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CLARA PONSATÍ
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Caso Ponsatí: vuelva usted a por mí mañana

Para ganar a un enemigo imposible debes ponerte su uniforme, que es exactamente lo que intenta hacer la eurodiputada en su contencioso contra el juez Llarena

Clara Ponsatí, en el Parlamento europeo el día que debía declarar ante el juez Pablo Llarena.
Clara Ponsatí, en el Parlamento europeo el día que debía declarar ante el juez Pablo Llarena.Delmi Alvarez

Un profesor explicaba el secreto de la dialéctica hegeliana con una anécdota sobre un soldado alemán en el frente ruso que no puede dormir porque siempre tiene la misma pesadilla. Sueña que está solo el bosque y de repente, de todos lados vienen soldados soviéticos y lo matan con kaláshnikovs. Tiene esta pesadilla cada noche, y nada le ayudaba. Hasta que un día se ve atravesando el bosque y ve a los soldados soviéticos de siempre, pero de repente tiene la sensación de que no quieren matarlo, y no sabe por qué. Hasta que se mira y ve que lleva un uniforme soviético y en sus manos también está un kaláshnikov. Naturalmente, a partir de ese día duerme como una marmota.

La lección es que para ganar a un enemigo imposible debes ponerte su uniforme, que es exactamente lo que intenta hacer Clara Ponsatí en su contencioso contra el juez Llarena. La figura de Ponsatí es interesante porque es una pieza de caza menor pero nadie está atrapada como lo está ella. En un lado, ya lo sabemos, está la justicia española. Pero lo interesante es la telaraña de los suyos. Por un lado, Ponsatí quiere ser un verso libre crítico con la renuncia del gobierno a defender la independencia declarada en 2017, por lo que siempre la recordaremos como la que primera insider que pronunció la palabra “farol”. Al mismo tiempo, Ponsatí está demasiado ligada con el espacio de Junts, personal, política y laboralmente como para hacerlo estallar en todo y empezar a denunciar interioridades, en cuyo caso, para empezar, seguramente se quedaría sin abogado.

En esta posición ambigua, lo que todavía atrapa más a Ponsatí es un deseo personal de seguir militando en la política de denuncia del conflicto nacional contra la opción de disimularlo, que es lo que la ha llevado a no entregara como hicieron Anna Gabriel y Mertixell Serret. Tras el derrumbe del 17, la lógica que ha conquistado la hegemonía en el postindependentismo es que, si nadie sabe cómo ganar, mejor no perder el tiempo luchando, desde el modo en que se puso una alfombra roja para el 155 hasta cómo Laura Borràs retiró el escaño a Pau Juvillà sin obligar al Supremo a ir hasta el final. Ponsatí quiere demostrar que la única política independentista útil es convertirse en un problema agotador que obligue a España a chocar contra sus límites y escenificarlos en cada pequeña oportunidad.

Ponsatí no pretende nada más ni nada menos que dar ejemplo político, un ejemplo limitado por su peso relativamente modesto y sus concesiones y contradicciones con el espacio de Junts, que además son especialistas en hablar de irredentismo mientras practican autonomismo. No es gran cosa, pero si el gran poder de España es el leviatán burocrático y legal que impide cualquier salida política a la autodeterminación, dejar de ahorrar problemas a los jueces y convertirte en una piedra en sus zapatos hace que la angustia cambie de bando y puedas dormir tranquilo, que es la única forma de tener ideas nuevas.

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