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El PP se juega en Andalucía su dependencia de Vox

La duda que queda es si Moreno podrá gobernar sin el apoyo de los de Olona. El PSOE no ha aprendido a hacer oposición en estos tres años y medio

Lourdes Lucio
Elecciones Andalucia 2022
Carteles electorales de las seis principales formaciones que concurren en los comicios autonómicos de este domingo, en un parque de Gines (Sevilla), el sábado.Fernando Ruso

Si todas las encuestas atinan, el presidente andaluz y candidato del PP a la reelección, Juan Manuel Moreno, ganará por primera vez, a su tercer intento, las elecciones andaluzas de este domingo. La única duda que queda por despejar es con qué diferencia, si podrá formar gobierno con Vox o sin Vox. Los mensajes de todos los partidos han girado sobre ese eje, bien para movilizar, asustar o amodorrar a los 6,6 millones de andaluces con derecho al voto en una campaña que comenzó plana y terminó planita.

Moreno ha logrado durante su mandato desteñir los colores más chillones del PP andaluz —como ya hicieron los alcaldes populares en los ayuntamientos que gobiernan— con la intención de convertirlo en “el partido que más se parece a Andalucía”. Ese fue el mérito y el éxito del PSOE desde el inicio del proceso autonómico andaluz en 1980 y que ahora Moreno se propone reemplazar.

El PP se presenta con su cara más moderada, tras tres años y medio de gestión en coalición con Ciudadanos y en el que el cambio político ha consistido en un cierto continuismo de las políticas socialistas, y además con el apoyo externo de la ultraderecha con la que pactó la investidura y tres presupuestos andaluces. Los andaluces ponen este domingo a prueba a ese PP. También se comprobará si el empuje de Vox —que ha puesto de candidata a lo que cree es lo mejor que tienen, Macarena Olona—, lo obligará a una coalición que Moreno ha dicho de todas las maneras posibles que no quiere, pero sin descartarla en ningún momento.

El voto de Vox no ha parado de crecer en Andalucía desde que se presentó por primera vez en las autonómicas de 2015. Entonces sacó 18.422 votos (el 0,46%). Tres años después, en diciembre de 2018, obtuvo 396.607 (10,5%) y 12 escaños en el Parlamento autónomo. En las generales de abril de 2019, 612.921 (13,5%); y en noviembre de ese año, 869.909 (20,6%). La ultraderecha a punto estuvo de superar al PP en estas últimas: los populares tan solo sumaron 7.293 papeletas más.

Si el PP gana y logra formar gobierno habrá completado el cambio de ciclo político iniciado en 2018 en Andalucía, cuando por primera vez en la historia del Parlamento andaluz las derechas sumaron más votos que las izquierdas. Las encuestas dicen que lo volverán a conseguir. El primer objetivo del PP es sumar más que toda la izquierda junta y el segundo, aproximarse a la mayoría absoluta (55 de los 109 escaños en juego). El viernes no había cubos de agua fresquita suficientes para enfriar la euforia que en el cierre de campaña mostraron los dirigentes del PP, a la par que desde la sala de máquinas de este partido se ponía a circular el dato de que el PSOE bajará del millón de votos y obtendrá un resultado peor que el actual —en 2018 logró solo 33 escaños, su marca más baja—.

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En el PSOE no contraponen ningún dato, porque dicen que no los tienen, algo que si es verdad es increíble. Su candidato, Juan Espadas, se fía de sus ojos y en su equipo aseguran que el “rechazo” que percibieron en la anterior campaña con Susana Díaz de líder no se ha dado ahora. Con eso se quedan. Esta ha sido la campaña más difícil para los socialistas, no tanto porque las encuestas no los acompañen —ya vivieron una situación similar en 1996 y 2012—, sino porque el PSOE siempre hizo todas las anteriores desde el confort del Gobierno andaluz. En estos tres años y medio no han aprendido cómo se hace la oposición en unas circunstancias, además, como la pandemia, en la que la izquierda andaluza en su conjunto ha primado la responsabilidad sobre la cafrería. Cuando se dieron cuenta de que Moreno, para una gran mayoría de votantes, es “el bueno de Juanma”, un tipo que cae bien, ya era tarde.

Espadas, que apenas lleva un año de secretario general, proclama que “en ningún caso” dimitirá si obtiene unos malos resultados. Su proyecto es a medio y largo plazo, como ya hizo en el Ayuntamiento de Sevilla. Y, aunque no lo verbalice, su objetivo es superar en lo que sea el resultado que obtuvo la anterior candidata socialista. Tampoco en la dirección federal están por la labor de abrir otro melón a un año de las elecciones municipales y, si no hay adelanto, de las generales.

Para Ciudadanos, los comicios andaluces son su ser o no ser, después de concatenar pésimos resultados en Castilla y León y antes en la Comunidad de Madrid, donde es extraparlamentario. Su candidato y, a partir de este domingo, el vicepresidente de la Junta en funciones, Juan Marín, sueña con sacar unos escaños que pueden valer oro si el PP acaricia la mayoría absoluta, aunque el proyecto liberal concebido por Albert Rivera está a punto de la incineración.

De menos a más creen en las confluencias de izquierda que han ido en esta campaña. Tal vez no recuerden que, en 2018, cuando los de Teresa Rodríguez y los de Izquierda Unida y Podemos iban juntos, pensaron que podían tutear a un PSOE ya renqueante, una conclusión a la que llegaron por la asistencia a sus mítines y porque el aforo se les quedaba chico en ocasiones. Fue un espejismo. La vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, sí se ha implicado con Por Andalucía (IU, Podemos, Más País, Equo, Alianza Verde, Iniciativa del Pueblo Andaluz) y con su candidata, Inma Nieto, tras su displicencia inicial. Teóricamente, es el germen en Andalucía de su proyecto Sumar, pero la izquierda andaluza tiene muy acreditada su tozudez en no dejar prosperar ninguna hipótesis. En esta formación dan por seguro que tendrá grupo parlamentario propio (al menos cinco escaños). Si pasan de 10, habrá fiesta. A Teresa Rodríguez le vale sacar su escaño en Cádiz. Si suma más será un éxito.

Los resultados de este domingo tendrán una inevitable lectura nacional en los partidos con implantación estatal, que siempre han considerado las autonómicas andaluzas como un laboratorio porque no hay mayor encuesta que la del voto en urna de 6,6 millones de potenciales votantes que, además, eligen al Congreso 61 diputados. El PSOE, si empeoran los datos de 2018, intentará evitarlo, aunque otro achaque en la salud de la federación andaluza le repercutirá. El Gobierno, con o sin Vox en Andalucía, también marcará a Alberto Núñez Feijóo en sus primeras elecciones como líder nacional del PP, y servirá para medir si su llegada ha contribuido a cortar la fuga de apoyos a la extrema derecha y un futuro con o sin. O ya veremos.

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