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Urbanismo para vivir más tiempo: el proyecto que busca reanimar una comunidad deprimida de Nueva York

Un nuevo plan de viviendas promete mejorar el bienestar de sus habitantes importando, dentro de lo posible, las condiciones que caracterizan a las Zonas Azules, los lugares de mayor longevidad del mundo

Illustration of an urban neighborhood with large green areas and recreational spaces.
Illustration of an urban neighborhood with large green areas and recreational spaces.New York State

La palabra alafia, en el idioma de la religión yoruba, se asocia a paz, bienestar y salud. Son las coordenadas en las que pretende moverse el proyecto de viviendas homónimo que el Estado de Nueva York promueve desde hace poco en una de las zonas más desamparadas de Brooklyn, en el extremo sur del este de la ciudad. Allí, el 30% de la población, en su mayoría negra o hispana, está por debajo del umbral de pobreza: diez puntos más que en la media del resto de la ciudad. La esperanza de vida, 78, es también tres años inferior. Y en estas cifras está la clave del experimento, valorado en unos 1.200 millones de dólares (algo más de 1.100 millones de euros, que el Estado redondeará con un pequeño apoyo de capital privado): mejorar la esperanza de vida de los ciudadanos desatendidos interviniendo en el urbanismo. “Alafia forma parte de Vital Brooklyn Initiative, cuyo objetivo es asociar la vivienda a equilibrio personal y bienestar, empleo, apoyo a la salud física y social y espacios culturales y comunitarios”, explica Daniel Heuberger, director de Dattner Architects, estudio que se está encargando de proyectar el conjunto de viviendas –alrededor de 2.400– sobre un espacio de más de 23 hectáreas, en colaboración con el estudio de diseño paisajístico SCAPE.

Spencer Orkus, de una de las firmas encargadas de diseñar la propuesta original, L+M Development Partners, citaba en un artículo de The New York Times uno de los pilares de su inspiración: las Zonas Azules, un concepto popularizado por el escritor y explorador minesotano Dan Buettner. Son lugares del mundo con una alta incidencia de personas que superan los 100 años de vida. Buettner señalaba cinco: Okinawa (Japón), Ikaria (Grecia), Cerdeña (Italia), Nicoya (Costa Rica) y Loma Linda (California, EE UU). Todos estos entornos se encuentran marcados por características especiales, como son generalmente su contacto con el mar, la escasa contaminación, un cierto énfasis cultural en la amistad o tradiciones gastronómicas vinculadas al consumo de vegetales. En el caso de Loma Linda, quizá el más llamativo, un elemento de peso es la influencia que allí ejerce la Iglesia Adventista del Séptimo Día, cuyos seguidores apenas comen carne. El consumo de alcohol o tabaco está también muy restringido en la ciudad, ubicada en el condado de San Bernardino. Y Buettner, de hecho, señala la pertenencia activa a un credo religioso como un factor que ayuda a vivir más años: al fin y al cabo, su práctica favorece la vida en comunidad.

¿Es posible trasladar e implantar desde cero un conjunto de circunstancias tan particulares a un barrio de Brooklyn? No. Los propios impulsores lo tienen claro. Pero, dicen, es una aspiración. Heuberger prefiere referirse a la noción de la “ciudad de los 15 minutos”, un modelo de planificación urbanística que promueve el acceso de los ciudadanos a necesidades y servicios básicos a distancias de, como mucho, un cuarto de hora desde sus viviendas, andando o en bicicleta. El programa Vital Brooklyn Initiative, originado en 2017, cita como una de las causas de la baja calidad de vida en el área el acceso limitado a atención médica, alimentos frescos y espacios para el deporte. “Se trata de proporcionar un sentido de comunidad, la sensación de vecindad, pertenencia y lugar que caracteriza a las Zonas Azules”, abunda Heuberger. “Generará algunos puestos de trabajo en el mantenimiento del proyecto, una explotación agrícola urbana [que gestionarán residentes] y nuevos comercios locales”. Heuberger afirma que el proyecto, que se prevé completo para 2030, incluye un supermercado con fruta y verdura fresca a disposición permanente, un ambulatorio, un centro de salud mental, zonas para jugar o hacer ejercicio y un centro cultural, así como planes de educación nutricional o distribución de comida a domicilio para mayores. Los edificios utilizarán calefacción y refrigeración geotérmica, además de con paneles solares.

El proyecto tiene sus escépticos, sobre todo después de que las recalificaciones en la zona efectuadas por el alcalde demócrata Bill de Blasio —cuyo mandato terminó en 2021— provocaran ya una escalada en los precios del alquiler. En el este de Nueva York, el coste es ahora casi el doble que en 2015. Contra la gentrificación, para Alafia hay previsto un remedio: alquileres accesibles. “El proceso para acceder a las viviendas será por sorteo, con un número de plazas reservadas a personas que viven cerca e unos ingresos limitados”, asegura Heuberger. Vivir 100 años empieza por poder permitírselo.

Saber vivir

Dan Buettner cree que el nivel de ingresos no determina la calidad de vida. “En las Zonas Azules vivían debajo del umbral de pobreza de EE UU”, dice el escritor. “Alubias, cereales o tubérculos son de los alimentos más baratos, pasear sale mejor que pagar un gimnasio y tener amigos es gratis”.  El concepto de Zonas Azules, cuestionado por parte de la comunidad científica por la falta de estudios controlados con ancianos, fue acuñado por los demógrafos Gianni Pes y Michel Poulain, y ha servido a Buettner para lanzar libros, documentales (el último, Vivir 100 años: Los secretos de las Zonas Azules, acaba de estrenarse en Netflix) y una empresa que ha asesorado a 72 comunidades. Alafia no está entre ellas. “Tengo poca o nula fe en que ejecuten bien esa intervención”, sentencia. 

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