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Las mejores patatas fritas de bolsa: una ruta por España

Recorremos el país siguiendo algunas de las mejores marcas de chips de paquete: desde Galicia con las famosas Bonilla a la vista a Extremadura con El Gallo o las murcianas Acho

Imposible comer solo una
Imposible comer solo unaHANS (PIXABAY)

¿Qué nos pasa con las patatas fritas? No sé si somos conscientes de esto, pero están por todas partes. En casa, rigurosamente cortadas a mano y dejadas en remojo en el cuenco de agua fría para que después queden crujientes. En la mayoría de los bares y cafeterías acompañando un filete o como actrices secundarias en los platos combinados, y en las tiendas, al lado de marcas internacionales como Lay’s, siempre hay al menos una marca local de patatas fritas de bolsa.

Podríamos recorrer España de freiduría en freiduría, de patata en patata. Antes se vendían en cartuchos, igual que -o junto a- los churros. Algunas freidurías de hecho aún resisten: en Madrid encontramos las fábricas de patatas, y hay quien babea al pensar en las patatas de Paco José en Málaga o recuerda con cariño los viajes al tostadero de Santos Moreno en Santander. Hagamos entonces un rápido recorrido por la España de las patatas fritas.

Galicia como ejemplo de los dos tipos de patata

Si digo “patatas fritas” la mitad de los gallegos exclaman “¡Bonilla!”. En Coruña estas patatas son una religión, y los lugares de culto son las dos churrerías que tienen en la ciudad. Bonilla a la vista (este es el nombre completo) nació como churrería y chocolatería en Ferrol en 1932, aunque a los pocos años se trasladó a Coruña. Desde el principio freían también patatas, pero no fue hasta 1988 que empezaron a embolsarlas. Al principio se distribuían localmente en grandes latas blancas de un kilo —latas que por cierto se siguen vendiendo, y los bonillistas sostienen que esas son las mejores.

¿Por qué gustan tanto estas patatas? “Son finas, crujientes y nada aceitosas” dicen en coro todos sus fans.

Sin embargo, estas mismas razones hacen que la otra mitad de los gallegos prefiera las otras patatas locales: más gruesas y, digámoslo así, más gochas. Estoy hablando por ejemplo de las Guay’s de Xinzo de Limia (Ourense), que desde 1992 aprovechan las patatas agrias de la zona para luego freírlas en aceite de girasol. Otras a tener en cuenta si estás por Galicia: Patatotas (Lugo), Jaly’s (Xinzo de Limia, Ourense) y A Casa Vella (Fene, Coruña).

Santander, el recuerdo de la infancia

La historia de la freiduría que se transforma en fábrica se repite a lo largo de la geografía española. En Cantabria los santanderinos se emocionan al recordar las patatas Santos Moreno, crujientes desde 1964. “Santos Moreno es la primera patata frita que recuerdo en casa. Es la marca que vendía la señora que pasaba por la playa del Sardinero” me cuenta Claudia González Crespo, que además de catar patatas se dedica a hablar de cócteles en Tragoymedio. “En la calle Canalejas sigue el obrador al que iba con mis padres: antes de una barbacoa o antes de ir a la playa parábamos a comprar bolsas de patatas directamente en la freiduría”. Otras patatas cántabras que necesitamos en nuestra vida: las Vallucas, de Valderredible.

Andalucía, vuelta a los orígenes

Esas mismas patatas fritas que nacieron en Ferrol y que en los años 80 se trasladaron a las bolsas, ahora están deshaciendo el camino y vuelven a las freidurías a pie de calle. Un ejemplo es el de La papa que llevas, que me recomienda Carlos Doncel desde Sevilla. “En Sevilla capital me chiflan las que elabora de manera artesanal La papa que llevas, una pequeña freiduría situada en la céntrica plaza Ponce de León. Son patatas fritas con un corte grueso, nada de esas que parecen un DIN A4, y juro que son adictivas”.

Si viviera más cerca y no le tuviera tanto aprecio a su salud cardiovascular, se acercaría todas las tardes a su local, donde ofrecen bolsas de diferentes tamaños de patatas recién fritas, calentitas y bien crujientes. “Por suerte, no solo se encuentran en su tienda; también se pueden adquirir en muchos comercios y bares de la ciudad. Están igual de ricas, claro, aunque en ese caso ya no las pillas calentitas, que es un aspecto que siempre aporta un extra de gustirrinín”, matiza Doncel. Más papas andaluzas que dejan a los comidisters encandilados: Artesanos Tijola y La Velezana en Almería, Tuyas en Cádiz, Raquel en Córdoba, Perdi en Huelva, Domi y Santo Reino en Jaén, y Umbrete en Sevilla.

Extremadura, la cata comparada

Son muchos los fans de las patatas fritas y en Extremadura, donde abundan las marcas locales, hay quien ha pensado hacer una cata a ciegas para escoger su preferida. Este alguien es Isa Sánchez Flores, gourmand emeritense y responsable de los saraos creativos de La Dicha. Si en Galicia las opiniones están divididas, en Extremadura tampoco se quedan cortos: “Ganaron Los Coritos. Probamos las que pueden comprarse en Mérida y fue una sorpresa porque somos tradicionalmente aficionados a otras” me dice. Pero entonces llegaron los vecinos. “Los cacereños que vieron mis stories se echaron las manos a la cabeza y empezaron a recomendarme (casi violentamente) El Gallo. Mi cuñado me trajo unas de manera urgente desde Cáceres y qué maravilla: las mejores extremeñas embolsadas, sin duda. Yo era fan de las Emérita” reconoce desconsolada, aunque feliz de haber encontrado unas patatas aún más ricas.

Los demás participantes a la cata eran El Pueblo y MM, “muy habituales por aquí y ricas también, pero de las pacenses ganan en punto de sal, crujiente ¡sufladitas!, con sabor y sensación grasa las de Los Coritos (y también en precio, bastante económicas). El Gallo se las lleva por delante, eso sí.”

Más patatas que nos emocionan

Los zaragozanos Claudia Polo del Comidista y Javier Cirujeda de La Picaeta picotean Doruel y El Gallo Rojo. En Castilla son muchos los fans de las Añavieja de Soria, y en San Sebastián las clásicas para el aperitivo son las Sarriegui. Los catalanes se reparten entre Espinaler, Frit Ravich y Corominas, mientras que en la Comunidad Valenciana las patatas fritas de bolsas son “papas” a secas, y he oído hablar maravillas de las J. García, E. Escrivà y Lolita. En Murcia se han hecho conocidas las Acho, aunque las de toda la vida son las Torre la Horadada. En la capital, las patatas La Real se encuentran a granel en los mercados y en bolsas, y La Montaña de Collado Villalba recibe también muchos aplausos.

Ahora también las exportamos

Que las patatas fritas españolas están riquísimas no lo decimos solo nosotros. Hace unos años descubrimos la característica lata blanca de Bonilla a la vista en la película coreana Parásitos de Bong Joon-ho. A partir de ahí en el país asiático se desató la locura por esta marca, tanto que han llegado a vender hasta 40 toneladas.

Más cerca de casa, en Bélgica, encontramos las chips Superbon, unas patatas cuyas bolsas recuerdan al diseño español de los años 80 y que son made in Madrid. Si hemos conseguido conquistar el país de las frites — vale, las que son famosas en Bélgica son las otras patatas fritas, pero permitidnos esta licencia poética —, ¿por qué no llegar al paraíso de las crisps, el Reino Unido? Las Torres, hechas en Barcelona, se encuentran ahora en las mejores tiendas de aquel país.

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