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Lobos de mar bien pagados

Además de buenos sueldos, las titulaciones de jefe de máquinas o capitán de barco son demandadas también en tierra, en áreas como tránsito o logística

EXTRA FORMACION II 10/09/23
aytug askin (GETTY IMAGES)
Miguel Ángel García Vega

Hace años, en una entrevista, el periodista Jesús Quintero (fallecido el pasado año) le preguntó a Paco de Lucía.

—¿Tú crees que el hombre que nace junto al mar es distinto a quien nace tierra adentro?

—El hombre que nace junto al mar es más soñador y tiene un sentido mayor de la libertad: yo no puedo estar sin ir durante mucho tiempo al mar, necesito esa expansión que te da, ese poder respirar a fondo —contestó el maestro.

Alba González es una mujer, vive en A Coruña, tiene 20 años y estudia una formación sin paro, con una nota de corte de 5, muy bien pagada, y con tiempo libre remunerado que, incluso, dura meses. Abona una matrícula de unos 800 euros. Quizá sea menos soñadora que el genio de la guitarra —aunque es una estudiante de matrícula—, pero resulta sincera: “Escogí estos estudios porque eran prácticos y tenían una salida inmediata”, sostiene. Alba estudia el grado de Máquinas Navales en la Escuela Técnica Superior de Náutica y Máquinas de la Universidad de A Coruña. Quiere llegar, por ahora, a jefa de máquinas. Un espacio antaño casi totalmente mascu­lino, que hoy reparte un salario de 4.000 a 5.000 euros mensuales. En su clase apenas unos 12 alumnos asisten con regularidad. “La demanda supera a la oferta. Casi podría decir que nos los roban”, indica Manuel Romero, director de la escuela donde estudia Alba. Por hacer sencilla la cartografía de este oficio pensemos en lo que antes se llamaba marino mercante. Hoy existen dos titulaciones básicas: grado en Máquinas y grado en Náutica y Transporte Marítimo. Llegar a la máxima especialización, en cada una de ellas, cuesta cuatro años de estudios de grado, un máster, al menos dos exámenes frente a un tribunal y un año en el mar.

Examen a bordo

Estamos en las máquinas. Y exige tomar decisiones. Entre segundo y tercero hay que optar por Propulsión u Oficial Electrotécnico (ETO). Terminado el grado se debe embarcar un año y superar una prueba supervisada por la Escuela y la Dirección General de la Marina Mercante. El estudiante ya tendría el título de 2º oficial de máquinas. “Entre 2.500 y 3.000 euros mensuales”, calcula Manuel Romero. Pero si Alba González quiere llegar a jefa, una responsabilidad similar a la de un mecánico de vuelo de un avión, debe cursar un máster y completar otro examen. Este sería el lado —por así decirlo— de babor. En el de estribor aguarda Náutica y Transporte Marítimo; aquí, la travesía culmina con el título de capitán. Cambian algunas de las asignaturas, pero la estructura es pareja, incluido el sueldo.

Viajemos a una ciudad sin mar. La Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales de la Universidad Politécnica de Madrid tiene unos 250 años de historia. Solo hay seis facultades (Barcelona, A Coruña, Ferrol, Madrid, Cartagena y Cádiz) de esta especialidad en España. Y lo que antes era Ingeniería Técnica se imparte en Canarias y Cartagena. Volvamos a la capital. “En las próximas dos décadas deberíamos tener cinco veces más egresados si queremos cubrir la demanda”, revela su responsable, Antonio Crucelaegui. Suena imposible. En cuatro años de estudios ya encuentran trabajo y no todos completan los ocho necesarios para finalizar la formación. Las empresas privadas enseguida los fichan. La ingeniería se ha convertido en un trabajo digital, de cuello blanco, con el 30% de mujeres y opciones casi infinitas. Construcción naval, transporte marítimo, explotación de recursos marinos, energías renovables en el mar —donde España es una potencia mundial, sobre todo en tecnología flotante—, y el sector de ocio que generan, como embarcaciones de recreo y yates.

