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José Aquiles, guardián de la trova: “Pablo Milanés tenía mucha sazón en la cocina. Se desvivía por sus amigos”

El cantautor realiza una gira europea para conmemorar el movimiento que revolucionó la música en Cuba hace medio siglo, centrado en el legado de Santiago

José Aquiles (Santiago de Cuba, 65 años) antes de dar un concierto en la Sala Harlem de Barcelona, en el inicio de su gira europea para conmemorar los 50 años del nacimiento de la nueva trova.
José Aquiles (Santiago de Cuba, 65 años) antes de dar un concierto en la Sala Harlem de Barcelona, en el inicio de su gira europea para conmemorar los 50 años del nacimiento de la nueva trova.Gianluca Battista
Rodrigo Marinas

Dos leyendas de la canción latinoamericana como Omara Portuondo y Rubén Blades visitaron Barcelona durante el Cruïlla el pasado julio. Grandes festivales aparte, la ciudad también acogió esas fechas a José Aquiles, un cantautor de Santiago de Cuba a quien le tocaba volver a España con 65 años por una buena razón: celebrar la irrupción de la nueva trova. Es uno de los músicos autodidactas de aquel movimiento que renovó el panorama cultural de la isla hace 50 años y que extendió su huella por toda Hispanoamérica. Silvio Rodríguez, Sara González, Pablo Milanés y otros gigantes han compartido escenario con este trovadorque no ha sido tan conocido por otra buena razón: quedarse defendiendo a capa y espada el patrimonio musical de su región.

Con la fantasía de ser piloto, abandonó el barrio de Sorribes por la Habana para estudiar mecánica, aunque la guitarra que le consiguió una novia con 15 años cambió sus planes. Mientras se iniciaba con el instrumento y sus primeras letras en 1972, la nueva trova se institucionalizó en Manzanillo como movimiento político. Aquiles cargaba su guitarra “de arriba a abajo” en sucesivas visitas a Manicaragua, el pueblo de su pareja donde se hizo conocido como “el oriental”. En la recepción de un hotel de esta localidad interior recibió su bautismo musical en 1974: “Estaban haciendo evaluaciones para incorporar a trovadores al movimiento”. A la segunda canción que interpretó, el jurado le admitió. “Estaba el mismísimo Noel Nicola, uno de los grandes fundadores”, recuerda Aquiles emocionado.

Aquiles comparte escenario con su amigo trovador José Antonio Rodríguez, afincado en Castelldefels, en el Harlem Jazz Club el pasado 24 de junio.
Aquiles comparte escenario con su amigo trovador José Antonio Rodríguez, afincado en Castelldefels, en el Harlem Jazz Club el pasado 24 de junio. Gianluca Battista

Desde entonces forjó su estilo durante una década llena de “descargas” donde se reunía con trovadores en la calle Heredia de Santiago y múltiples festivales por toda la isla. La entrada de otro hotel reapareció en su camino: esa vez tocó para Milanés, ya consagrado en toda Cuba por 1977. Llegaron a tocar juntos en los ochenta y conocerse más allá del escenario. “Pablo se desvivía con los amigos que iban a visitarlo. Era un excelente anfitrión. Tenía mucha sazón en la cocina y una dimensión humana extraordinaria”. Para Aquiles, él demostró que “otra canción era posible” con su tema Mis 22 años (1965). “Dio paso a un nuevo grupo de jóvenes con textos renovados que se expresaron en la trova por necesidad estética. Le llevaremos siempre en nuestros versos”.

En 1998 comienza su proyecto vital tras consolidarse como productor y compositor de bandas sonoras. Se propuso “salvar la memoria musical de Santiago” desde su casa, en el estudio de grabación que compartía con su mujer y sus tres hijos. La trova tradicional, “un arma fundamental en la cultura del país”, estaba “mal atendida y apenas sonaba en las radios”. Muchos trovadores quedaron condenados a la tradición oral “sin quedar nada grabado”. Daniel Castillo fue el primero que pudo rescatar. “Pisó un estudio por primera vez a los 90 años, dos antes de morir. Estaba en plena forma”. Poco después, el también productor Ry Cooder hizo lo mismo con Compay Segundo y otras estrellas que catapultó Buenavista Social Club. “Fue una bendición. Aquellos ancianos olvidados tuvieron que triunfar primero fuera del país para ser conocidos dentro. Tenían una inmensa riqueza de la canción cubana”, donde abarcaron aquella trova tradicional en himnos como Chan chan o El cuarto de tula.

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Aquel estudio casero, llamado El Sótano de Amanda, cumplirá 25 años en diciembre. También ha estrenado a jóvenes promesas como Leonardo García o a Son de la Rambla, un grupo de amigos catalanes que peregrinaron durante años a Santiago impregnados por el folclore latinoamericano. Este octeto donde abundan los septuagenarios lleva dos décadas consagrado en Barcelona como habituales del Harlem Jazz Club y otros locales. Aquiles les produjo Plátano maduro, el álbum donde volcaron clásicos y temas propios. Carlos Romagosa, miembro fundador, es uno de los artífices de la gira europea de Aquiles. Le plantó en el Harlem con su guitarra. Estaba “tan nervioso” como aquel día de la evaluación, pero transformó la sala en un patio santiaguero arropado por sus colegas trovadores afincados en distintos puntos de Cataluña.

Antes de partir a Suiza, Aquiles pasó por Fedelatina para trazar la evolución de la trova desde desde el Santiago finales del siglo XIX. Para él no hay vieja ni nueva: “Siempre fue una”. “Parece imposible haber juntado tantos ritmos en un solo espacio”, sentenció el historiador cubano Arsenio Rodríguez sobre esta región. La revolución haitiana “que trajo a 30.000 franceses al este de la isla” fue el caldo de cultivo para que emergiera Tristeza, el primer bolero grabado por Pepe Sánchez en 1885, y otras expresiones como la guaracha, el danzón o el son. Rodríguez también analizó el fenómeno lírico de la nueva trova en El divino guion de habana abierta (Muntaner), con aquellos cantantes “inspirados por norteamericanos como Bob Dylan, pero amparados por el gobierno”. Para él, Aquiles es “una de muchas joyas ocultas que, por muy buenos compositores que sean, tienen la tragedia de vivir en provincias: Si no estás en la Habana, no existes”.

Su último trabajo, Otro abril, sigue una estela de once álbumes donde Santiago de Cuba ha sido una constante. Aquiles está convencido que no habría recolectado tantos reconocimientos, como sus dos premios Cubadisco, sin mantenerse ligado a su tierra. “En La Habana no haría igual mis canciones. La obra de uno se hace desde tus raíces, donde permaneces y te desenvuelves a diario. Allí no voy a encontrar lo que me aporta Santiago emocionalmente: sus personajes, sus rincones, todo. El trovador es el cronista de su tiempo”. Y como dice en sus Estampas a Santiago, “la ciudad vive prendada de los trovadores”.

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