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El mito de un pasado mejor da alas a la extrema derecha en Ripoll

El intento de frente común del resto de los partidos para desplazar a la formación xenófoba Aliança Catalana choca con las exigencias de Junts per Catalunya

Un mujer pasea a su perro en Ripoll frente a la sede de Aliança Catalana.
Un mujer pasea a su perro en Ripoll frente a la sede de Aliança Catalana.Albert Garcia
Marc Rovira

El auge del partido independentista de extrema derecha Aliança Catalana ha convertido a Ripoll (Girona) en diana de la atención mediática, con el interés puesto en saber si antes del sábado fragua o no un pacto a cuatro —Junts, ERC, PSC, y la CUP— para apartar de la alcaldía a la ultra Sílvia Orriols. Los vecinos no disimulan el hartazgo cuando se les pregunta su parecer por el intento de veto a la líder de Aliança Catalana y replican que, más que poner el foco en saber si “la Sílvia” va a mandar o no, es menester preguntarse por qué su partido ha ganado las elecciones. Ripoll no tiene más población migrante que los pueblos vecinos ni tampoco padece unas elevadas tasas de delincuencia, pero se ha hecho hueco el discurso xenófobo acerca de los supuestos beneficios sociales que tiene la población extranjera y se expande el relato que vincula a la inmigración con la criminalidad. En el enredo, Orriols vence.

En pleno centro de Ripoll luce el monasterio de Santa Maria, con su imponente pórtico románico, para muchos símbolo fundacional de la nación catalana y que le ha valido a la población el sobrenombre de “cuna de Cataluña”. A poca distancia de la popular parroquia está la sede de Aliança Catalana, el partido que ha puesto en jaque la composición del Ayuntamiento y que, si no hay un frente unitario que lo evite, gobernará el municipio los próximos cuatro años.

Junts per Catalunya, que el 28 de mayo perdió cinco ediles y anunció que renunciaba a entrar en ningún gobierno, exige ahora liderar la alianza de partidos para cerrarles el paso a los ultras. “O salgo yo o sale Sílvia Orriols”, ha advertido Manoli Vega, cabeza de lista de Junts. “La pelota la tienen los otros partidos”, dice. El anuncio causó estupefacción en ERC, PSC y la CUP, que habían llegado a comunicar un acuerdo consensuado para apartar a Orriols. Aliança Catalana tiene seis concejales, a tres de la mayoría. Junts y ERC tienen tres cada uno, y el PSC y la CUP dos. También logró representación un partido independiente.

En Ripoll y sus aledaños las factorías textiles procuraron empleo y prosperidad durante años. La reconversión industrial no ha resultado fácil, y una de las grandes empresas que resiste es Soler&Palau, especialista en sistemas de ventilación. Las cifras de paro no son especialmente malas en la comarca, sobre el 8%, pero Sílvia Orriols exprime el recuerdo de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Alimenta la idea de que Ripoll languidece lastrado por las influencias de los que llegaron de fuera. “Lo que digo es válido para inmigrantes de Andalucía, de Marruecos o de Japón”, ha afirmado.

En el local de Aliança Catalana hay varios carteles con el rostro de Sílvia Orriols, capaz de decirle a una diputada de Esquerra que usa velo islámico que se quite el “trapo” o de afirmar que en Ripoll “muchos musulmanes” escucharon cómo se tramaban los atentados del 17 de agosto de 2017 en Barcelona y Cambrils. “Pudieron haber evitado la tragedia y no hicieron nada”, afirma. Al lado de la base de operaciones de Aliança Catalana hay un kebab regentado por Muhammad Shahpal, originario de Pakistán. Dice no tener “ningún problema” con sus vecinos, ni con el mensaje que propagan. “Hay que limpiar el pueblo, el que viene para trabajar, bien. Si no, fuera”, afirma. Lleva 30 años en Ripoll y considera que “hay mucha inmigración”. Asegura tener derecho a voto, pero dice que no lo ejerció el 28 de mayo porque se fue a buscar setas.

