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Placeres de verano | La alegría de un buffet libre

La posibilidad de poder servirse uno mismo en un restaurante, de una gran variedad de bandejas, tanto gambas como croquetas o flanes, y en la cantidad que uno quiera, parece un sueño salido del país de Cucaña

Restaurante japonés con bufé giratorio Kaitensushi He, en Barcelona.
Restaurante japonés con bufé giratorio Kaitensushi He, en Barcelona.Massimiliano Minocri

Sin restricciones alimentarias, sin miedo al empacho, pero sobre todo, sin vergüenza de exhibir nuestra voracidad, así acuden los comensales a un restaurante de buffet. Por algo siempre se le apellida ‘libre’: comer todo lo que se nos antoje por un módico precio puede parecer un acto de libertad. Porque la posibilidad de poder servirse uno mismo en un restaurante, de una gran variedad de bandejas, tanto gambas como croquetas o flanes, y en la cantidad que uno quiera, parece un sueño salido del país de Cucaña.

“Buffet libre con mucha variedad de entrantes, primeros, segundos, marisco, platos calientes, gazpacho, quesos, embutidos, show cooking, cava, cerveza, refrescos, cafés, etc. Gran variedad de postres”, dice Juan en su reseña del buffet de Can Prat (Mollet del Vallès) en Google. “Buffet libre más económico de la zona, gran variedad, siempre fresco, terraza tranquila”, opina Tony Pereira de Kekexily, que ofrece platos españoles y japoneses en el Centro Comercial Príncipe Pío (Madrid), una realidad cada vez más común ante el cierre de buffets nacidos en los ochenta, donde los calamares a la romana, el redondo de ternera y la paella hacían el agosto tanto de hosteleros como de clientes, que solían visitarlos como tradición estival.

Precio, atención al cliente, limpieza y fácil aparcamiento son algunos de los aspectos que más valoran los clientes de los buffets libres de España. Sin embargo, en el que quizás es el buffet libre más famoso del mundo, Les Grands Buffets (Narbona), afirman que su cliente “viene en busca de probar, en pequeñas cantidades, muchas muestras de la cocina tradicional francesa ejecutada de forma ortodoxa y de sus productos delicatessen, como ostras, bogavante o foie, que no suelen comer con frecuencia”. El 92% de su público se desplaza y se viste para la ocasión para celebrar allí acontecimientos importantes en un buffet que dista del concepto que de él tenemos en España: “Aquí, es la máxima expresión protocolaria, saben que vienen a comer a un palacio a precio popular y se comportan acorde”.

Las imágenes pantagruélicas típicas de los buffets libres, como cargar los platos de dos en dos, mezclar distintas elaboraciones sin sentido por pura gula o servirse 4 postres que se traslapan y rebosan, no tienen lugar allí y, de hecho, tampoco deberían tenerlo aquí. Marina Fernández, de la Escuela Internacional de Protocolo de Madrid, señala algunas normas básicas para proceder en el buffet libre de forma adecuada:

Evitarás la estampida. Aunque olvides que quieres repetir cigala, aunque volviendo a tu mesa hayas visto en la del vecino una fideuà que te ha hecho ojitos, por favor, no corras porque esto no son los sanfermines. ”Teniendo en cuenta que los comensales circulan por la sala al libre albedrío, es conveniente no correr ni realizar movimientos bruscos que provoquen choques inesperados con otros comensales que quizás lleven platos o vasos en la mano”.

No abusarás. Servir distintas y demasiadas comidas en un plato complica, precisamente, el acto de comer y genera mezclas de sabores que no casan. Además, y para que no se nos caigan ni las cañaíllas ni los macarrones por el suelo, pondremos una cantidad razonable de comida. “No debemos servimos los platos de comida al límite para evitar derramamientos en nuestro camino hacia la mesa”.

Esperarás tu turno. Para los que tienen a bien colarse en el súper o en la panadería, les vendrá bien este recordatorio. “Si en alguna de las estaciones hubiera cola, habrá que esperarla pacientemente”. Aquí, tu hambre no importa más que la del vecino.

Hablarás a decibelios civilizados. El cling-cling de los cubiertos y el clong-clong de los platos (y algún que otro chin-chín de copas) puede complicar escucharse en un restaurante de buffet —¿y quién no ha salido afónico alguna vez tras la comilona?—. Sin embargo, lo que más dificultará la conversación es que todo el mundo grite, así que intenta mantener un tono de voz apropiado. “El tono de voz en las conversaciones deberá ser moderado, igual que en otros restaurantes”.

Stop al derroche de alimentos. ¿Estás seguro de que quieres acabar la comida con tres tipos de tarta, profiteroles, turrón y fresas bañadas en fondue de chocolate? Nada mejor para evitar dolores de estómago que servirnos con cabeza, pero no solamente: en el mundo en el que vivimos, donde los recursos se reparten tan mal que no todos pueden comer, y por el impacto que tienen tanto la ganadería como la pesca y la agricultura sobre el planeta, tirar alimentos es un crimen. Como recuerda Fernández, “a la hora de servirnos, hay que actuar con responsabilidad y tratar de evitar el derroche innecesario de comida. Para ello, lo más recomendable es hacer una primera vuelta por el buffet y observar toda la oferta. Entonces, podremos valorar qué es lo que más nos apetece comer y servirnos la cantidad acorde a lo que somos capaces de comer”.

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