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JUNTS
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Puigdemont: gesticular para no caerse

Junts necesita mantener la tensión con el Gobierno ante la demora de logros tangibles que ofrecer a sus bases

Carles Puigdemont Junts
Carles Puigdemont, este miércoles en el Parlamento Europeo.RONALD WITTEK (EFE)
Miquel Noguer

Nadie puede negar que Junts per Catalunya ha conseguido cosas importantes tras pasar página a su etapa de “todo o nada” y abrazar un cierto pragmatismo en sus negociaciones con el PSOE. La ley de amnistía que se tramita en el Congreso es seguramente el principal hito al margen de cómo acabe y sin olvidar el papel de ERC en la entrada en escena de esta medida. Pero más allá de este logro y de victorias más vinculadas al relato que a cuestiones tangibles, Carles Puigdemont se ha quedado a medio camino en muchas cosas que prometió a sus enfervorecidos seguidores el pasado verano. Singularmente se ha quedado lejos de cumplir con algo que llegó a convertir en todo un lema, aquello de que “Junts cobra por adelantado”. Cuando puso en circulación esta promesa, Junts pretendía arrancar la legislatura con la ley de amnistía ya en trámite, cosa que no ocurrió. Como tampoco consiguió la oficialidad del catalán en la Unión Europea, un avance que está resultando más laborioso de lo que preveía inicialmente el independentismo.

Sin pagos por adelantado que exhibir en la galería de trofeos de caza, Puigdemont y Junts necesitan otro tipo de combustible para continuar defendiendo ante sus bases que el giro pragmático del que tanto habían renegado cuando lo practicó Esquerra es bueno y hasta aconsejable cuando es Junts quien lo lleva a cabo. Esto explica los gestos, peticiones y exigencias que día a día van saliendo de las filas de Junts dirigidas al PSOE. El último ejemplo ha sido la reunión entre el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el propio Puigdemont que Junts dio este miércoles por agendada sin que nadie en La Moncloa quiera confirmar. Lo mismo puede decirse de la figura del mediador. Si de lo que se trataba con este mecanismo era garantizar el cumplimiento de los acuerdos firmados en Bruselas el pasado 9 de noviembre poco trabajo tendrá el verificador. Y es que, más allá del compromiso de la amnistía que no es menor, los cuatro folios de acuerdo son un compendio de declaraciones de intenciones y, sobre todo, una enumeración de desacuerdos entre las dos partes. De poco servirá la figura del mediador más allá de dar satisfacción a Junts en su aspiración de llevar el debate doméstico al ámbito internacional para poder seguir amasando su discurso de “el mundo nos mira”.

Solo los dos protagonistas saben cuándo se producirá la reunión entre Sánchez y Puigdemont. Por incómodo que resulte, sobre todo en la parte socialista, el encuentro tendrá que producirse en algún momento si hay que dar solidez y continuidad al acuerdo de investidura. Más allá de si se logran acuerdos concretos, ello permitirá a Puigdemont intentar seguir persuadiendo a sus bases de que continúa siendo el socio más exigente. Lo que habrá que ver es si la otrora tan buscada foto entre Puigdemont y Sánchez por parte de Junts sigue generando buenos réditos a Junts ahora que las encuestas comienzan a reflejar que este acercamiento no está teniendo un efecto tan positivo como esperaban los de Puigdemont. Al fin y al cabo, el atractivo del expresidente catalán ante sus votantes era su imagen de llanero solitario que luchaba contra viento y marea por sus ideales. No está tan claro que este atractivo resista a los pactos, y a las renuncias que estos siempre conllevan.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.
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