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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lengua materna y fracaso escolar

Hay que preservar y mejorar el conocimiento y uso de la lengua catalana, pero ello no habría de lograrse a costa de perjudicar a niños pequeños que en su casa no hablan catalán

Pablo Salvador Coderch
Arranque del curso en la escuela instituto Mercè Rodoreda de Barcelona, el pasado 6 de septiembre.
Arranque del curso en la escuela instituto Mercè Rodoreda de Barcelona, el pasado 6 de septiembre.Gianluca Battista

El fracaso escolar es uno de los principales problemas de Cataluña: en 2022, el abandono escolar prematuro fue del 16,96%, tres puntos por encima de la media española y más de 10 sobre los admirables resultados de Navarra y el País Vasco. Luego, la comprensión lectora también se ha desplomado en Cataluña y es la más baja de España, solo por encima de Ceuta y Melilla. ¿Qué está pasando aquí?

La inmigración es un factor: en Cataluña y en enero de 2002 vivían 1.271.810 de extranjeros y las naciones más representadas eran Marruecos (donde se habla el árabe y el bereber), Rumania, Italia y China. Otros factores son tabúes y es políticamente incorrecto referirse a ellos, pero lo haré aquí. Señaladamente, la política de inmersión lingüística en Cataluña perjudica a los niños cuya lengua materna no es el catalán.

Al respecto, las políticas de la Generalitat, tales como las aulas de acogida, dar a la lectura media hora diaria, modificar las bibliotecas escolares, no bastan, por decirlo de manera suave. Yo propongo acercar las escuelas a la lengua cotidiana de los niños muy pequeños, a la que hablan y oyen hablar en su casa, a su lengua materna.

No estoy solo: la Unesco preconiza la educación multilingüe basada en la lengua materna, crucial en educación preescolar y primaria.

Idealmente, habría que partir de las lenguas maternas para reforzar enseguida el catalán. Como, típicamente, el dominio de la lengua cuesta 12 años de escolaridad, se podría retrasar la enseñanza de terceras o cuartas lenguas unos años. Pero los seis o siete primeros son, como sostiene la Unesco, decisivos: durante la primera infancia habría de atenderse más que hasta ahora a la lengua materna del niño.

Por supuesto, estas estadísticas y otras similares están además correlacionadas con la riqueza económica y cultural de las familias y con la estructura familiar misma. Vuelvo a la incorrección política y afirmo la obviedad de que dos progenitores razonablemente avenidos hacen milagros. También influye poderosamente el mercado laboral: una economía, como la catalana, de servicios sencillos y turísticos succiona adolescentes sacándolos de la escuela.

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Según el atlas mundial de los lenguajes de la Unesco (”Unesco World Atlas of Languages 2015-2021″) en el mundo hay casi nueve mil lenguas, siete mil usadas. Desde luego, hay que preservar y mejorar el conocimiento y uso de la lengua catalana. Pero ello no habría de lograrse a costa de perjudicar a niños pequeños que en su casa no hablan catalán. Hay tiempo para todo si, en su transcurso, las enseñanzas se distribuyen con tino.

La objeción principal a la propuesta de este artículo es que, en la práctica, la promoción de la lengua materna infantil llevaría a reforzar la enseñanza en castellano en detrimento del catalán. La crítica no es baladí. Pero quiero ser claro: mediante una modificación constitucional, preconizo para la Cataluña del día de mañana la oficialidad exclusiva de su lengua propia, el catalán, en vez del bilingüismo actual. Pero con un añadido imprescindible: en la educación preescolar y primaria, Cataluña y sus escuelas habrán de acercarse a los niños y a sus madres. Habrán de atenderles en su lengua materna.

Pablo Salvador Coderch es catedrático emérito de derecho civil en la Universitat Pompeu Fabra.

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