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Un fotógrafo, una estilista y una reina: la década prodigiosa de Lola Li

La estilista Amparo Utrilla y el fotógrafo Miguel Reveriego celebran los primeros 10 años de su firma de vestidos de invitada con una reedición nupcial de algunos de sus éxitos, como el que llevó doña Letizia

Amparo Utrilla, estilista, y Miguel Reveriego, fotógrafo, fundadores de la firma de moda Lola Li, en su taller de la calle Serrano, en Madrid.
Amparo Utrilla, estilista, y Miguel Reveriego, fotógrafo, fundadores de la firma de moda Lola Li, en su taller de la calle Serrano, en Madrid.Santi Burgos (EL PAÍS)
María Porcel

Miguel Reveriego, de 47 años, y Amparo Utrilla, de 51, tienen una complicidad de esas que hace que el uno acabe las frases de la otra, y viceversa. Por esas contingencias que tiene el mundo de la moda —muy pequeño, pequeñísimo incluso en la capital— se conocen desde hace más de 20 años. “Pasaba por un bar de la calle Barco y recuerdo que la vi tirada en el suelo con unos pantalones amarillos de escái. Y dije: ¡Me tengo que hacer su amigo!”, ríe Reveriego en el estudio del dúo creativo, situado en la calle Serrano, casi puerta de Alcalá, pequeño en tamaño pero grande en vistas.

Tras esa amistad que se hizo inquebrantable surgieron las ganas de montar algo juntos. Utrilla, de ojo entrenado, se dio cuenta hace una década de que lo que se llevaba eran las siluetas lánguidas, “y las mujeres españolas, siempre tan fuertes, tan sexis, estábamos desaprovechadas, no se mostraban curvas ni pecho ni había volantes”, reflexiona. La estilista compartió lo que se había convirtido en una obsesión con el fotógrafo. “Con este tema empecé a decirle: si yo tuviera una marca... Miguel se vino arriba y al día siguiente, aquello era 2011, fuimos y la montamos”, cuentan divertidos. Ese fue el origen de Lola Li (nombre sabroso, fuerte y español; apellido fácil, internacional, con guiños asiáticos; conjunto sencillo y sonoro).

Por Lola Li han pasado 10 años y muchas, muchas variaciones. La firma que ambos regentan cumple una década y a ellos a veces casi les parece un milagro. Hoy se ha convertido en una de las marcas de vestidos de invitadas a eventos especiales más especiales, llamativas y cuidadas en cuanto a su diseño, patronaje y confección de Madrid, incluso a nivel nacional, y venden en su web en toda España, pero también a Alemania, Holanda o México, por ejemplo.

Para celebrarlo han rediseñado cuatro modelos claves para ellos, que han fabricado —con sus siempre cuidadas telas y exquisitos patrones— en color blanco pensando en las muchas novias que hoy ya no buscan grandes vestidos, sino algo sencillo para bodas ídem. Para ello han recreado en tono nupcial sus Casilda, Constanza, Lisa (que vistió Isabel Preysler en rojo) y Carli, quizá el más icónico de todos gracias a que, en septiembre de 2019, la reina Letizia lo vistió para una gala. En sus 10 años de vida, ese ha sido sin duda el momento álgido de la marca. “Se nos colapsó la web y arrastramos a todas las que usaban esos servidores”, ilustra Utrilla sobre esa noche en que la esposa de Felipe VI llevó al Teatro Real, lo que les supuso una explosión de clics, visibilidad y ventas. 2019 se convirtió en su mejor año y les ha ayudado a capear un 2020 que califican de “durísimo”, tan tormentoso como lo ha podido ser en pandemia para cualquier firma de moda pequeña.

“Ya no es solo ganar dinero”, dicen ellos que buscan de la firma, “nosotros queremos crecer. No tenemos subvenciones, ni bancos detrás, somos solo nosotros”. Las dificultades de 2020 no han sido las peores. En 2016 vivieron otra, la que llaman “el guantazo italiano”. “Un pedido enorme desde Italia que nunca nos pagaron, pero nada”, cuenta Utrilla todavía algo cabizbaja. Se plantearon dejarlo. “Yo ya estaba viviendo en Nueva York y se me hacía un poco bola todo esto”, confiesa Reveriego, que volvió de la ciudad estadounidense justo antes de la pandemia. Su socia explica que fue su marido, Antonio Díaz-Casariego, también parte de la firma, quien les inspiró a centrarse, a seguir adelante, y gracias a todo ello se dieron cuenta de su capacidad para crecer.

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Uno de los vestidos de invitada de la firma Lola Li.
Uno de los vestidos de invitada de la firma Lola Li.Santi Burgos

Aquello también quien les hizo darse cuenta de que una empresa de moda era “algo muy serio y muy complicado”, cuenta el fotógrafo, “con muchos factores de los que ni tienes ni idea pero que te hacen descubrir capacidades a todos los niveles”. Ellos al principio no solo hacían prendas de invitada, sino también ropa de diario de altas calidades, “con telas que costaban 120 euros metro, era una locura”, dicen sonriendo con una nostalgia de aquella inocencia. Pero pronto vieron que no era factible y se enfocaron en lo que al final se ha convertido en una especialización concreta y fructífera. “Te conviertes en algo más comercial porque tienes que salir adelante, porque produces de lo que ganas”, dice ahora Reveriego, con los pies en el suelo.

“Te das cuenta de que producir un vestido es un milagro”, cuenta Utrilla. Porque toda su fabricación se hace en España, algunas prendas en Toledo y muchas en un pequeño taller en la calle San Romualdo, por el barrio de Canillejas. Ambos lamentan que el público se ha acostumbrado a precios muy bajos en la ropa, y que ellos intentan no elevar los suyos para que no sean desorbitados, sino algo medio que se puedan permitir muchas clientas. Oscilan entre los 150 y los 350 euros. Y siempre “con buenos tejidos y buenos patrones, tenemos la mejor patronista del mundo”, se enorgullecen.

También es por eso por lo que Lola Li es y pretende seguir siendo una tienda online. Pero sus vestidos también tienen un punto personalizable. Amparo Utrilla siempre está detrás de los muchos correos que reciben para ver si esa prenda rosa se puede hacer en azul, o por si se puede retocar un cinturón. Aceptan clientas en su estudio, donde tienen un par de probadores. Eso les da mucha cercanía con ellas y les permite encargos, como el del Carli de la reina Letizia, que hacían en otros colores. “Hasta ahora, con esta línea, no lo ofrecíamos en blanco por deferencia a ella, pero sigue saliendo en muchos colores”, reconocen. “Es verdad que damos un precio insuperable por un vestido muy bien hecho con tejidazos que funcionan”, explican, pero también asumen que la visibilidad que les puede dar una influencer como Meri Lozano, con quien hicieron una colección cápsula, también es importante. Aunque deben elegir muy bien con quien se alían. Por eso reconocen que, para estos casos, no hay nada como una reina.



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Sobre la firma

María Porcel
Es corresponsal en Los Ángeles (California), donde vive en y escribe sobre Hollywood y sus rutilantes estrellas. En Madrid ha coordinado la sección de Gente y Estilo de Vida. Licenciada en Periodismo y Comunicación Audiovisual, Máster de Periodismo UAM-EL PAÍS, lleva más de una década vinculada a Prisa, pasando por Cadena Ser, SModa y ElHuffPost.

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