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Migraciones de la ciudad al campo: un fenómeno minoritario pero que crece en Cataluña

El Institut Metròpoli publica un estudio que revela que en 2021 un 10% de los cambios de domicilios tuvieron como destino lugares semidensos o pequeños pueblos

Clara Blanchar
Viviendas del barrio de Poble-sec y Sant Antoni de Barcelona
La ciudad de Barcelona, en una imagen de archivo.massimiliano minocri

¿Fueron las migraciones de la ciudad al campo que se produjeron durante la pandemia un fenómeno coyuntural o se ha sostenido en el tiempo? La respuesta la intenta dar el Instituto Metrópoli en el estudio Rural y Urbano: migraciones, entorno residencial y estructuras de oportunidad. El informe constata que el goteo de migraciones de la ciudad a áreas semidensas o rurales es un “fenómeno minoritario” en los flujos residenciales, pero creciente en Cataluña. Y apunta que las migraciones que se aceleraron con la pandemia se mantuvieron al alza en 2021, cuando un 10% de los cambios residenciales se produjeron en las ciudades catalanas tuvieron como destino áreas urbanas. El trabajo bebe de los datos del padrón de 2021 y de la Encuesta de Cohesión Urbana de 2022 y apunta a que este movimiento migratorio se mantendrá. Incluso estima una cifra: “En los próximos cinco años, unas 70.000 de la región metropolitana” se mudarán a entornos rurales. Son solo un 1,4% de la población de la llamada “Barcelona de los cinco millones” y aunque su impacto en las grandes ciudades es muy relativo, sí será notable en los municipios de destino, más sensibles a cualquier cambio demográfico.

El informe fue un encargo del Plan Estratégico Metropolitano de Barcelona, la Asociación de Iniciativas Rurales de Cataluña (ACRA) y la Asociación Catalana de Municipios (ACM). Sergio Porcel, sociólogo, investigador y uno de los autores del trabajo, ha precisado este miércoles durante la presentación que los datos analizan las migraciones internas entre territorios. No tienen en cuenta a la población que llega del extranjero, que explica fenómenos como el crecimiento del padrón en Barcelona este año, cuando la ciudad ha llegado a 1,7 millones de habitantes.

Porcel ha indicado que las primeras migraciones durante la pandemia “se produjeron con destino a segundas residencias, municipios pequeños pero de perfil turístico o próximos a grandes ciudades”. Y en cambio, a partir de 2021 son las áreas rurales las que ganan población y el fenómeno podría estarse consolidando. En 2021 las estadísticas de variaciones residenciales muestran que registraron 16.300 migraciones ciudad-campo, 4.000 más que en 2019 y 6.000 más que en 2015. Los datos sobre esta movilidad residencial de 2022, todavía no se han publicado, ha explicado.

El trabajo también explica que la población que protagoniza estas migraciones es en su inmensa mayoría (un 88,5%) autóctona, y con una edad media de 36 años. La población nacida en el extranjero, cuando cambia de domicilio, lo hace básicamente entre grandes ciudades, ha precisado. Sobre los motivos de la movilidad residencial de la ciudad al campo, tiene un patrón distinto a otros movimientos: casi un 80% de los motivos son voluntarios o de mejora (formar un hogar, mejorar el entorno o motivos laborales); mientras y las causas forzadas (como los motivos económicos o el precio de la vivienda) solo tienen un peso del 7,5%.

Pros y contras

Una vez instalados, la satisfacción de la población de las áreas semidensas o rurales con sus vivienda y su entorno es mucho mayor que en las ciudades; y en cambio, presentan una cobertura de servicios y equipamientos claramente inferior, en términos de proximidad. Por ejemplo, solo un 8% de los vecinos de entornos rurales tiene el ambulatorio a menos de 500 metros de su casa, frente al 96% de proximidad en las áreas urbanas.

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Porcel ha señalado que “una de las paradojas” del fenómeno de estos movimientos de población es “el patrón de uso del territorio más deslocalizado, con mayor dependencia del coche para comprar o acceder a servicios”. La desigualdad en la cobertura de equipamientos y servicios y el déficit de servicio público sería uno de los retos a afrontar, según el investigador. Para concluir, ha dejado claro que “el fenómeno ni mucho menos frenará la despoblación del medio rural, pero es una oportunidad para revitalizar las áreas menos pobladas y velar para que no se produzcan efectos negativos como la subida de precios de la vivienda”.

El vicepresidente de la ACM y alcalde de El Masnou, Jaume Oliveras i Maristany, ha considerado que el reto que plantean estas cifras “es que la redistribución no repita los problemas de la ciudad en el campo”. Y Sebastià Mata, desde la Asociación de Iniciativas Rurales de Cataluña, ha lamentado el “urbanocentrismo” que impera cuando se plantea un debate “sobre cómo reforzar los servicios en los pueblos [cuando llega gente de la ciudad] como si hasta ahora no hubiese habido servicios”. “A los que llevamos mucho tiempo reivindicando servicios solo se nos pone la lupa cuando la gente de ciudad quiere ir a vivir al campo”, ha recordado y se ha mostrado partidario de que las administraciones sean capaces “de dar servicios a las personas allí donde quieran vivir”. La alcaldesa de Senan (Conca de Barberà), Carme Ferrer, ha relatado la ilusión que produce la llegada de familias jóvenes con proyectos de vida al pueblo, pero ha alertado de que en ocasiones a los pueblos también llega población que ha sido expulsada.

Frente al déficit de servicios en el mundo rural, desde Barcelona, la concejal del Ayuntamiento y presidenta de la comisión ejecutiva del Plan Estratégico Metropolitano, Janet Sanz, ha lamentado que las ciudades “no han sido capaces de articular una garantía de derechos”, y ha puesto el foco en la crisis habitacional que lleva la expulsión de vecinos como “factor de desequilibrio de las ciudades respecto a otras partes del territorio”. “La clave es de qué manera se puede construir la soberanía compartida que permita que no todo pase por Barcelona, que todo el mundo pueda vivir con infraestructuras y con servicios públicos de calidad”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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