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El nuevo sueño del ‘niño Gucci’

Mouad Faraji vivió en un centro de menores cuando llegó a España. Se apuntó a un curso de teatro y ya ha sido protagonista de dos cortometrajes. La interpretación ha sido su herramienta para la integración

El actor y profesor de teatro Nourddine El Attab muestra a Mouad Faraji una imagen del rodaje de 'Catorce', junto a otra protagonista, Keila Schneider.
El actor y profesor de teatro Nourddine El Attab muestra a Mouad Faraji una imagen del rodaje de 'Catorce', junto a otra protagonista, Keila Schneider.Alexandra Croitoriu
María Fabra

Mouad llegó a España con 13 años. Mintió para dejar Marruecos, en la que, probablemente, fue la primera interpretación de su vida. Le salió bien porque consiguió quedarse en un centro de menores. No fue este el mejor escenario, pero aprendió muchas cosas. Entre otras, fue el lugar en el que hizo su primer taller de teatro. También donde se dio cuenta de que no quería ser uno más y se las apañó, no siempre de forma reglamentaria, para que su identificación, ‘R-20′, apareciera en toda la ropa de marca que había en el centro. Con tres macutos llenos de aquellas prendas salió camino de casa de su abuela. Ahora le sigue gustando ese tipo de ropa. Raro es el día que en su pecho no está cubierto por un logo. Había nacido el niño Gucci.

Mouad Faraji tiene ahora 16 años y ya ha logrado su primer premio “oficial” al ser reconocido como el mejor intérprete masculino en un festival de cortometrajes por su papel protagonista en Catorce. Es hablador y expresivo incluso tras la mascarilla. Pero no deja de ser un chaval adolescente que utiliza onomatopeyas e interjecciones sin parar. “Soy conflictivo”, dice, aunque, quizá, sea parte de otro papel porque huye de cualquier problema que le pueda suponer regresar a su país. Le gusta actuar. Y pintar. Ya ha grabado otro corto, Guiones sin papeles, que comenzará a circular por festivales dentro de pocas semanas. Y sigue con sus clases de teatro. Siente que tiene un talento, se siente bien, integrado. Y respetado. El niño Gucci que soñó con vivir en España sueña ahora con ser actor y vivir, una vez detrás de otra, el mundo que supone un rodaje.

Mouad es uno de los 4.034 menores tutelados por la Generalitat Valenciana. Como otros 1.712 niños, está acogido por un familiar. En su caso, su abuela: “Al principio no le importaba lo que hiciera, con tal de que no estuviera en la calle fumando. Ahora está contenta con las clases de teatro y las actuaciones”.

El día que recibió el premio a la mejor interpretación, sin que hubiera antes nominados, solo pensaba, a las 11 de la noche, que iba a tener excusa para no ir a la primera hora de clase. Esa noche, en el Auditorio de Castellón vio, por primera vez, el corto. Con otras 400 personas. Y recuerda que solo encontró pegas a su actuación mientras una de las directoras de Catorce, Carme Ripollés, le daba codazos para que hiciera sus comentarios en voz más baja. “Era jueves y estaba muy nervioso”, relata. Dice que no se enteró del momento en el que dijeron su nombre pero que, de repente, todo el mundo le miraba. Y a él no se le ocurrió otra cosa que pensar en cómo andar hasta el escenario: “¿Voy como un chulo? ¿Voy normal?”. Sin embargo, una vez llegó arriba se acordó de quienes se tenía que acordar.

Uno de los agradecimientos fue para el actor Noureddine El Attab que es, además, su profesor de teatro. El Attab ha participado en series como El Príncipe, La que se avecina o Cuéntame pero, sobre todo, ha hecho teatro, mucho teatro. Sigue en la profesión que ahora compagina con un sinfín de actividades en institutos y barrios de la provincia de Castellón en los que trabaja con el arte como herramienta para la integración. Él ha pasado también por la condición de ser un sin papeles, incluso, ser detenido, y conecta con una facilidad pasmosa con los jóvenes en riesgo de exclusión. Solo crea el esquema de la obra y son los chicos los que crean los personajes y resuelven la trama. “Así pueden expresarse, sin normas con la imaginación como única religión. Supone un desahogo para ellos y aprenden, a través de los personajes, que, para empatizar con la gente es necesario saber quiénes son”, explica. Cuando Mouad se apuntó a sus ensayos el joven no dominaba el castellano pero para El Attab no era necesario: “Las emociones hablan por sí solas: los movimientos hacia arriba reflejan alegría, hacia abajo, tristeza. Si tienes miedo, te echas para atrás pero la ternura empuja hacia adelante. La rabia te bloquea”, revela igual que hace con sus alumnos.

De la mano de Noureddine El Attab llegó la posibilidad de formar parte del elenco del cortometraje Catorce, una adaptación del libro de Paula Figols, del mismo nombre, que hace referencia a los kilómetros que separan España de Marruecos. “Yo no sabía ni qué era un casting ni que era un corto”, recapitula Mouad. “Un día de verano, después de dos meses, me llamaron. ¡Que me han elegido!”, grita aún. “Costó un poco que se aprendiera el papel”, recuerda Carme Ripollés que, junto a Paula Lorenzino dirigió un rodaje que para ellas también era un estreno. “No teníamos experiencia ni herramientas para dirigir a los jóvenes que habíamos elegido para representar la historia. Había que estar pendientes de muchas cosas y encima con un protagonista que no sabía nada de cine. Pero destilaba verdad”, argumenta. Para Mouad no fue tan divertido como esperaba. “No podía improvisar, había mucha gente alrededor, me sentía fatal, tenía que repetir las escenas”, cuenta el joven que también admite que, a partir del segundo día, todo fue mejor. Y más con el consejo de El Attab. “Me dijo que disfrutara el máximo posible porque después lo echaría de menos”. Y así fue, pero no por mucho tiempo porque aprovechando el trabajo hecho por Ripollés y Lorenzino, el propio El Attab grabó otro corto con el menor como protagonista.

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Moaud nunca pensó que su llegada a España le iba a abrir caminos a través de la pantalla. Quiere estudiar y seguir actuando. Que siga sin dolerle cuando le llaman “teatrero” y saludar en el patio del instituto, aunque muchos de sus compañeros no sepan su nombre. Responderá a quienes voceen ese “Eeeeh, niño Gucci”, porque se siente uno más.


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