Antonio Carmona: “He dicho a mi ‘manager’ que este verano no quiero trabajar más, ya no tengo 20 años”
De gira desde abril y con un verano repleto de conciertos, el artista granadino, al que una nueva generación ha redescubierto gracias a su colaboración con C Tangana, hace parada en Málaga para repasar su vida y sus prioridades
Con los brazos abiertos, Antonio Carmona (Granada, 57 años) mira al cielo mientras posa para ICON. A pocos metros del mar, sonriente y relajado, subraya: “Esto es vida”. El horizonte, el ambiente, jábega incluida, es un paraíso, pero Carmona cuenta las horas para desplazarse a su casa de Cádiz, cerca del Cabo de Trafalgar. Quiere nadar en el Atlántico, pedalear con su bicicleta y disfrutar de la visita de su amigo Ángel León, que le cocinará en casa. “Estos días hace levantazo, pero Cádiz es mucho Cádiz”, remarca el más flamenco de una familia flamenca que actuará el próximo lunes 18 junto a “una pila de Carmonas” donde caben su hija Marina, su sobrino Juan y su primo Carlos (entre otros), que se subirán al escenario de los Atardeceres Larios en El Balneario. Allí, un puñado de artistas como Kiko Veneno, Mikel Erentxun o Leonor Watling ofrecen estos días conciertos en formato acústico, aunque Carmona va con todo: incluirá batería, dos guitarras y percusiones.
Buscando la sombra y algo para refrescarse, a sus 57 años Carmona rememora sus veranos en Málaga, cuando su padre (Juan Habichuela) formaba pareja artística con el mítico Fosforito. De los 9 a los 17 años pasaba varios meses al año en el Llano de la Trinidad, donde residía su abuelo. Recuerda al Tiriri de Málaga o a su hermano, Carapapa. “Te meabas. Vendía lotería. Se ponía un traje blanco y un pimiento verde en el bolsillo de la chaqueta. Esta tierra tiene mucho arte y muchos personajes”, rememora. Repasar su infancia le hace reflejar un aura donde se mezclan tranquilidad, sabiduría y optimismo.
Es lo que también irradian las imágenes que sube a su perfil de Instragram, una colección de guitarras, sonrisas, canciones y eventos familiares. Destaca la constante presencia de imágenes del pasado, ya sea para reivindicar a Camarón o a su padre, pero también para reencontrarse con su yo más joven, aquel que voló con Ketama. “A veces la gente no sabe quién es Antonio Carmona”, apunta el músico. “Tengo libros y libros de fotografías muy bonitas. Y me apetece que la gente se entere un poco de dónde vengo. Por eso pongo fotos del pasado, de mi camino. Y porque, claro, también prefiero verme hace 20 años que ahora”. Asegura que desearía tener 20 años menos, pero con la sabiduría actual: “Sería el balance perfecto”.
El músico, nacido en Granada, pero que actualmente vive entre Cádiz y Madrid, se reivindica con su discografía y varios nombres con los que ha trabajado en su trayectoria. De Quincy Jones a los tres discos producidos por Gustavo Santaolalla, pero ha compartido escenario con Youssou N’Dour, canciones con media España musical y otra media Latinoamérica y le han retratado fotógrafos como Alberto García-Alix. Fan del Atleti, recuerda que comenzó con Ketama a los 13 años de percusionista, hasta que Ray Heredia y José Soto dejaron la formación y su hermano, Juan Carmona, le dijo: “Canta tú”.
Trajeron la revolución y no se lo perdonaron. “Éramos estrellas en Europa y no podíamos entrar en Andalucía”, contaba en 2018 a EL PAÍS. Con el tiempo pasaron de vender 10.000 copias a un millón y el sur les abrió las puertas y telonearon a Prince. Carmona aún recuerda una noche en el Palacio de los Deportes de Madrid ante 15.000 personas. “Aquello era una locura. Era cuando aún se podía fumar en los interiores y había una increíble nube de humo. Vaya, de distintos humos”, rememora feliz, como cuando dieron el pelotazo en 1995 con De Akí a Ketama, que incluía colaboraciones con los ya desaparecidos Antonio Flores y Antonio Vega. Fue el álbum del No estamos lokos que sigue sonando en sus conciertos, como el de este lunes en Málaga.
