Dónde buscar la verdadera creatividad sexual: invertir en revivir los sentidos más que en juguetes eróticos
Para ser imaginativos entre las sábanas se suele buscar la innovación en prácticas o accesorios, dejando de lado la actitud. Los expertos recomiendan recrearse en sentir las pequeñas cosas: el tacto, la sensación de los labios en una parte del cuerpo o la respiración del otro
La gran mayoría de las recetas que nos proponen para ser más creativos en la cama, para dar rienda suelta a la imaginación entre las sábanas, para salpimentar la vida en pareja, para luchar contra el paso del tiempo y el aburrimiento o para que una unión bien avenida no empiece a hacer aguas por el hastío sexual, son externas. Accesorios, complementos, juguetes sexuales, noches en hoteles, fines de semana, cenas a la luz de las velas, segundas lunas de miel, lencería sexy y demás objetos de consumo. Como si la creatividad e imaginación estuvieran en venta en el mercado, a tanto el kilo. Una vez más, estos remedios, que pueden ser muy apetecibles y útiles en un determinado momento, no son sino parches, píldoras para dormir que atacan al síntoma pero no a la causa.
De poco vale estar en uno de los entornos más paradisíacos del mundo si la compañía no está a la altura. Podemos contar con el mejor juguete sexual, de última generación y con inteligencia artificial, que como uno no se ponga en modo erótico con su mente no experimentará el placer esperado. Podemos gastar una considerable suma en ropa interior no apta para cardíacos, pero, si no sabemos sacarle partido, habremos malgastado el dinero. ¿Qué hay que hacer, entonces, para estimular la creatividad y la imaginación en el terreno sexual?
“La creatividad no es algo que se hace, sino una cualidad del ser”, cuenta Munindra, maestro de tantra yoga en España. Es decir, que cuando nacemos ya la traemos incorporada. ¿Qué provoca, entonces, que perdamos esta habilidad innata?, se pregunta el experto. “Básicamente dos cosas: la máscara y las expectativas. Todos creamos una máscara para transitar por el mundo y también tenemos expectativas respecto a lo que sucede fuera, pero esta limitación impide que nos dejemos sorprender por la vida, como hacen los niños cuando son pequeños y observan todo con gran interés y sin juicio”, se responde. “Ahora bien, eliminar la máscara y las expectativas no es fácil y puede llevarnos toda una vida”, continua Munindra. “Lo que sí es más sencillo es darse cuenta de que existen, de que forman parte de nosotros, de que tienen una función, pero no deberíamos identificarnos con ellas. Y esto se hace a través de la observación, la meditación y la contemplación”, afirma el maestro.
Contra el consumismo sexual, erotismo
Intentar reproducir fielmente un encuentro erótico es imposible. Ni siquiera con la misma persona y en las mismas circunstancias se pueden volver a experimentar las mismas sensaciones, estímulos, respuestas, grado de placer, sensualidad y erotismo, ya que cada relación sexual es única e irrepetible, incluso a nuestro pesar. ¿Puede haber, en este contexto, lugar para el aburrimiento?
Para Munindra, el aburrimiento es algo muy interesante, un privilegio del ser humano que los animales no tienen. “Es un estado intermedio entre el animal y la persona consciente, y nos está diciendo que estamos en proyecto, que hay algo que trabajar. Desde el punto de vista de la sexualidad, que ha caído también en el consumismo (hay que hacer muchas cosas y muy variadas, y gastar en accesorios y complementos), yo propondría hacer un viaje a lo pequeño, lo que en sexología se llama focalización sensorial. Recrearse en sentir las pequeñas cosas: el tacto, la sensación de los labios en una parte del cuerpo o sentir la respiración del otro. Cuando los sentidos están aturdidos por el excesivo ruido hay que volver a la calma. Cuando la industria alimentaria nos bombardea con sabores nuevos y exóticos, deberíamos recuperar el placer de saborear una simple manzana. La ruta es volver a afinar los sentidos y, en el sexo, volver a dar espacio y tiempo al erotismo, ese gran olvidado”.
El gran poder de las fantasías
En el libro de Carol G. Wells Creatividad sexual (1994) se relacionan las fantasías sexuales con el hemisferio derecho del cerebro, el encargado de la creatividad, la percepción visual, la intuición y las emociones. “En las relaciones nuevas, en la cumbre del romance, nuestro deseo sexual es difícilmente contenible”, dice la obra. “Parecemos absorbidos por la otra persona y no podemos esperar a verla de nuevo, aunque acabemos de dejarla. Es cuando predomina el cerebro derecho. Nos sentimos desafiados y el desafío nos induce a una gran actividad de esta parte del cerebro, como la pasión arrolladora y la excitación. A medida que este estímulo se desvanece, aumenta la predictibilidad y el aburrimiento hace su aparición, tendemos a utilizar más el cerebro izquierdo, que es el del lenguaje, la lógica y el razonamiento”, añade.