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En un concurrido bar de la plaza desayuna Xavier Carbonell junto a su madre, vecinos de Ripoll de toda la vida. Los acompaña Remei Mercader, que dice ser votante de “la Sílvia”. Considera que Aliança Catalana “es una extrema derecha distinta, no es como Vox”, y pone de relieve que la ganancia de votos tiene una explicación sencilla: “Estamos muy enfadados, porque hay gente que no se quiere integrar. Yo no estoy en contra de la inmigración, porque a saber con lo que nos podemos encontrar algún día, pero si vas a un lugar que no es el tuyo tienes que integrarte”. En la tertulia no queda claro en qué debe consistir esa demandada integración. Varias voces suenan a la vez, y sobresale una que relata el supuesto caso de una musulmana embarazada que, señalándose la barriga, dijo: “Este que llevo aquí dentro os va a mandar”.

Una de las cantinelas de Orriols alude a una supuesta “invasión” de los forasteros, específicamente de la población musulmana. En Ripoll, el volumen de población de origen extranjero es del 13%, según la Generalitat. Menos que en municipios vecinos como Camprodon, Setcases o Vilallonga de Ter, y la mitad que en los cercanos Vic y Manlleu, donde hay una potente colonia magrebí empleada en las poderosas industrias cárnicas. Moha tiene 41 años y trabaja en una carnicería árabe en Ripoll. “En Vic y Manlleu no se encuentra alquiler”. Dice que en Ripoll paga 360 euros por un piso de dos habitaciones donde convive con su mujer y dos niños.

Muhammad Shahpal, paquistaní, tiene un bar junto al local de Aliança Catalana en Ripoll. /ALBERT GARCÍA
Muhammad Shahpal, paquistaní, tiene un bar junto al local de Aliança Catalana en Ripoll. /ALBERT GARCÍAAlbert Garcia

Justo delante del monasterio de Santa Maria, un camarero de origen asiático sirve copas de cava en una terraza. A la pregunta de si percibe racismo en Ripoll responde un lacónico: “Yo no sé nada”. Un cliente del establecimiento interviene para recalcar que hay mayores ignorantes que el camarero: “Los periodistas no sabéis lo que decís, la Sílvia no es de ultraderecha”. El cliente, que rechaza facilitar su nombre, tira de tópicos antinmigración: “Hay gente que va a buscar ayudas y comida en un BMW, y cuando hay alguien que destapa eso, se la tilda de racista”. El hombre asegura no ser votante de Orriols, confiesa que su papeleta fue para Junts, pero opina que “tendrían que dejarla gobernar”. De manera parecida opina Eudald Riera, de 91 años: “Para mí la mejor política es vive y deja vivir, pero habría que dejarla probar. Lo bueno que tiene esto es que, si no gusta, dentro de cuatro años se puede cambiar”. Junts gobernó el último mandato, y antes Convergència i Unió. Esta vez, la lista perdió 1.700 votos. Orriols ha ganado casi 1.000 en cuatro años.

Hay que limpiar el pueblo, el que viene para trabajar, bien. Si no, fuera”
Muhammad Shahpal, originario de Pakistán y residente en Ripoll desde hace 30 años

Otro mantra de la ultraderecha alude a un supuesto clima de inseguridad creciente en Ripoll. “Somos la capital de comarca de Cataluña con el índice de delitos más bajo”, afirma Francesc Campayo, jefe de la policía local. “Puede haber problemas de incivismo, pero no de delincuencia”, remacha. También causa cierto furor la teoría que dice que a la hora de tener ayudas sociales, las facilidades abundan para los foráneos. “Sobre todo para los marroquíes. Lo pides tú y todo son problemas, y ellos venga a tener montoneras de hijos”, dice Rosalía Medinilla, cubana que lleva más de 20 años en la localidad.

“En 10 años aquí lo único que he cobrado ha sido la paternidad”, replica Tahir Sajid. Tiene 38 años y pasea un niño de año y medio junto a su esposa, que luce velo islámico. “Trabajo nueve horas al día y pago cada mes lo que me corresponde”, defiende. Preguntado sobre si le preocupa que un eventual gobierno de Orriols ponga restricciones al tipo de vestimenta que lleva su mujer, se encoge de hombros. La mezquita de Ripoll, lustrosa, recién pintada, también es uno de los motivos de censura de Orriols. Driss, un albañil del norte de África que responde con acento andaluz, se muestra tranquilo mientras se dirige al rezo: “Esa, ¿qué va a hacer? Si no puede mandar sobre todo”.

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