Mirando hacia atrás, la vida de Carmona está llena de anécdotas, momentos surrealistas y, también, cuentas pendientes que nunca podrá saldar. Entre las primeras están aquellas veces que Lenny Kravitz se presentaba en su casa con su cocinero para prepararles la comida y divertirse más tarde en las fiestas flamencas del sótano de la casa. “Cuando venía escribía a mi mujer y se acercaba. Lo conocimos porque había colaborado con Rosario Flores y ya nos hicimos colegas. Le gustaba el flamenco y luego llegué a colaborar con él en un pueblo de Valencia”, recuerda el artista, que rememora su boda en Gibraltar en 1993 con Mariola Orellana. “Alguien de la familia Larios me enseñó un certificado de haberse casado allí y era muy bonito. Así que le dije a Mariola, venga, vamos a casarnos. Y allá nos fuimos”, señala quien repitió boda, esta vez en Israel, en 2012.
También destaca los cuatro años que residió en Miami. “Mucho mus, mucho barco, mucha paella y mucho componer. Compartimos guitarra y fiestas con los mejores compositores que estaban allí. Casi siempre con Alejandro [Sanz], que ejercía (y ejerce) de gran anfitrión a todo el que llega por esa tierra. Hace muy buenas recepciones en su casa”, confirma Carmona. Entre las últimas se le quedó la espina clavada de colaborar con Manolo Tena, con el que compartió programa de televisión (A mi manera, en La Sexta) seis meses antes de que el madrileño falleciera. “Es uno de los mejores compositores que ha dado este país. Me quedé con las ganas”, subraya quien en otoño de 2017 se llevó un enorme susto tras pasar varios días en coma en el hospital.
Ya en el presente, la colaboración más mediática ha sido con C. Tangana. Coincidió con él en la presentación de una película de Pedro Almodóvar. Le felicitó por su música y, días después, Pucho le propuso que escuchara el disco, que igual le podía apetecer participar. “La primera vez que lo escuché me volví loco”, recuerda. Comenzaron a componer y una noche, mientras contaban anécdotas, se acordaron de cuando a uno y otro no les dejaban entrar en las discotecas. “Por las zapatillas, por el pelo largo, por lo que fuera. Siempre había una excusa”, dice Carmona. De ahí surgió la letra de Me Maten y el concepto posterior, que incluso se lleva a los conciertos, de una fiesta flamenca donde participan sus hijas Marina y Lucía Fernanda, así como su sobrino Juan. “Es esa manera que tenemos los andaluces de compartir, de sentarte en una mesa, que te pongan jamón, una cerveza y cantar por Los Chichos, La Marelu o Pansequito. Es como un ritual para nosotros. Y hacerlo con él y la familia ha sido una experiencia muy bonita”, señala Carmona, que puso los pelos de punta a Estados Unidos cuando llevaron la actuación al Tiny Desk de la radio pública PNR. Hace una década el músico rememoraba en EL PAÍS Semanal la fiesta flamenca más especial de su vida, tras el velatorio de Enrique Morente, en la que se pasaban la guitarra su padre, Paco de Lucía, Tomatito o Alejandro Sanz.
El artista lleva de gira desde abril y ahora quiere exprimir el verano “porque nadie sabrá cómo estaremos en octubre”. Para poder disfrutar de algo de descanso estos meses, ha pedido a su manager que no le cierre más conciertos en julio y agosto. “Si te enseño… no veas lo que hay. Julio y agosto ya le he dicho que no quiero trabajar más, que ya no tengo 20 años, déjate de rollos. Pero estoy muy contento. Después de estos dos años, necesitaba el abrazo del público, el contacto, la furgoneta, las tonterías de los viajes, pararte en una taberna para tomar una cervecita y una tapa, la convivencia… todo se echaba de menos”. Añade que, para él, subir y compartir con el público “es una bendición”. Es lo que transmite a sus hijas, que han seguido sus pasos en la música y a las que aconseja, principalmente, disfrutar. “No es fácil cantar, que la gente vaya a verte, que te hagan entrevistas. Estar en un escenario es lo máximo y, aunque a veces vayas apretado y con mucho trabajo, siempre hay que disfrutar”, concluye.
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