“Las fantasías constituyen un medio excelente para dejar atrás el asexuado mundo del cerebro izquierdo”, cuenta Wells en su libro. “Con la práctica, las fantasías eróticas pueden alejarnos inmediatamente de las actividades rutinarias y situarnos en lugares exóticos, excitantes. La combinación de la fantasía con la masturbación agudiza los sentidos de un modo que nos hace más capaces de concentrarnos y, por tanto, de excitarnos más fácilmente. Dado que, en este caso, la fantasía se concentra en el erotismo, permite alcanzar con mayor rapidez el orgasmo”, explica.
Cualquiera que haya tenido una cita consigo mismo sabe el importante papel de las fantasías para su disfrute; por eso Gloria Arancibia Clavel, psicóloga y sexóloga con consulta en Madrid, siempre propone este ejercicio a sus pacientes aburridos, con necesidad de avivar la imaginación. “Es un recurso erótico bueno, bonito y barato, pero no desarrollamos la imaginación erótica como deberíamos, aunque la tenemos a borbotones. Es más, mucha gente dice que no tiene fantasías. Cuando a mis pacientes les propongo escribir un relato erótico se inventan mil excusas (no se les da bien escribir, no tienen imaginación, son incapaces…) pero luego, cuando se ponen a la tarea, ellos mismos se sorprenden de su capacidad de inventiva”.
Todos saben que el órgano sexual más potente es el cerebro y, aunque la mayoría lo utiliza en la masturbación, pocos se atreven a fantasear en pareja. “Muchos lo ven como una infidelidad”, puntualiza Arancibia, “siempre les contesto que tenemos que apropiarnos de nuestro propio placer y, si estoy con mi pareja no necesito estar pensando en ella todo el tiempo. Es como si dos personas ven una película erótica, se excitan y luego tienen relaciones. La excitación la produjo la película y, sin duda, de forma distinta en uno y otro. ¿Se sienten culpables por eso? Seguramente no, pues con las fantasías pasa lo mismo. Además, fantasear con imágenes eróticas es un buen entrenamiento sexual. Es el mejor gimnasio para desarrollar la creatividad sexual”.
Más que intentar hacer cosas nuevas todo el tiempo, deberíamos ejercitarnos en abordar la relación sexual desde diferentes perspectivas, con la mente del principiante y sin ideas preconcebidas. Lo que, sin duda, es más barato, aunque requiere de una mayor implicación. “Hay parejas que llevan muchos años juntos y, básicamente, la coreografía de su relación sexual no varía mucho. Se comportan de la misma manera; sin embargo, se lo pasan fenomenal, lo que demuestra que la creatividad tiene que ver con una actitud, más que con cualquier otra cosa”, afirma Arancibia.
Sexo, el juego de la edad adulta
El sexo es el juego de la edad adulta y, como cuenta Carol G. Wells en su libro, algunas características del juego son: “Una espontaneidad de la que dimana una pérdida de consciencia de sí mismo, una actividad de libre elección, sin obligaciones; una actitud no competitiva, en la que todo el mundo gana y nadie pierde”. La escritora también lo define como un estado de actividad física con el que se estimula el cuerpo. “El juego es un estado absorto, que nos acapara y nos sumerge. El humor y la risa, no la seriedad, son el sello del verdadero juego. Sin olvidar la relajación y el sentimiento de seguridad, requisito fundamental para ser capaz de jugar”, advierte.
Un juego que propone Arancibia en su consulta es “ser voyeur del otro”, ver a la pareja con distancia, como si fuera alguien desconocido, o analizarlo minuciosamente. Como decía la psicoterapeuta belga Ester Perel, en su charla TED sobre El secreto del deseo en la relación a largo plazo, cuando preguntó a miles de personas de todo el mundo cuándo se sentían más atraídos por sus parejas recibió respuestas como estas: “Cuando lo veo en el estudio, cuando está por su cuenta, en su elemento, cuando hace algo que le apasiona. Cuando está en una fiesta y otras personas se sienten atraídas por él/ella. Básicamente, cuando está radiante y se siente bien consigo mismo”. Lo común a todas estas reflexiones, como apunta Perel en su charla, es que hay una cierta distancia. “El deseo busca al otro, alguien en el otro lado al que podamos visitar. El deseo necesita de un puente que haya que cruzar. En otras palabras, si el fuego necesita aire, el deseo necesita espacio (…). Deseo es cuando veo a mi pareja desde una distancia confortable. Cuando esa persona que ya me es familiar se vuelve, por un momento, misteriosa otra vez. En ese espacio entre yo y el otro reside el pulso erótico”, describe. Como decía Proust: “El misterio no es viajar a nuevos lugares, sino verlos con nuevos ojos”.
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