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Andrew McCarthy: el sueño roto de una “pandilla de mocosos” que acabó entre adicciones y fracasos

El actor, que perteneció al grupo de actores llamado ‘Brat Pack’, cuenta en sus memorias que no tenía relación con otros de su quinta, como Demi Moore o Rob Lowe, y cómo tuvo que pasar por rehabilitación

Andrew McCarthy
Andrew McCarthy, en un capítulo de 'Mujeres de Manhattan', en 2007.Nicole Rivelli (Cordon)
María Porcel

Hollywood es un monstruo que busca ansiosamente talentos para fagocitarlos y, casi con la misma celeridad y fuerza, destruirlos. Generaciones enteras de actores han vivido momentos de gloria para después ser olvidados por la industria y por el público, o para ser solo nombres a medio gas, viejas glorias que cayeron demasiado jóvenes para nunca remontar. Ese es el caso de Andrew McCarthy, uno de los actores con más proyección de los años ochenta que quedó en eso, en un proyecto, ni exitoso ni fallido. Uno de tantos nombres más que, para la mayoría, el olvido se tragó.

McCarthy fue uno de los integrantes de eso que en los años ochenta se vino a llamar Brat Pack, literalmente “la pandilla de mocosos” o “malcriados”. Una denominación que empezó en un artículo de la revista New York Magazine de 1985 como un insulto ante un grupo jovencísimo de ocho actores concretos y que acabó definiendo a toda una generación de esos intérpretes que triunfaron en éxitos comerciales de la época. Entre sus congéneres están desde Demi Moore a Rob Lowe, por citar a los más conocidos de la lista oficial, que luego se amplió a otros nombres como Kevin Bacon, Sean Penn, Matt Dillon o Matthew Broderick. Ahora, Andrew McCarthy repasa los no tan idílicos años ochenta en un libro entre la crónica y la autobiografía titulado Brat: An ’80s Story (Niñatos: una historia de los años ochenta), que saldrá a la venta el próximo 11 de mayo y que supone una desmitificación tras otra.

Lo primero que McCarthy (de ahora 58 años) baja del pedestal es a ese grupo que nunca lo fue. Porque para empezar ni siquiera formaban tal pack. Aquella fue “una época sensacional”, había dicho en alguna ocasión, pero ahora también confiesa que ellos no eran amigos, y que con algunos ni siquiera llegó a coincidir nunca. Aunque reconoce que el concepto Brat Pack les benefició: el poder de esa etiqueta (”que era un estigma y se transformó en un apodo adorable”, explica) alargó la sombra de muchos de ellos, como se lee en un avance del libro publicado por el New York Post.

Portada de 'Brad: an 80's story', de Andrew McCarthy.
Portada de 'Brad: an 80's story', de Andrew McCarthy.AMAZON

El grupo se creó al hilo de un par de películas adolescentes de la época: St. Elmo, punto de encuentro (de Joel Schumacher,1985) y El club de los cinco (de John Hughes, 1985). McCarthy apareció en la primera y también en otra de las clásicas de este Brat Pack, La chica de rosa (escrita también por Hughes, de 1986). En aquel entonces, era un chaval llegado de Nueva Jersey a estudiar en Nueva York tras descubrir su amor por las tablas con una producción escolar del clásico Oliver. Consiguió entrar en la Universidad de Nueva York (NYU) con la condición de mantener unas notas de notable.

Entonces empezó a apuntarse a castings, algunos con las nuevas tecnologías del momento. En 1983 le pidieron grabar una audición en una revolucionaria cinta de vídeo, todo un hito para la época. Cuando le vieron en Los Ángeles, a los responsables no les gustaba, pero no supieron cómo hacer avanzar la cinta, así que al final acabaron convencidos, le volvieron a llamar y aquello se convirtió en su primer papel y su primer éxito, Class.

