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La Orquesta del Liceu se corona en París

El Gran Teatro de La Rambla culmina la celebración del 175 aniversario interpretando ‘El castillo de Barbazul’ en la Ópera

Un momento del concierto con Josep Pons, en el centro, junto a Bryn Terfel e Iréne Theorin. / ELISA HABERER
Un momento del concierto con Josep Pons, en el centro, junto a Bryn Terfel e Iréne Theorin. / ELISA HABERER
Àngels Piñol

La Orquesta Simfónica del Gran Teatre del Liceu ha culminado este fin de semana en París sus 175 años de historia tocando en la Ópera de la Bastilla El Castillo de Barbazul, de Béla Bartok, esa obra de 1918 inspirada en el ogro del cuento de Perrault y que no deja de ser un retrato de la psicología humana sobre el amor, la curiosidad y la pasión. Acompañada en el escenario por la soprano sueca Iréne Theorin y el tenor galés Bryn Terfel, la orquesta, dirigida por Josep Pons, recibió en su debut una calídisima ovación por las más de 2.000 personas —sobre un aforo de 2.700— que acudieron a la cita en este templo de la música.

No suelen viajar mucho los músicos, salvo pequeñas giras como las que harán esta semana en Cataluña, con actuaciones en Manresa, Sant Cugat o Lleida. La última vez que actuó en el extranjero fue en 2017 en Ginebra ante las Naciones Unidas. Quizá es porque no es fácil mover a una orquesta de estas dimensiones: 90 músicos viajaron a París mientras un tráiler transportaba por carretera los grandes instrumentos: contrabajos, tambores, chelos y los fracs y el resto de sastrería. El concierto se inscribió en el intercambio con la Orquesta de la Ópera Nacional de París que, con Gustavo Dudamel al frente, tocó en otoño la Novena de Mahler en el Liceu y que se aplazó en su día por la pandemia. Las dos orquestas están hermanadas y ahora el Liceu ha devuelto la visita ya sin el venezolano al frente de la orquesta parisina, y también esta vez en su caso con una baja de un violinista por covid.

Con una agenda apretada por la exigencia de Parsifal —cinco horas tocando— durante estas semanas y el calendario de la próxima, los músicos ensayaron tres veces la ópera de Bartok, en Barcelona, con los cantantes incluidos, y una el sábado ya en el teatro de La Bastilla. La música, casi teatralizada, narra el dramático diálogo entre Judith (Theorin) y Barbazul (Terfel) cuando llegan al castillo. Ella reclama las llaves para abrir las siete puertas pese a la oposición de su amado que le pide que ceje en su curiosidad. En la sexta puerta ella cree ver un lago y él la corrige diciendo que son lágrimas y tras la séptima descubre de forma siniestra a las exmujeres de Barbazul.

”Yo adoro esta ópera. La he tocado muchas veces. Ya la hicimos en 2007. Me ha acompañado toda la vida. Bartok es como todos los grandes: con pocos gestos explica muchas cosas”, afirmó tras el ensayo Pons en un lateral del teatro sudando por el esfuerzo —los músicos pasaron mucho calor durante la actuación— justo antes de irse a cambiar de ropa. “Lo que más me fascina de esta ópera es el teatro de reflexión psicológica que incorpora. Cuando uno pregunta y el otro le dice que no quieras saber”. El tenor galés se mostró entusiasmado por interpretar por primera vez a Barbazul apuntando que la fonética y las vocales del texto, en húngaro, le recordaba a su idioma, mientras Theorin, ataviada para el ensayo con una túnica de color rosa, permanecía en el escenario. “Barbazul es un personaje muy oscuro: quiere a su mujer pero le da la llave y cuando se abre la puerta se une a las damas del castillo”, dijo elogiando la “increíble” prestación de la orquesta.

Adoro esta ópera. La he tocado muchas veces. Me ha acompañado toda la vida. Bartok es como todos los grandes: con pocos gestos explica muchas cosas”, dice Pons

La obra dura una hora y es tan singular que, por ejemplo, la partitura está concebida para ser interpretada por un xilófono especial para la ocasión —alquilaron uno a una empresa holandesa— que se toca en sentido vertical en lugar de horizontal. El concierto, con una percusión sublime, fue acogido con cuatro salvas de aplausos. La cita, que contó con la presencia del embajador español en Francia y de las consejeras del Govern Natàlia Garriga (Cultura) y Meritxell Serret (Acción Exterior), fue calificada de momento histórico tanto por el director de la Ópera de la Bastilla, Alexander Neef, como por Salvador Alamany. El presidente del patronato hizo una comparativa entre la relación que guardan la Ópera Garnier y la Ópera de la Bastilla como la que se podrá establecer en el futuro entre el Liceo y el Liceu Mar, que prevé que esté abierto en 2028. Fue entonces cuando invitó a la Orquesta de París a tocar de nuevo en Barcelona.

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La Orquesta de Los Ángeles tocará la próxima temporada Fidelio, dirigida por Dudamel, y el coro del Liceu viajará después a Londres y a Estados Unidos. Queda la duda si lo hará más la orquesta aunque todo apunta que la dirección se inclina por internacionalizar el teatro priorizando, por ejemplo, las coproducciones. Muchos músicos querrían viajar más. “Al Liceu le iría bien por su reputación y para promocionarse en el extranjero”, explicó un músico mientras otro lamentó que fuera un viaje relámpago, de 24 horas. Pero el viaje salió redondo y muchos tomaron fotos de recuerdo. Un intérprete de viola tomó el micrófono en el avión de vuelta, haciéndose pasar por el comandante, felicitó a sus compañeros y anunció como regalo pócimas mágicas de Panoramix y dos entradas para el domingo para ver... a la OBC.

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