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Volar para atrapar al espectador

La cuarta edición del Festival de Circo Iberoamericano aterriza en el Circo Price con las propuestas de 13 artistas de distintas disciplinas

La trapecista argentina Serena Méndez durante los ensayos del Festival de Circo Iberoamericano en el Teatro Circo Price.
La trapecista argentina Serena Méndez durante los ensayos del Festival de Circo Iberoamericano en el Teatro Circo Price.Kike Para
Patricia Segura

El gran escenario circular del Teatro Circo Price está completamente oscuro. Un deslumbrante foco ilumina el centro del espacio. La presentadora, Raquel Molano, aparece y pide a los asistentes que cierren los ojos. Viste un traje rojo con botones dorados y lleva un tambor colgado en la espalda. Se detiene en el centro. El equipo técnico realiza las pruebas de iluminación. La cuarta edición del Festival de Circo Iberoamericano (FIRCO) llega este fin de semana al Teatro Circo Price de Madrid, con 13 artistas que cautivan con acrobacias aéreas y malabares, entre otras disciplinas del circo contemporáneo. Rafa Peñalver, uno de los organizadores de FIRCO, asegura que su objetivo es “promocionar el circo iberoamericano porque tiene menos oportunidades y es menos visible a nivel internacional”. Los acróbatas han empezado los ensayos esta semana en el teatro.

El circo ha estado en constante evolución desde que surgió en el siglo XVIII como un espectáculo itinerante de carpa hasta los años ochenta, cuando se crearon las primeras escuelas en Europa. Después surgió un nuevo modelo de circo con el Circo del Sol como estandarte. El circo contemporáneo arribó a España desde los países francófonos. Davel Puente, investigador de la historia del circo, asegura que “llegó a la península ibérica por Cataluña, pocos años después del fin de la dictadura”. El Cirque Aligure de París influenció a varias compañías españolas de la época como La Fura dels Baus o el Circ Cric en 1979.

“En Latinoamérica es más complejo fijar un momento preciso, debido a la gran variedad de culturas”, explica el investigador. Tras la dictadura de Pinochet en Chile, se produjo un movimiento de nuevo circo, inspirado en Francia, que fue portado por los artistas Andrés del Bosque, Andrés Pérez y Mauricio Celedón. “En Cuba existía una tradición de circo soviético que desde sus orígenes coqueteó, casi sin saberlo, con el circo contemporáneo”, explica Puentes. La creación de la Licenciatura en Artes Escénicas y Circenses Contemporáneas no llegó a México hasta 2008, gracias al historiador circense Julio Revolledo. La vuelta de la democracia en Argentina en los años ochenta reactivó el arte callejero, en el que se mezclaron tradiciones como la murga o los cómicos locales con las artes circenses.

Según Puente, en los últimos años las compañías y las propuestas circenses han crecido exponencialmente. El historiador asegura que Internet ha permitido que un artista pueda revolucionar una disciplina entera en cualquier parte del mundo: “Esto ha hecho que el sector del circo crezca en lugares donde había pocas opciones de formación, como Latinoamérica”.

“La comunidad latinoamericana todavía tiene una visión muy antigua de lo que representa el circo”, sentencia Serena Méndez (Argentina, 1988), que se dedica al trapecio en danza. A los 15 años empezó a practicar acrobacia como una afición: “A los 19 años fui a ver un espectáculo de circo contemporáneo y me di cuenta de que yo quería estar ahí mismo, sobre el escenario”. A esa edad, la acróbata consiguió su primer trabajo en la compañía Vaivén, tras formarse en la escuela de circo de su ciudad natal, Buenos Aires.

La artista explica que en su país existen muchas compañías independientes, pero muy pocas convocatorias para espectáculos grandes. “Para un artista latino es muy difícil salir al mercado europeo o norteamericano”, comenta la argentina. Además, destaca la cantidad de impedimentos legales y económicos: “Tienes que competir por el mismo puesto con un artista que probablemente tuvo mejores condiciones de entrenamiento y formación”.

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Con unas mallas negras, el cabello recogido y una funda negra en el abdomen, Méndez dirige al técnico que mueve la cuerda mientras ensaya su actuación. La acróbata se desliza por el trapecio, que sube y baja constantemente, con gran sutileza. La argentina cuelga de un solo punto, creando formas invertidas con las cuerdas: “Es una sensación única. Para mí, significa jugar y conectar con mi ser más lúdico y creativo”. Méndez cuenta que viene de una familia de actores: “La atracción por el escenario está en mi sangre”. En sus actuaciones, la artista se eleva en el espacio, incluso parece que vuela, y atrapa al público en su propio universo. Colgada con un solo brazo, da vueltas circulares por todo el escenario.