Courtney Cox y Elisabeth Shue en 1985 y 1988.
Courtney Cox y Elisabeth Shue en 1985 y 1988.Cordon Press

Él pensaba que todo sería coser y cantar. Dejó de lado sus estudios, bajó el nivel y le echaron de la NYU. Pasó un año sin trabajar, desesperado, a excepción de un anuncio de Burger King que grabó con una entonces jovencísima Elisabeth Shue, que poco después triunfaría en Karate Kid. La invitó a tomar algo pero su cita no resultó y no se vieron nunca más.

Por suerte, grabó un par de proyectos en 1984 y 1985. Ese año y el siguiente llegaron sus dos grandes éxitos, St. Elmo... y La chica de rosa. Para entonces ya era aficionado al alcohol —bebía desde los 12 años— y llevaba fumando marihuana desde el instituto. Al comienzo del rodaje de St. Elmo... los productores le regalaron una botella de vino. Se la llevó a casa y se la bebió entera. “Marcó la primera vez que bebía solo”, revela en su libro.

En 1987 “beber en exceso era un hábito prácticamente diario”, dice, y de hecho ese mismo año ya era adicto a la cocaína, que casi le causa un infarto. Cuenta que en el rodaje de Golpe al sueño americano tuvo que tirarse a una piscina y justo antes había tomado cocaína. El golpe de agua fría en el pecho casi le hizo colapsar. Poco después se embarcó en un viaje en coche por todo EE UU con dos amigos, bebiendo y consumiendo drogas en hoteles de mala muerte. Un policía les dio el alto con el coche en marcha, y a él le salió disparada la cocaína que estaba consumiendo por todo el asiento trasero: “El policía nos deslumbró con sus luces en el asiento trasero y por toda mi cara. Intenté parecer como si me acabara de despertar en vez de como si el pecho estuviera a punto de explotarme”.

Robert Downey Jr. y Andrew McCarthy en 'Golpe al sueño americano’ (1987).
Robert Downey Jr. y Andrew McCarthy en 'Golpe al sueño americano’ (1987).

McCarthy había dejado de ser aquel “chaval sosito” que John Hughes había descartado para La chica de rosa pero que su coprotagonista, Molly Ringwald, había elegido personalmente porque le gustaba (aunque nunca llegó a hacerse amigo de ninguno de los dos). Tampoco era ya el que una vez intentó ligar con “una chica joven monísima de pelo corto” que resultó ser Courteney Cox. El alcohol había pasado “de ser una diversión adolescente a la fuerza dominante” en su vida. Pasó así toda la década de los ochenta, hasta que a primeros de los noventa se despertó en su apartamento “con una resaca violenta, roto por las convulsiones”. Consiguió llegar al baño, cayó de rodillas y lloró “por lo que la vida se había convertido”.

En 1992 entró en rehabilitación para por fin estar limpio durante el resto de su vida. En 1999 se casó con quien había sido su novia del instituto 20 años después de su primera cita y tres años después tuvieron un hijo, Sam McCarthy, que ha seguido los pasos del padre y ahora es actor de series como Dead to me o Cóndor. En 2005 se divorciaron y poco después se unió a Dolores Rice, con quien tiene dos hijos.

Su etapa más intensa en el cine acabó cuando empezó su verdadera vida. A mediados de los noventa aparecía en películas para televisión de bajo presupuesto y algunas series de menor calado, aunque sin parar de trabajar en ellas. Ahora lo hace desde el otro lado y con un mayor éxito: ha dirigido capítulos de series como Gossip Girl, Orange is the New Black, Halt and Catch Fire, New Ámsterdam o Grace and Frankie. Pero sobre todo se ha centrado en escribir de viajes. Desde hace unos 15 años, Andrew McCarthy ha publicado en medios de calado como National Geographic Traveler (donde escribe con frecuencia), la revista The Atlantic o los diarios The New York Times o The Wall Street Journal. De hecho, en 2010 la Sociedad de Escritores de Viajes de EE UU le dio un premio y le nombró Escritor de viajes del año. Parece que el mundo estaba deseoso de que lo viera y lo contara, aunque fuera desde un cierto anonimato y no desde la fama de ese Hollywood duro y esquivo.

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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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