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Ottolenghi, el autor israelí que hizo cocinar al planeta recetas exóticas

El cocinero es toda una autoridad editorial: sus libros enganchan por su puesta en escena, su narrativa y la manera de explicar sus recetas. Además, ha llenado las alacenas de color, olor y sabor. Y en otoño llega a España su nuevo trabajo

Ottolenghi
Humus.Jonathan Lovekin (Jerusalén / Ed. Salamandra)

Todo comenzó en 2012. En aquel entonces, una de las mejores editoras de nuestro país, Anik Lapointe, apostó por traducir el libro Plenty —en español, El gourmet vegetariano (RBA)—, escrito por un cocinero israelí llamado Yotam Ottolenghi. En aquel entonces, ni existía este desenfreno por los libros de cocina vegetariana (lo del veganismo ni se pronunciaba) y pocos, en nuestro país, sabían quién era Ottolenghi.

Posiblemente, a ese cocinero, quien antes fue filólogo, corrector y periodista, ni se le pasaría por la cabeza que sus libros se iban a traducir a ocho idiomas, que su nombre se convertiría en una marca y que su forma de comer rompería la cuarta pared de la cocina para convertirse en un estilo de vida. Así podría comenzar su biografía: “Yo tenía un localito en Notting Hill donde hacía platillos para llevar y soñaba con escribir mi primer libro”. Lo cierto es que hay recetarios y recetarios, y cocineros y cocineros. Pero no todos llegan a convertir sus publicaciones en best seller como lo que él ha hecho con el nombrado Gourmet Vegetariano (RBA), Jerusalem (Salamandra), Exuberancia, Sabores, Dulce y Nopi (editados en Salamandra, siempre con la apuesta acertada de Anik).

Sus libros son viajes tentadores al imaginario del gusto. Escenografías en papel donde la fotografía es una recreación de la cotidianidad. Una grata sorpresa para nuestros ojos acostumbrados, hasta entonces, a esos bodegones impersonales, postales sin expresión y platos casposos que solían acompañar los textos de los libros editados en España. Esa revolución de lo visual armoniza a la perfección con su manera de narrar, recetas creadas como quien compone una partitura, donde las notas son pasos a seguir y el ritmo lo marca la calma de su cocina: primero, enciende el horno; segundo, corta la cebolla; tercero, preparamos el aliño..., como si nos estuviera hablando en nuestro idioma, sentado en la cocina, con la paciencia de quien ama lo que hace y necesita contarlo.

Su estilo ha marcado una manera no solo de crear recetarios, sino de entender la vida. Por un lado, la huerta es su leitmotiv, aunque también se recrea con recetas de mar y montaña, pero ese interés por el mundo vegetal, por las cocciones perfectas y la búsqueda de armonías en forma de lácteos o salsas que potencien el ingrediente, lo han hecho único. Así, a su estilo y sin quererlo, ha dado forma a eso que ahora llamamos los libros lifestyle, que buscan lo saludable y rico.

Por otro lado, ha introducido en nuestras monotemáticas alacenas ingredientes nada habituales, tales como la ocra, el bulgur, la berenjena china, el feta, el apionabo, el pistacho... Y las especias como el za’atar, el zumaque, la harissa, el cardamomo verde y negro o el agracejo.

El secreto de su éxito radica, primero, en quien supo mirar y adivinar su futuro, el editor. Ese personaje que vive en la sombra de los libros que habitan en nuestras casas. Por otro, en la delicadeza y franqueza de quien escribe estos recetarios. Porque, no nos engañemos, ni todos los libros de cocina sirven para cocinar, ni todos los cocineros son escritores. El siguiente secreto de un éxito literario es el librero, esa especie en peligro de extinción, que se ocupa de contar un libro porque le importa que el lector tenga lo mejor (por eso hay que comprar en librerías pequeñas). Y, por último, el lector, aquel que cada día hace que eso que comienza siendo el sueño de alguien con la necesidad de escribir un libro, se convierta en una realidad tangible y, en este caso, comestible.

Mercado en Jerusalén.
Mercado en Jerusalén.Jonathan Lovekin (Jerusalén / Ed. Salamandra)

Desde ese primer libro hasta hoy, la fiebre Ottolenghi se ha propagado por el mundo en forma de libro y también de escuela de cocina —son muy recomendables sus capítulos en MasterClass— o como formato de serie documental, dos joyas: El festín Mediterráneo o Jerusalén. Da igual el formato, lo importante es el mensaje: transmitir cultura, impregnar nuestra vida de sabores que viajan entre lo ácido y lo dulce, descubrir que, en su mesa, se sienta la tradición de Oriente, la de Occidente y que ambas coman en armonía.

¡Qué suerte! Habrá que esperar al otoño, cuando regrese a nuestro país con Test Kitchet: Shelf Love, que llegará de nuevo con el sello Salamandra y traducido como Pasión por la despensa. El libro va de eso: de pensar que no tenemos nada en la nevera y descubrir que, con poco, sale un platazo con sabor a Ottolenghi.

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