Un libro y un documental revisitan la figura de George Michael: atracones de helado, culebrones, sexo y éxtasis
En una nueva biografía con más de 200 testimonios sobre el exlíder de Wham!, que ahora cumpliría 59 años, el periodista James Gavin describe a un hombre solo y consumido por sus adicciones
George Michael aborrecía la fama y no se prodigaba en entrevistas. Solo publicó cuatro discos de estudio como solista a lo largo de 30 años de carrera. Sin embargo, su figura permeó en la cultura popular y la fascinación sobre el cantante de Faith ha llegado hasta hoy. Así lo demuestra el estreno de un documental y un libro sobre su vida que se publican estos días, justo cuando el artista hubiese cumplido 59 años. Los dos proyectos analizan la figura de Michael desde perspectivas muy diferentes.
George Michael: Freedom Uncut es una película en la que el propio músico trabajó con su viejo colaborador, David Austin. Cuenta la trayectoria profesional de una de las mejores voces del pop desde la década de los ochenta hasta 2016, año de su fallecimiento. Está narrado en primera persona y ofrece una versión parcial de la estrella. George Michael: A Life es una biografía del periodista James Gavin que analiza con profusión en detalles y anécdotas la adicción del cantante al GHB o éxtasis líquido, su depresión y su dependencia del sexo. Según este relato, Michael pasó sus últimos años sumergiéndose cada vez más en un pantano de drogas y prostitución y alejándose de todos sus amigos, incluso de Andrew Ridgeley, la otra mitad del grupo Wham! Gavin ha hablado con más de 200 amigos y conocidos del artista para retratar a un hombre emocionalmente frágil e inseguro. Según la tesis del autor, que corroboran varios amigos pero niega su familia, el intérprete no habría muerto de una afección al corazón, como se dijo en su momento, sino de una sobredosis intencionada. Se suicidó.
La película documental se centra en los ochenta y los noventa, apogeo creativo del artista, mientras que el libro describe sobre todo sus últimos años de vida, cuando daba más noticias por sus arrestos que por sus nuevas canciones. Ambas son piezas de un rompecabezas que el propio artista se encargó de ir montando y desmontando ante el público a lo largo de tres décadas.
Es difícil entender la carrera de George Michael, que este 25 de junio cumpliría 59 años, sin bucear en su biografía. Nacido como Georgios Kyriacos Panayiotou en 1963, alcanzó la fama mundial junto a su amigo de la escuela, Andrew Ridgeley. Juntos formaron Wham!, un grupo que adoraban las adolescentes y despreciaban los críticos. Michael disfrutó de una fama planetaria que nunca quiso. Se sentía infravalorado como autor, relegado a la categoría de estrella adolescente. Tampoco llevó bien el fingirse un ídolo heterosexual para vender discos al público femenino. No es que no estuviera listo para asumir su sexualidad, es que no lo estaba la sociedad. En los años ochenta Elton John y Freddy Mercury estaban casados con mujeres. En España, Miguel Bosé se paseaba de la mano de Ana Obregón. La homosexualidad era una extravagancia que no se podía permitir un artista mainstream.
George Michael no podía vivir su sexualidad en su vida privada, pero la representó con cierta alegría impúdica en la pública. En sus últimos años, echando la vista atrás, Michael dijo que su sexualidad era un enigma, incluso para él, pero que su música siempre fue honesta. “Las canciones que escribí cuando estaba con mujeres eran realmente sobre las mujeres, y las que he escrito desde entonces han sido sobre hombres”, aseguró. “Así que en lo que respecta a mi trabajo nunca he sido reticente a la hora de definir mi sexualidad”. Porque George Michael era sexo y su música también lo fue.
En su primer disco en solitario rompió con su imagen de niño bueno para presentarse como un hombre sexualmente liberado (en un relato que después imitaron muchas artistas pop, de Britney Spears a Christina Aguilera). Su primera canción, I Want Your Sex, estaba dedicada a un hombre, pero en el videoclip aparecía la que entonces era su novia, la maquilladora Kathy Jeung. “Kathy estaba enamorada de mí, pero sabía que yo estaba enamorado de un chico en ese momento. Yo seguía diciendo que era bisexual…”, explicó en una entrevista de 2004 con la revista británica Attitude. La canción causó mucha polémica por defender la promiscuidad en los años más duros del sida y su mensaje, explícitamente sexual, fue censurado en varias cadenas de radio.
Para su segundo single, Faith, Michael grabó un videoclip en el que reivindicaba el imaginario del macho americano (chaqueta de cuero, vaqueros, botas de cowboy) combinándolo con primeros planos de su trasero contoneándose al ritmo de la música. El cantante se estaba reivindicando como un compositor maduro y, a la vez, se estaba sexualizando. La jugada le reportó un éxito planetario. Empezó a codearse con la realeza del pop: Michael Jackson, Madonna, Prince… Todos ellos supieron destacar en un momento en el que las grandes estrellas de la música definieron una época. Pero solo uno lo hizo enfrentándose a las discográficas y renunciando a la sobreexplotación mediática.