A 620 kilómetros, el puerto de Barcelona es el más activo de España. Las carreras con mayor demanda, resume Crucelaegui, son una mezcla de un plato de mar y montaña. Transporte Marítimo, Logística e Intermodalidad, Derecho Público y Administrativo, Data Analytics e International Business. En su tablón de anuncios, la Facultad de Náutica de Barcelona de la Universidad Politécnica de Cataluña ha colgado, básicamente, cuatro grados y diversos másteres. Se nota que aquí los hombres y mujeres nacen junto al mar. Grado en Tecnologías Marinas, Náutica y Transporte Marítimo, Ingeniería y Sistemas y Tecnología Naval, y un doble grado de Tecnología e Ingeniería. Y el máster en Náutica y Gestión del Transporte Marítimo, que capacita al alumno para llegar a capitán. “Los grados tienen una inserción brutal; se los rifan”, narra Juan Antonio Moreno, vicedecano de Relaciones Institucionales y Promoción del centro. Conviene no olvidar que la mar prosigue en suelo firme. Los ingenieros, los jefes de máquinas, los capitanes son muy apreciados en trabajos de logística, aduanas, contenedores, servicios de inspección o tránsito de cualquier puerto. Existe lugar para los marineros en tierra.

Veta científica

De hecho, en un cruce de caminos de aulas y pupitres habitan las Ciencias del Mar. En la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria ofrecen un aprendizaje pluridisciplinar. “Nosotros formamos científicos”, condensa la decana, Miriam Torres. “Oceanógrafos, en una sola palabra”. El grado de Ciencias del Mar ocupa las orillas que van desde la física a la química atravesando las matemáticas. Los estudiantes de primer ingreso son unos 100 y el 60% procede de la Península. La circunvalación se completa con los másteres de Cultivos Marinos, Gestión Sostenible de los Recursos Pesqueros, y uno conjunto con las universidades de Vigo y Cádiz. Hay espacio laboral en la ciencia, la empresa privada y la Administración pública.

En otra población marinera, Cartagena, proponen un grado de Ingeniería Naval e Ingeniería de Sistemas Marinos y un máster (dos años) en Ingeniería Naval y Oceánica. El primero tiene 50 plazas por curso académico; el segundo, 30. Y las mujeres ya suponen un 35%. “La digitalización casi absoluta de un barco ayuda a su incorporación”, reconoce Jerónimo Estévez Pérez, secretario de la Escuela Técnica Superior de Ingeniería Naval y Oceánica de la Universidad Politécnica de Cartagena.

La entrevista de Jesús Quintero concluía con una pregunta sobre Camarón:

—Pienso que Camarón es un símbolo, un revolucionario del flamenco joven —sentenció Paco de Lucía—. Igual que adentrarse en la mar: un símbolo y una revolución, sobre todo para las mujeres.

Con mercancías peligrosas, mayores rentas

La mar es la gran desconocida, diríase que más que el espacio. Un jefe de máquinas o un capitán es un título universal. Puede navegar bajo cualquier bandera. Una central de cogeneración en tierra es una réplica de la cámara de máquinas de un barco. Ahí donde se instalan los propulsores o los generadores diésel. Otra posibilidad de empleo. Y el sueldo varía. Las embarcaciones de hidrocarburos o las que transportan productos químicos pagan más a los profesionales por el riesgo que asumen. Un aprendizaje que en España debe navegar a toda máquina y no al ralentí. 

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Sobre la firma

Miguel Ángel García Vega
Lleva unos 25 años escribiendo en EL PAÍS, actualmente para Cultura, Negocios, El País Semanal, Retina, Suplementos Especiales e Ideas. Sus textos han sido republicados por La Nación (Argentina), La Tercera (Chile) o Le Monde (Francia). Ha recibido, entre otros, los premios AECOC, Accenture, Antonio Moreno Espejo (CNMV) y Ciudad de Badajoz.

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