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OPINIÓN
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Mazón y la descarbonización de Zaplana

Desde que fue ungido, el nuevo presidente está entregado a la reducción progresiva de las emisiones del tufo que aún desprende la gestión de su patrocinador

Miquel Alberola
El presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, en un pleno el pleno ordinario del 9 de noviembre que rechazó retirar de la entidad los símbolos relativos a Eduardo Zaplana con su voto de calidad.
El presidente de la Diputación de Alicante, Carlos Mazón, en un pleno el pleno ordinario del 9 de noviembre que rechazó retirar de la entidad los símbolos relativos a Eduardo Zaplana con su voto de calidad.JOQUÍN REINA-EUROPA PRESS (JOQUÍN REINA-EUROPA PRESS)

El primer gobierno del pacto entre el PP y Vox (el tiempo dirá si es una UTE o “un divorcio duro”) supone una seria apuesta por el medio ambiente. Y no porque llega cargado de intenciones para combatir el cambio climático y de medidas para impulsar la transición ecológica, sino porque recicla muchas piezas viejunas del engranaje que agitó la espumosa época de Eduardo Zaplana al frente de la Generalitat, cuando el ensueño imperial del “poder valenciano”, cuyos oscuros brillos escruta y deconstruye ahora la justicia bajo su potente lupa. Es medioambiental por eso y porque esta operación de reciclaje, que incluye al propio presidente, implica un serio intento por descarbonizar la figura del exalcalde de Benidorm, ese hombre a quien sus muy fans ven como la síntesis de Kennedy, Lincoln y Pericles, y al que la Fiscalía Anticorrupción, por el contrario, considera un delincuente al que pide 19 años de cárcel por blanqueo, cohecho, falsedad y prevaricación. Si bien este es un caso en el que Carlos Mazón siempre tira de papel de fumar y ve “antecedentes suficientes para ser prudente y muy respetuoso”. Claro que el flamante muy honorable incluso ha llegado a decir varias veces sin inmutarse que Rita Barberá fue declarada inocente, cuando (verificación de declaraciones) su caso fue archivado por defunción. Y de eso se trata: de cambiar el curso de los acontecimientos.

Por eso, desde que fue ungido, está entregado a la reducción progresiva de las emisiones del tufo que aún desprende la gestión de su patrocinador para devolver la figura de Zaplana repristinada, perfumada y planchada (con uno de sus asequibles trajes de Antonio Puebla) y subirla al desangelado altar de la derecha, cuyas hornacinas están vacías y donde están clavadas tres cruces por el procesamiento de tres presidentes (tres) de la Generalitat. Porque el PP necesita un punto de referencia en el pasado para anclar la reconquista del 28 de mayo y no encuentra ninguno (ni con Alberto Fabra como decorado parlamentario) que aguante sin una potente sesión de cosmética y contranarrativa. Que Mazón zaplanea no es ninguna novedad. Nunca ha disimulado su filiación, devoción e inspiración. Pero ahora, mientras Zaplana dispara sus últimos cartuchos judiciales a la espera de que el 23-J traiga al Séptimo de Caballería al rescate, debe dar el do de pecho y allanar el trayecto. Hay prisa. Y ahí está cumpliendo con la formación de su primer gobierno, solemnizando su agradecimiento a través del desembarco de un buen puñado de sus representativos excargos y revalidando la acción que desempeñaron en aquellas legislaturas en las que, como preconizó el líder, “habrá para todos”. Y la reinicia con el mismo rumbo y propósito. Reconocimiento al padre, es decir, raíces. Es el potente mensaje que manda el nuevo presidente a quienes no comulgan de forma desinhibida con el pasado del PP. No es partido para escrúpulos. Y en ello sigue la hoja de ruta que en el ámbito municipal también recorre María José Catalá, la alcaldesa de Valencia, con la difunta Rita Barberá (santa súbita) y su florido puente sobre aguas turbulentas. Solo que en el caso de Mazón nunca hubo la apostasía de Catalá y no se trata de expiación de pecado sino estrictamente de reivindicación, homenaje y rehabilitación. Y ese es el otro mensaje, que también comparten ambos siguiendo el itinerario marcado en el argumentario: memoria selectiva del pasado para la reescritura del presente desde el poder. La coyuntura no podía ser más propicia: el electorado no solo no ha castigado la apestosa trayectoria de corrupción del PP sino que la ha premiado. Camino despejado.

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Sobre la firma

Miquel Alberola
Forma parte de la redacción de EL PAÍS desde 1995, en la que, entre otros cometidos, ha sido corresponsal en el Congreso de los Diputados, el Senado y la Casa del Rey en los años de congestión institucional y moción de censura. Fue delegado del periódico en la Comunidad Valenciana y, antes, subdirector del semanario El Temps.

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