Libro de las Sonrisas Británicas. Un tomo plagado de fotos de estereotipos ingleses como Sherlock Holmes, un guardia del Palacio de Buckingham o los mismísimos Carlos de Inglaterra y Camilla Parker Bowles, que según se contó en la prensa de sociedad inglesa se sometió a invervenciones para embellecer su dentadura antes de su boda con el heredero al trono británico.

Mike Myers y sus característicos dientes falsos en 'Austin Powers: la espía que me achuchó', estrenada en 1999.
Mike Myers y sus característicos dientes falsos en 'Austin Powers: la espía que me achuchó', estrenada en 1999.New Line Cinema (Getty Images)

Otro ejemplo bien extendido: la comedia de acción Austin Powers: Misterioso agente internacional (1997), que retomó la broma caracterizando al “seductor” espía, parodia del héroe británico de los años sesenta, con unas enormes gafas de pasta negra y una desagradable dentadura postiza. El creador de Powers, el cómico Mike Myers, encargó los dientes del personaje al mayor especialista en este tipo de prótesis de la industria, Gary Archer, que además da la casualidad de que nació en Londres. Archer, responsable de los dientes de la Sra. Doubtfire que lució Robin Williams, de los colmillos de vampiro de Wesley Snipes en Blade o de los grillz de oro que James Franco se gasta en Spring Breakers, contó en una entrevista que concedió en 2017 a la revista Little White Lies que se sentía un poco culpable por haber contribuido a expandir el mito de las malas dentaduras británicas.

Mike Myers le pidió “los típicos dientes británicos de los sesenta”, y Archer tuvo muy claro cómo proceder: “Hay un pub aquí donde vivo, en el Valle de San Fernando, en California, al que van muchos expatriados de mi país. Modelé los dientes de Austin Powers fijándome en dos o tres tipos con los que solía beber allí. Les saqué algunas fotografías, hice varios bocetos y basándome en eso creé un diseño. A Mike le encantó, me dijo que lo había clavado. Así que los utilizamos. En la tercera película, ambientada en la actualidad, Powers tiene la dentadura perfecta, sin embargo, sin sus dientes mellados, no es Austin Powers, solo es Mike Myers con un par de gafas y un disfraz de colores. Por eso hacen retroceder en el tiempo al personaje todo el rato, para que pueda volver a tener su sonrisa británica. Es parte esencial del mismo”.

Como no podía ser de otra forma, uno de los humoristas ingleses más importantes de la actualidad, Ricky Gervais, también ha bromeado en muchas ocasiones sobre el tema. Según ha contado alguna vez, en la gira de presentación de su película Ghost Town (estrenada en España como Me ha caído el muerto en 2008), un periodista le quiso preguntar sobre la dentadura postiza horrible con la que aparecía en el filme. El actor le corrigió, asegurándole que eran sus dientes reales. “No puede ser”, contestó el periodista. Entonces, Gervais zanjó el tema diciendo: “¿De verdad crees que eran falsos? ¡Soy inglés!”.

Camilla Parker Bowles, aquí fotografiada en 2005, se sometió a intervenciones para embellecer su dentadura y mejorar su imagen pública, según publicaron varios medios de sociedad británicos.
Camilla Parker Bowles, aquí fotografiada en 2005, se sometió a intervenciones para embellecer su dentadura y mejorar su imagen pública, según publicaron varios medios de sociedad británicos.Anwar Hussein (WireImage)

En realidad, Gervais es un caso raro entre las celebridades británicas, ya que muchas de ellas, cuando alcanzan la fama internacional, suelen optar por “normalizar” sus dentaduras y adaptarlas a la moda de Hollywood. Ese fue el caso, por ejemplo, de David Bowie. En sus primeros años lucía una sonrisa imperfecta que a principios de los ochenta comenzó a enderezarse. Las fotos del cantante tras su matrimonio con la modelo Iman en 1992 muestran ya una dentadura recta y blanca.

El novelista Martin Amis es otro ejemplo de este tipo de reformas dentales. En su autobiografía, Experiencia (Anagrama, 2001), el autor dedica multitud de páginas a las operaciones, reconstrucciones y a todos los padecimientos que sufrió debido a su dentadura. Al más puro estilo inglés, el caso de Amis fue examinado sin piedad por la prensa de la época. Los periódicos afirmaban que el autor había contratado al polémico agente Andrew Wylie, conocido por conseguir astronómicos anticipos para sus representados, con el objetivo de “hacerse los dientes”. Una afirmación que el autor siempre ha negado, pero que resultaba demasiado jugosa como para dejarla escapar: a principios de los noventa, había todavía algo ligeramente antipatriótico en que un inglés se arreglara los dientes.

¿Pero qué hay de verdad en todo esto?

Como cualquier mito que se precie, el estereotipo de las malas dentaduras inglesas tiene cierta base histórica. Hasta el primer tercio del siglo XX la salud dental en Gran Bretaña fue escasa, la higiene bucal era vista como algo excéntrico y, en general, los dientes representaban un problema del que más valía librarse lo antes posible.

En su libro El camino a Wigan Pier, George Orwell relata cómo era casi imposible encontrar a una persona de clase trabajadora con una buena dentadura en la Inglaterra de los años treinta. Pero, ¿no era igual en el resto de Europa? Durante el siglo XIX, la escasez de alimentos frescos y el aumento en el consumo de azúcar entre las clases más desfavorecidas, fueron devastadoras para los dientes de los occidentales.

De hecho, Gran Bretaña fue un país pionero en el cuidado odontológico. La mayoría de la población trabajadora ya tenía cubiertos algunos tratamientos dentales desde 1911, año en el que se creó la Seguridad Social en ese país, y en 1948 el dentista gratuito se hizo universal en el Servicio Nacional de Salud (NHS), aunque con el tiempo se establecieron algunos copagos. Este dato nos revela de paso otro posible origen del chiste de las malas sonrisas británicas: la desconfianza yanqui en los sistemas de salud públicos.

En la actualidad, los datos estadísticos confirman que si Austin Powers hubiera nacido en los años ochenta, las cosas habrían sido muy diferentes dentalmente hablando. Según datos de la OCDE, el número medio de dientes perdidos o empastes entre los niños de 12 años en el Reino Unido en 2008 fue de 0,7, mientras que en Estados Unidos el número se elevaba hasta 1,3 (en 2004, fecha en la que existen los últimos datos). Esa cifra situaba a los británicos como los primeros de la lista a nivel mundial.

Por otro lado, según un estudio publicado por la revista The British Medical Journal realizado en 2015, a los adultos estadounidenses les faltan en promedio 7,31 dientes, mientras que a los británicos solo 6,97. Otra conclusión del mismo estudio fue que existía mayor desigualdad entre la salud dental de pobres y ricos en Estados Unidos que en Reino Unido.

Por tanto, bajo esa capa de esmalte no blanqueado, parece que los dientes británicos están mejor de lo que aparentan. Y eso tiene sentido: durante años, la Seguridad Social de ese país ha priorizado la salud dental por encima de la estética, aplicando tratamientos efectivos y baratos. En Estados Unidos, sin embargo, donde la odontología está en manos del sector privado, se ha fomentado un enfoque más estético, no solo por moda o tradición. También hay intereses económicos en juego.

Pero no parece que, aún con estos datos en la mano, los chistes sobre los dientes británicos tengan los días contados. Lo cierto es que hay una cuarta entrega de la saga de Austin Powers más cerca que nunca después de casi 20 años. No dejes que la verdad te estropee una buena historia, suelen decir. También suelen decir: sonría, por favor.

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