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El aroma único y dulce de las lilas, la flor que perfumaba las cocinas de nuestras abuelas

El lilo rara vez falta en las entradas a los pueblos, en los jardines y patios de media España, donde se esperan sus flores cada primavera si se ha tratado la planta bien durante los meses de verano

lilas flores
Clásicas lilas coronando cada una de las ramas y ofreciendo su contraste con los verdes de las hojas.Ralf Antblad (Getty Images)
Eduardo Barba

Una imagen: un par de abuelas que regresan de dar un paseo por los alrededores del pueblo en el que viven. Ambas llevan en la mano unas cuantas ramas florecidas de lilas, que es la flor del lilo (Syringa vulgaris) que comienza a dar color a estos días de primavera. De un aroma único, cautivador, dulce, intenso, pero delicado, en cuanto lleguen a sus respectivas casas irán a parar a sendos jarrones de cristal. Acompañarán durante varias jornadas los quehaceres de las abuelas, atareadas en mezclar la fragancia de las lilas con la de las rosquillas hechas a mano y con la de los guisos especiados con pimentón.

Este humilde ritual muestra lo unida que está esta especie al imaginario jardinero colectivo. El lilo es una planta que rara vez puede faltar en las entradas a los pueblos, en los jardines —muchos históricos— y patios de media España, donde se esperan con ilusión sus flores cada año. ¡Y qué disgusto si no llegan! Eso le ocurría a Nin Calvo, “jardinera diletante”, como ella misma se define. Esta gallega tiene tres lilos en su jardín de Vedra (A Coruña) desde hace una docena de años, “uno blanco y dos violetas”. Pero no le florecían. “Los mimaba, no los podaba… Les dejaba a su aire, y cero flores… ¡hasta los amenacé con arrancarlos!”. Pero eso cambió esta misma primavera, donde ya apuntan varias ramas con flores que abrirán en cuestión de días. ¿Cuál fue su receta para conseguirlas? “No dejé que sufrieran sed este verano pasado, ya que entonces no los regaba”, se sincera Nin Calvo, “y les eché compost del que hago en casa”.

Y es que, para que un lilo florezca, hay que atenderlo también en los meses cálidos, como recuerda Gilberto Segovia, ingeniero agrícola que ha cuidado de cientos de lilos en distintos jardines: “La formación de sus yemas florales ocurre alrededor del solsticio de verano, cuando empiezan a acortar los días”, explica, por lo que resulta imprescindible que entonces la planta se encuentre con fuerzas, bien hidratada y nutrida. Esto asegurará que el lilo cuente con energía para producir esas yemas florales. Es decir, nueve meses antes de que se puedan oler sus flores, el lilo ya prepara todo lo necesario para estallar en la primavera del año siguiente. A eso se le llama planificación y antelación, desde luego.

Un lilo de intensas y aromáticas flores rosadas en un jardín madrileño
Un lilo de intensas y aromáticas flores rosadas en un jardín madrileño.Gilberto Segovia

Aunque en los viveros se encuentran distintas especies de lilos, la más habitual y tradicional es la mencionada Syringa vulgaris, con numerosas variedades, cerca de 800, como puntualiza la magna obra Flora ibérica, que también confirma su lugar de origen, entre Rumania, Albania y el noreste de Grecia. A pesar de su espectacular floración, este arbusto caduco no es un gran atractivo en el jardín el resto del año, cuando sus hojas —que tienden a ser acorazonadas— lo cubren por completo. Se podría decir que, hasta la siguiente floración, pasará a un discreto segundo plano en el jardín.

Las lilas son muy apropiadas para utilizarse como flor cortada en el interior de las casas.
Las lilas son muy apropiadas para utilizarse como flor cortada en el interior de las casas.Westend61 (Getty Images/Westend61)

Después de florecer se puede aplicar un descabezado de sus flores marchitas, cortando solamente la inflorescencia. Así evitamos que la planta destine recursos a una semilla que por lo general no querremos, a no ser que se esté intentando generar alguna nueva variedad. De todas formas, el método más sencillo para reproducir el lilo es mediante la extracción de los brotes basales que produce durante la primavera. Si los sacamos con cuidado tendrán una buena cantidad de raíces que harán que crezcan muy rápido en su nuevo emplazamiento, ya sea en plena tierra o en una maceta. Porque el lilo se puede cultivar perfectamente en un buen macetón, aún a sabiendas de que evidentemente no se hará tan grande como en un jardín.

Primer plano de la inflorescencia de una lila que muestra sus flores simples de cuatro pétalos.
Primer plano de la inflorescencia de una lila que muestra sus flores simples de cuatro pétalos.Ilona Nagy (Getty Images)

Gilberto Segovia da otras pinceladas que tienen que ver con su poda y mantenimiento: “No hay que dejar que el lilo se haga viejo, y procurar que haya siempre algunos tallos nuevos basales”. Estos tallos son los que nos van a permitir ir renovando el lilo progresivamente año tras año, para quitar las ramas más envejecidas en favor de las que tengan los tejidos más jóvenes. Esta poda de rejuvenecimiento se realiza en el invierno, “aunque se pierda algo de flor, pero así se asegura más vigor para la planta”, recalca Segovia, quien aconseja que “es fundamental tener una masa clara y aireada”.

Con sus tallos podemos aprovechar para hacer flautas, ya que es uno de los usos tradicionales que se le daban, al igual que sucedía con el saúco (Sambucus nigra) y la celinda (Philadelphus coronarius). En cuanto al agua, Segovia recomienda aplicar “riegos en profundidad, para después dejar que la tierra se seque”. Así evitaremos peligrosos hongos como Verticillium, que pueden dejar sin lilas nuestra primavera. Otra abuela acaba de pasar andando, rumbo hacia un lilo de flores rosas.

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Sobre la firma

Eduardo Barba
Es jardinero, paisajista, profesor de Jardinería e investigador botánico en obras de arte. Ha escrito varios libros, así como artículos en catálogos para instituciones como el Museo del Prado. También habla de jardinería en su sección 'Meterse en un jardín' de la Cadena SER.

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