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Kae Tempest: “He escrito sobre parejas heteros porque desesperadamente quería encajar en lo normal”

Ha cambiado de nombre y de género. Lo de estar entre los artistas más interesantes de Inglaterra lo mantiene con su nuevo disco, ‘A Line is a Curve’

Kae Tempest, poeta que acaba de publicar su último álbum, 'The Line Is A Curve'.
Kae Tempest, poeta que acaba de publicar su último álbum, 'The Line Is A Curve'.

Comprender la dimensión más íntima del arte de Kae Tempest (Londres, 36 años) se ha vuelto un poco más fácil últimamente: en verano de 2020, tras un ayuno de 40 días, la poeta, rapera y dramaturga dejó de llamarse Kate, nombre de mujer, y abrazó el no binarismo. “He escrito sobre parejas heteros muchas veces en mi obra, porque desesperadamente era lo que quería ser: encajar en lo normal. Algunas veces me gustaría que los personajes de los que he escrito únicamente representaran sentimientos universales por encima del género”, cuenta. “Muchas veces la creatividad sirve para entender por qué estamos sufriendo y es una manera de salir de ello. Pero es una narrativa peligrosa sufrir para crear arte. Ahora me gusta estar bien, tener rutinas y todo eso…”.

Kae Tempest está al otro lado de la pantalla y parece feliz. Se estira la camiseta azul Carhartt para cubrir la parte superior de unos pantalones color beis. Tiene el pelo cortísimo, pendientes de aro dorados y gafas geométricas que dulcifican su rostro. Recuerda la portada de su cuarto y nuevo álbum, The Line Is A Curve, un retrato de suave luz tamizada que firma Wolfgang Tillmans, y que muestra a Tempest sin sus característicos rizos pelirrojos y con los hombros desnudos.

“Espero seguir en este camino de aceptación de mí y de mi género. Me sentí muy a gusto con Tillmans. Capturó un momento único con ternura. De todas formas, no puedo separar quien era de quien soy hoy. En mi infancia, mi yo adolescente ya me daba consejos, y de mayor, sigo en contacto con mi yo infantil. Cuando eres poeta o músico, las voces del pasado y del futuro vienen y te dan consejos”, justifica, evitando aceptar este disco (y su portada) como el arranque de una nueva etapa. Musicalmente, estas 12 canciones ofrecen una rica paleta de ritmos, aunque el protagonismo de los temas siempre descansa en el fraseo de Tempest, más o menos acelerado.

Está hoy en casa de milagro. Sigue de gira europea, y afirma tener ganas de compartir con la audiencia las nuevas canciones, además de grandes éxitos del pasado como Ketamine for Breakfast o Marshall Law. Con cuatro discos, una novela, ensayos, tres obras de teatro y seis colecciones de poemas, ciertamente, su público es muy diverso. Es uno de los nombres más importantes de la escena cultural británica de la ultima década.

Tempest, que creció en la calle rimando y declamando, nunca ha rapeado al uso, pero se siente parte de esta tradición. Sin diamantes al cuello y con canciones sobre la hostilidad de la vida en la ciudad, casi se asemeja más a T. S. Eliot, quien hablaba de un mundo baldío donde de nada sirve pedir ayuda, que a Derek B o Skepta. “La felicidad del rap es una felicidad seria. Cuando conoces el lirismo del rap, entras en contacto con una de las formas de felicidad que tiene sus raíces en la gente que ha sido jodida por la cultura a la que yo pertenezco. Crecí en los noventa en Londres, donde el hip hop era una fuerza dominante. Y sigue siéndolo”, dice.

La conversación deriva al poeta y artista inglés del siglo XVIII William Blake, uno de sus ídolos, y del vínculo entre el arte y lo divino. Tempest confiesa que reza y cree en dios. “Mi padre es judío y mi madre no, así que no soy judía. Pero tengo la cultura judía arraigada. Tengo fe y rezo cada día, pero mi dios no es como el dios judío, católico o musulmán. La religión quiere matarme, dice que no soy normal”.

En una rara coincidencia de esas que harían que Blake mentara a un ángel caído, suena el timbre de la puerta. “¿Te imaginas que es Dios? Espera”. Delante de cámara, vemos todo lo que sucede. Abre la puerta; es un paquete de correos. Qué será. “Madre mía, ¡ya sé lo que es! ¡Oh, joder! ¡Qué cosa más rara que justo llegue cuando estamos hablando de esto! ¡Es una mezuzah, una bendición judía que se coloca en la puerta de casa!”. Entonces, desde el lado izquierdo de la escena aparece Murphy, un perro Alaska del tamaño de un oso y ya tenemos el belén completo.

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