El jurado declara culpable de asesinato a Eirín por empotrar su coche contra el que conducía la mujer a la que acosaba
El tribunal popular no da veracidad a la tesis de la defensa de que la muerte de Jéssica Méndez fue un accidente de tráfico fortuito. La Fiscalía pide para él 24 años de cárcel
El jurado considera a José Eirín culpable del asesinato de Jéssica Méndez, una mujer de 29 años que era su vecina y a la que mató empotrando su vehículo contra el que ella conducía cuando estaba parado en un ceda al paso. Fue el 17 de marzo de 2022 en una carretera del municipio pontevedrés de Barro y el pasado domingo, con motivo del segundo aniversario del crimen, decenas de personas recordaban a la joven con una marcha silenciosa por este ayuntamiento. El tribunal popular ha emitido su veredicto este martes.
Eirín ha sostenido durante el juicio, celebrado a lo largo de la semana pasada, que es inocente y que su coche arrolló al de Méndez accidentalmente, debido a que perdió la visión durante “unos segundos” por los fármacos que le recetaron para tratar una lesión en una mano. Su defensa solicitó su libre absolución o, alternativamente, que fuera condenado por un homicidio por imprudencia. El jurado popular, según el veredicto emitido este martes, no ha dado veracidad a esta tesis y sí a la de la Fiscalía y la acusación particular. El ministerio fiscal ha pedido 24 años de cárcel para el acusado porque está convencida de que la colisión fue intencionada. Los investigadores mantienen que fue la acción premeditada de un acosador, obsesionado con la víctima desde hace años porque no quiso mantener una relación con él.
Durante el juicio, el novio de Méndez, familiares, amigos y vecinos han relatado diversos episodios sobre la vigilancia a la que Eirín sometía a la víctima. Uno de sus hermanos explicó que tuvieron que instalar una cámara en su casa después de que el coche de la chica apareciese con las ruedas pinchadas. Llegó a sorprender al hombre en la vivienda detrás de unas viñas e incluso saltando el portal del inmueble hacia el exterior.
El ministerio público, que aprecia agravante de género, sostiene que el día del crimen Eirín reconoció el coche de Méndez y, tras verla al volante, maniobró para provocar la colisión “con el ánimo de acabar con su vida”. Lo hizo, asegura, “sin darle ninguna posibilidad de reacción o de defensa”, movido por “la indignación o el odio” que le había generado el “silencio o desprecio de la víctima durante un tiempo tan prolongado” frente a “las pretensiones sentimentales o afectivas que este albergaba hacia la chica”.
El coche como arma del crimen
Tras cinco días de juicio, llegó el turno del jurado. Sus miembros emplearon cuatro jornadas de deliberaciones para alcanzar un veredicto. Tuvieron que ceñirse al relato de los 19 testigos que comparecieron en este proceso, ya que Eirín no quiso declarar, aunque sí aprovechó su última oportunidad de dirigirse al tribunal para pedir perdón y darle el pésame a la familia de Méndez. “Ojalá aquel día no hubiera cogido el coche”, se lamentó el acusado.
Los testimonios más relevantes para determinar el delito de asesinato se escucharon de los peritos del Equipo de Reconstrucción de Accidentes de Tráfico (ERAT) de la Guardia Civil, quienes concluyeron que el acusado actuó deliberadamente al embestir su coche con el de la víctima. Los expertos explicaron al tribunal cómo llegaron a la conclusión de que la embestida fue premeditada, un informe que supone una de las principales pruebas documentales del caso y que recoge el análisis del escenario del asesinato, el de los vehículos implicados y las diversas simulaciones del accidente que se realizaron.
Los agentes detallaron que segundos antes del impacto con el coche de Méndez (que estaba parado en una pista comarcal a la espera de incorporarse a la carretera), Eirín realizó un giro a la derecha para chocar con el turismo de la víctima. “Hubo una conciencia y voluntad del conductor de provocar la colisión”, concluyen los peritos de Tráfico. Estos técnicos subrayaron que el coche del acusado tenía espacio, tiempo y visibilidad para hacer una maniobra evasiva, frenar o intentar evitar el choque, pero no hay indicios de que actuara en ese sentido. Sus análisis estiman que la velocidad del coche del acusado era de 81 kilometros por hora y descartaron algún fallo mecánico o eléctrico del vehículo. La víctima “no tuvo ninguna posibilidad de esquivar el coche que se le vino encima, cuyo impacto la desplazó más de 16 metros”, concluyeron.
En la misma línea se manifestaron los agentes del destacamento de Tráfico de la Guardia Civil de Pontevedra que acudieron al lugar. Relataron que al llegar al escenario, el acusado manifestó que “no estaba mareado ni se había dormido, y culpó a la conductora del accidente porque se había metido delante de su trayectoria”. Eirín, que dio negativo en las pruebas de alcohol y drogas, también dijo que no conocía a la víctima, pero más tarde admitió que eran vecinos. “No vimos por ningún lado indicios de que el siniestro hubiera sido involuntario, más bien todo lo contrario”, declaró uno de ellos. Precisamente por esas sospechas, ese mismo día se abrió una investigación: “Había indicios que no encajaban, como la posición de los coches tras el choque o la ausencia de marcas de frenada, que hacían pensar que no había sido un accidente, sino un siniestro provocado de forma consciente y voluntaria”.
Otro agente de Guardia Civil relató el incidente ocurrido a los pocos minutos del accidente y que también levantó las sospechas de los investigadores. Cuando el acusado estaba siendo atendido en la ambulancia, un hombre se le acercó en “actitud amenazante”. Al preguntarle el guardia qué pasaba, este dijo que era el novio de la víctima y denunció que el acusado llevaba tiempo persiguiéndola, una circunstancia que fue confirmada también por el hermano de Méndez y que fue recogida en el atestado policial.
Un agente de Policía Judicial de la Guardia Civil que participó en la detención del acusado al día siguiente del siniestro confirmó que en pocas horas pudieron constatar, a través del interrogatorio de familiares y vecinos, que había una situación previa de acoso por parte de Eirín hacia Méndez, aunque en el análisis de los teléfonos no se encontraron mensajes ni llamadas entre ambos. Minutos antes de que la víctima se subiera a su coche, un vecino, cuñado del acusado, le envió varios mensajes para advertirle de que Eirín la estaba vigilando. Le avisó de que iba hacia su casa y que estaba delante del portalón. Méndez salió con su coche de la finca y a pocos metros de su casa fue embestida.
Mientras la Fiscalía de Pontevedra mantuvo su tesis inicial y elevó a definitivo su escrito de acusación al considerar que el acusado actuó con el fin de acabar con la vida de su vecina, “resentido porque no le correspondía en sus sentimientos de afecto”, la defensa de Eirín concluyó que fue “un trágico accidente” y que su cliente había sido víctima de un juicio paralelo en los medios de comunicación.
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