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LA PARADOJA Y EL ESTILO
Columna
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El orgullo de la primera vez

La reivindicación del colectivo LGTBI sucede en plena campaña electoral con bastantes motivos para sentirse en alerta. Es el momento. La consigna de ‘Ni un paso atrás’ implica que ninguna de nuestras conquistas se vea obligada a retroceder

Madrid Orgullo LGTBI
La cantante Ana Belén interviene durante el acto 'Lorca, retrato de un poeta' en el Ateneo de Madrid, el 28 de junio de 2023.J.C Hidalgo (EFE)
Boris Izaguirre

¡Llega el sábado más esperado! Esta tarde es la manifestación por el Orgullo Gay en muchas ciudades. Tengo un amigo venezolano y su esposo que están en Madrid desde el jueves y hoy subirán conmigo a una carroza por ser la primera vez que acuden a la celebración. Una vez, al actor catalán Josep Maria Flotats me dijo con su maravillosa voz de actor que “en la vida hay que celebrar siempre que haya una primera vez”. Es lo que pienso decirle a la pareja cuando trepemos a la carroza. La vida mejora si consigues poblarla de primeras veces.

El Orgullo sucede en plena campaña electoral con bastantes motivos para sentirse en alerta. Es el momento. La consigna de “Ni un paso atrás implica que ninguna de nuestras conquistas se vea obligada a retroceder. El año próximo se cumplirán 30 años de aquella primera mani que en 1994 recorría el simbólico trayecto de Tirso de Molina hasta el cine Carretas, cerca de la Puerta Del Sol.

El martes me invitaron a una charla sobre la diversidad y la familia en las sofisticadas oficinas de AstraZeneca, dentro de ese universo de cemento y cristal que es Sanchinarro, y les conté sobre esa marcha. Me escuchaban muy interesados cuando explicaba que el Carretas era un cine de pornografía gay y que en los muros de la Puerta del Sol se apostaban chaperos bajo un rótulo donde se indicaba el precio por un rato de placer con ellos. Sentía que estaba hablando de arqueología, de mamuts o tiranosaurios. Tuve que referirme a Los novios búlgaros de Eduardo Mendicutti y al recuerdo de mi amistad con Leopoldo Alas, invitándome muy excitado a que fuera con él a esa mani, como si fuese un plan de novios secretos. Cuando terminó aquella caminata, nos reunimos para rematar con la denominada Gran Besada. Leopoldo me indicó que mirara bien con quién, tenía varios candidatos. Entonces para mí era la primera vez.

En el libro sobre los 30 años de Shangay, la revista que sobrevivió para contar esa odisea, narran el sorprendente recorrido desde esa besada de 100 participantes hasta la reunión de un millón de personas (muchas, como Santiago Abascal, heterosexuales). En ese millón, se distinguían madres y padres con hijos, que no celebraban ni el sexo ni el desmadre sino el respeto como una opción civilizada, europea, de ser. Fue cuando el Orgullo se calificó de Fiesta de Madrid. No puedo dejar de asociar esta gesta a la de otro libro que acabo de leer, Apriétame más fuerte, de Juan Sanguino. Otra épica: la de Mónica Naranjo, que pasó de vender 1.000 copias de su primer álbum a superar el millón con ese disco que en 1997 abrió las compuertas del Orgullo en todo el país. Historias apasionantes que me hace feliz haberlas vivido como escritor, joven y gay.

El miércoles se desveló en el Ateneo de Madrid un retrato de Federico García Lorca, presentado por MADO, la asociación que organiza el Orgullo de Madrid. Es obra de Antonio Montiel, pintor malagueño que acudió vestido de traje y corbata a la presentación en la que Ana Belén, emblemática y afectuosa, interpretó una canción de Lorquiana, su disco con poemas de Federico, como le llamaban en plan “uno de los nuestros”. Por error me quedé en el escenario mientras actuaba, así que cuando vinieron sus aplausos los compartí accidentalmente. Ella, quizás pensando, “es el momento”, dirigió ese aplauso hacia el retrato, el verdadero protagonista. Después, el ministro Bolaños enfatizó que durante la dictadura la obra de Federico estuvo silenciada, negada en España. Escuchándole desde mi rincón, pensé que fue en Latinoamérica donde su obra pudo crecer desde la Patagonia hasta California. Lo dije y recibí un aplauso que me supo a gloria porque, como comenté después a mi terapeuta, hice una cosa bien. Una primera vez.

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