Si los cantantes eran los reyes, la MTV era su palacio. En los noventa un buen videoclip podía levantar un tema en ventas y disparar la popularidad de su autor. Fue este el momento en el que George Michael decidió desaparecer. Apenas hizo promoción de su segundo y esperado álbum, mucho menos comercial y fácil que el primero. En el videoclip que debía presentarlo, Freedom, cedió el protagonismo a las cinco top models más importantes de la época. El vídeo estaba dirigido por un primerizo David Fincher, que antes de revolucionar Hollywood ya revolucionó la MTV. Ha pasado a la historia como uno de los mejores videoclips de todos los tiempos.
Freedom: Uncut, el documental que se presenta estos días, se centra en esa etapa creativa del cantante. Algunas de las participantes en ese vídeo, como Cindy Crawford, Kate Moss o Naomi Campbell, conceden entrevistas recordando la figura de Michael y se incluyen en el metraje descartes que Fincher no utilizó. El documental está narrado en primera persona por el cantante. Se centra en su faceta artística, pero no evita aspectos personales como la muerte de su madre y la de Anselmo Feleppa, su gran amor, fallecido por complicaciones derivadas del sida en 1993.
Estas dos muertes tuvieron un efecto devastador sobre Michael y provocaron un descenso a los infiernos en el que se centra el crítico musical James Gavin para su libro George Michael: A life. “Fue una figura patética, solitaria y rota”, ha asegurado el autor en declaraciones al periódico británico Mirror.
George Michael no salió del armario, lo echaron de la forma más vergonzante posible. En septiembre de 1998, un agente de paisano se le insinuó en un baño público en Los Ángeles, California, y cuando el artista le siguió el juego fue arrestado. Al registrarlo, encontraron marihuana y crack. El exlíder de Wham! fue multado con 810 dólares, pero la pena más dura fue la de los medios. Los tabloides a uno y otro lado del Atlántico se cebaron con él. Ya no eran los años ochenta, pero un escándalo como ese podía acabar con la carrera de cualquier cantante. Lejos de amilanarse, él se explicó como mejor sabía hacerlo, con una canción. El videoclip de Outside, el single de presentación de su disco recopilatorio, se basaba en el famoso incidente. En él podía verse a varios hombres vestidos de policía besándose en un baño-discoteca y a un helicóptero de prensa grabando a distintas parejas practicando sexo. Michael tomó el control de la narrativa, mostrándose sexual como siempre y sincero como nunca.
Pero no hubo canción capaz de acallar las noticias que se fueron sucediendo después. Unos meses más tarde, el músico fue detenido de nuevo tras un accidente de coche y la policía lo encontró “empapado de sudor” con “los ojos abiertos y las pupilas dilatadas”. Era su séptima detención en 12 años. Galvin se explaya en esta etapa en su relato, retratada por la prensa en su momento de forma deslavazada y sensacionalista pero puesta ahora en contexto para entender las pulsiones de un hombre deprimido, solo y frustrado que se refugiaba en las drogas y el sexo. “Para Michael, el GHB parecía enviado por el cielo”, escribe el periodista sobre esta droga, un depresor del sistema nervioso central muy asociado a fiestas sexuales. “Aparte de alimentar su compulsividad sexual, hacía que un hombre deprimido y que se odiaba a sí mismo se sintiera atractivo; aportaba alegría donde había poca. El GHB le dio confianza [...] pero también le llevó a un nuevo y aterrador nivel de autodestrucción”.
Galvin describe a una de las estrellas más rutilantes de la industria musical como un hombre solo, recluido en su mansión sin apenas amigos y que pasaba los días viendo capítulos de su telenovela favorita, Coronation Street, mientras se daba atracones con tarros enteros de helado Haagen Dazs y de comida basura y consumía GHB. El autor asegura que el cantante realizaba fiestas con prostitutos y grandes cantidades de drogas en su mansión del norte de Londres.
La descripción del periodista concuerda con las declaraciones que ha hecho esta misma semana Kenny Goss, que mantuvo una relación con el cantante entre 1996 y 2009. En una entrevista en el programa inglés Piers Morgan Uncensored, el marchante de arte ha relatado que todo el mundo a su alrededor sabía que Michael moriría pronto. “Pasé mucho tiempo preocupado por él”, recordó. “¿Cuál es la frase que dice en una de sus canciones? Dice: ‘Puedo verlo en tus ojos cuando me miras así, me parte en dos’. No sabía qué hacer”.
George Michael murió el día de Navidad de 2016. El informe oficial dice que la muerte se debió a una insuficiencia cardíaca. Sus fans le recordaron entonces con Last Christmas, una canción que muchos leen como un villancico, pero lo que cuenta en realidad es una historia triste, una de corazones rotos, hombres que aman en secreto y la dificultad para confiar en sus amantes. “Todas mis canciones son autobiográficas”, solía decir el cantante.
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