Desde hace tres años, cuando empezó a practicar dance trapeze, Méndez entrena en su estudio en Buenos Aires cinco días a la semana, en los que alterna su rutina con entrenamiento físico y ejercicios de flexibilidad. Sus pies se entrelazan, se agarra a la cuerda y da una decena de vueltas en torno a su propio cuerpo, como si fuera un péndulo. Se balancea sin pies ni manos, apoyada al aparato tan solo por el torso. Y desciende lentamente al suelo, iluminada por una luz azul. La trapecista cuenta que le apasiona la experimentación: “Me gusta investigar nuevos movimientos y mejorar pasajes. Me cuelgo bastante con alguna secuencia y busco mejorarle las conexiones”. En el escenario permanecen sus huellas blancas. Son el resultado del talco de magnesio que se ha puesto en los pies para evitar deslizar por el suelo.

La acróbata Aleksandra Savina durante los ensayos del Festival de Circo Iberoamericano.
La acróbata Aleksandra Savina durante los ensayos del Festival de Circo Iberoamericano. Kike Para

El sector del circo contemporáneo en el continente latinoamericano es muy variado, gracias al amplio crisol de culturas y disciplinas entre los diferentes países. Los payasos argentinos, los malabaristas chilenos o los trapecistas volantes de México son algunas de las figuras más reconocidas.

De la Ciudad de México proviene Andrea Ramírez, que practica su número entre bastidores. Con tan solo 22 años, la acróbata, acompañada por una enorme rueda, demuestra una gran madurez sobre el escenario, con un vestido rojo y una larga melena castaña: “Siento mucho fuego, amor, pasión, mucho… rojo. Me gusta pensar que invito a las personas a encender y recordar sus corazones, sus deseos”.

La joven descubrió durante su adolescencia que el circo satisfacía aspectos muy importantes de su vida: salud física, juego, aventura, creatividad y espíritu. En el año 2018 se graduó como especialista en la rueda Cyr en la École National de Cirque de Montreal (Canadá). Su rueda actual, a la que considera una compañera de aventuras, se llama Hitsuki, híbrido entre fuego y luna. La mexicana entrena durante dos horas cuatro días a la semana en las que combina preparación física, improvisación y búsqueda acrobática: “Me gusta sentir que es una sesión de baile con mi rueda”.

Ramírez admite que siente “vértigo y curiosidad” porque su carrera artística no ha hecho más que empezar, pero la joven se siente ilusionada por explorar el mundo del espectáculo en la ciudad donde se formó. Su nueva creación, Identidad Rota, es un breve viaje que invita a la introspección a través de movimientos, reflejos y giros impredecibles.

“En Cuba, con su escuela y su circo nacional Circuba, no faltan artistas de élite. En Brasil hay acróbatas de suelo excelentes”, cuenta Puente. El brasileño Olavo Rocha (Petrópolis, 1987) actúa con su compañera Denise Torres en un número de cuadro ruso, una disciplina tradicional en Rusia. “Hay pocas personas en el mundo que hacen esto. Es un número muy pesado, difícil y técnico”, explica el acróbata.

Rocha era profesor y preparador físico en la Escuela Nacional de Circo de Brasil, donde conoció a Torres, una de sus alumnas, hace cuatro años. El brasileño es licenciado en Educación Física y se graduó en la escuela en la que posteriormente acabó dando clases. En el año 2015 empezó a practicar la disciplina del cuadro ruso. Sujetado por un arnés sobre un poste de cuatro metros de altura, Rocha sujeta a Torres, que sobrevuela el escenario mientras muestra una enorme destreza para las acrobacias, llegando incluso a alcanzar los ocho metros de altura. Durante más de seis minutos, realizan 20 trucos, acompañados por una música instrumental muy rápida de violines. En uno de ellos Rocha se pone una venda en los ojos. “Es una actuación bastante arriesgada, pero es muy bonito. Todo se basa en la confianza”, admite Torres.

Ambos perdieron su trabajo por la pandemia y volvieron a Río de Janeiro, donde juntos crearon en seis meses un nuevo número bajo el nombre de Dúo NoAr. Torres trabajaba en un circo itinerante por el sur de Brasil y es la primera vez que está en Madrid, donde se estrena en una disciplina completamente nueva para ella. Su compañero era acróbata de trampolín y trapecio, pero lleva ocho años practicando el cuadro ruso. “En Brasil no hay mucha cultura teatral de circo contemporáneo. Por eso, mucha gente viene a Europa o se va a Estados Unidos para trabajar”, asegura Rocha.

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