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Muere una mujer de 67 años en un restaurante de Alicante tras sufrir un choque anafiláctico producido por la picadura de una avispa

Los servicios de emergencia no pudieron reanimar a la víctima ante la fulminante reacción alérgica, similar a la que producen determinados alimentos

Imagen de archivo de Unidades de Soporte Vital Básico.
Imagen de archivo de Unidades de Soporte Vital Básico.Mònica Torres
Rafa Burgos

Una mujer de 67 años que se encontraba en un restaurante de la localidad alicantina de Teulada-Moraira ha muerto a consecuencia del choque anafiláctico que le ha producido la picadura de una avispa, según informan fuentes del Centro de Información y Coordinación de Urgencias (CICU) de la Comunidad Valenciana.

El servicio de emergencias ha recibido el aviso en torno a las 14 horas y hasta el restaurante se ha desplazado una unidad del SAMU. Los efectivos sanitarios han realizado maniobras de reanimación pulmonar avanzada y otras técnicas de recuperación, pero la víctima “había fallecido tras sufrir un choque anafiláctico”.

Aunque no es frecuente, este tipo de accidentes se producen “todos los años en España”, sobre todo, por “alergias a determinados alimentos”, en mayor medida que en el caso de picaduras de insectos, indica Javier Fernández, jefe de la sección de Alergología del Hospital Dr. Balmis de Alicante. En situaciones como esta, “lo fundamental es tumbar al paciente y levantarle los pies para que la sangre suba al cerebro, llamar a los servicios de emergencia y administrar un inyectable de adrenalina”, que es el tratamiento que evita los síntomas de anafilaxia. Los médicos recomiendan que “los centros escolares y los restaurantes” dispongan de dosis de adrenalina para atender estos casos, señala Fernández, también catedrático de Medicina en la Universidad Miguel Hernández (UMH) de Elche.

El choque anafiláctico es “una reacción exagerada del organismo frente a alguna sustancia que, en general, no mata”, como el veneno de la avispa, explica Fernández. Se produce a causa de los anticuerpos IgE, que se distribuyen por todo el cuerpo tras “salir de la sangre y pegarse” a dos tipos diferentes de células, los basófilos y los mastocitos, que se adhieren a la piel y las mucosas. “De esa forma”, continúa el especialista, “la reacción a una alergia es inmediata, se amplifica por la liberación de histamina”, que es la respuesta del sistema inmunitario, y produce “vasodilatación y el estrechamiento de las vías aéreas”, con lo que en pocos minutos “la sangre no llega al cerebro y se puede producir una pérdida de conocimiento o incluso la muerte”.

Actualmente, no hay ninguna regulación que estipule la presencia de las bombas de adrenalina en estos lugares. Y, según Antonio Letrán, alergólogo del hospital HLA Puerta del Sur de Jerez (Cádiz), su implantación sería “complicada”. “Ya nos cuesta que en los colegios con niños alérgicos sepan cómo usarlo”, señala, “e incluso que se cumpla la ley europea de 2011 de etiquetado de alimentos no envasados”, por la que debe advertirse la presencia de alérgenos. Sí llevan encima un cargador o dos de adrenalina, por prescripción facultativa, “los pacientes que ya han sufrido” importantes reacciones. Pero en casos como parece haber sido el de Teulada, “probablemente la paciente no sabía que era alérgica y ha padecido una reacción mortal”, opina Letrán, que define un choque anafiláctico como “un tsunami” fulminante.

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