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magia
Crónica
Texto informativo con interpretación

La casa inventada del Mag Lari

El artista convierte un caserón de Castellserà en un cobijo para la memoria y las leyendas

Tomàs Delclós
El Mag Lari posa en su casa de Castellserà, en Lleida.
El Mag Lari posa en su casa de Castellserà, en Lleida.

Desde que Josep Maria Lari Viaplana (Barcelona, 49 años), el Mag Lari, compró en 2018 el casalicio de la familia Tarragona en el pueblecito leridano de Castellserà ha dedicado cuatro años para transformar, con sus manos y herramientas, los 1.500 metros cuadrados de aposentos y rincones. Ahora es la Casa dels Àngels. Pero no se trata de reconstruir, por ejemplo, supuestos oropeles del ochocientos o devolverle la austeridad agraria que, quizás, un día tuvo esta casa solariega de 1580. Lo que ha hecho Lari es inventarse unas habitaciones extremadamente ornamentadas con mobiliario, cuadros u objetos que salen de toda una vida comprando a chamarileros, anticuarios o encontrados en unos encantes. Y no solamente esto. También hay recuerdos familiares, piezas de la historia de la magia cedidas por amigos o instituciones, vestidos y aparatos que ha usado en sus espectáculos, etcétera. El equipamiento de la enfermería son enseres del padre y el abuelo, sanitarios. Los escolapios de Sant Antoni han dejado en depósito la maleta de juegos de manos del padre Wenceslao Ciuró, autor de estimadísimos tratados de ilusionismo. “De ninguna forma he querido hacer un museo de la magia o del Mag Lari. Este tipo de museos no tienen mucho sentido ahora”, comenta Lari, mientras me acompaña con gran gentileza, y pasión por el detalle, a visitar este caserón de muy buen ver.

Durante el paseo se pasa por un oratorio, habitaciones de dormir, despachos, cocinas económicas, una prisión, la zona del servicio... La decoración, sin embargo, no es del todo aleatoria. “En 1978, una monja de la familia arregló la casa y documentó muchas cosas”. Hay escenas y objetos inspirados en la historia de la casa -la visita de Pau Casals, por ejemplo- o retratos del linaje de los Tarragona de 1675. Los sótanos, donde la familia propietaria seguramente tenía la despensa con las longanizas y la bodega, Lari los ha convertido en una cueva, una catacumba. Sus pasillos llevan a la contemplación del Santo Grial. “Se dice que el cáliz que guardó la sangre de Cristo pasó una noche aquí. Una leyenda difícilmente sostenible porque cuando se levanta la casa, incluso los templarios habían dejado de existir”. De todos modos, Lari no quiere anular todo el misterio y explica que la copa que se muestra es una copia del cáliz de Doña Urraca que se conserva en León y que algunos expertos sostienen que es el Grial que el sultán egipcio Al-Mustansir regaló al sultán de Dènia para agradecerle su ayuda en una época de gran hambruna. Hay que decir, eso sí, que Parsifal no está, ni se le espera.

“Lo que sí que está plenamente documentado es la ejecución en 1616, acusada de brujería, de Francina Redorta. Dicen que era sirvienta de los Tarragona y que la familia, después de su muerte, ahorcada en el Tossal de les Forques, empezó a escuchar gritos y pasos en las buhardillas donde había vivido. Para protegerse, las clausuraron, convertidas en un palomar, y pusieron angelitos encima de las puertas. De aquí viene el nombre que ahora tiene la casa y porque usamos angelitos para orientar al visitante sobre qué puertas tiene que ir cruzando”. Ahora las buhardillas son la zona dedicada a Francina y se acaba con un homenaje a la bruja que no lo era. Una inscripción habla de una mujer valiente, víctima de la injusticia y de un pueblo atemorizado que la delató con falsedades. “Es un escrito que hemos hecho nosotros y debajo he puesto una piedra, con dos cruces, que fui a buscar al lugar donde la ejecutaron”. En otro lugar hay un busto de Francina, obra de la escultora Tània Font, encargado por Lari con el mismo propósito de reivindicar su memoria. Sobre toda la figura hay dibujadas las hierbas que usaba para los remedios.

Cada aposento tiene su clima musical. En la habitación dedicada a Pau Casals se escucha El cant dels ocells y dónde hay una reunión fantasmal de vecinos contra la bruja se oye el griterío infamante del pueblo. En un rincón se contempla una jaula que hace pensar en el carro que transportaba los condenados hacia el cadalso. Pero no es esto. “Es una jaula que usaba en mis espectáculos y ahora adquiere otro sentido. Las cosas me encajan sin querer”.

La Casa dels Àngels está abierta al público, que lo explora organizado en pequeños grupos. Lari insiste en que no es ningún escape room. Todas las salidas están claramente indicadas. “Lo que proponemos es una experiencia”. Una experiencia nada reverencial, más bien juguetona, porque a los visitantes se les pide localizar una serie de objetos que hay en las habitaciones. Una guía da, de vez en cuando, unas explicaciones básicas. La visita también incluye un breve espectáculo de magia en un pequeño teatro que recuerda la sala Llantiol de Barcelona donde debutó Lari. Y se acaba contemplando la lujosa memorabilia que Lari ha ido adquiriendo de su ídolo Michael Jackson: calcetines, guantes Swarovski, una guitarra firmada, agendas, pijamas, talonarios de banco, dibujos... También hay un restaurante abierto a todo el mundo.

En la casa hay un Pantocrátor pintado por Lari donde la divinidad es... Michael Jackson. Las dependencias que no se visitan son el taller donde Lari trabaja construyendo enseres de magia o elementos de decoración, el piso donde vive y el lugar donde pinta. Su obra principalmente consiste en insertar irónicamente michael jacksons dentro de los más conocidos iconos románicos. En Montmeló, el año pasado, mostró una parte de estos trabajos. Por ejemplo, una Última Cena caníbal donde el cantante (Jesucristo) y los apóstoles zombis se han comido a Judas, de quien, pobrecito, apenas quedan pies y manos sobre la mesa. “La pintura me apasiona”, comenta Lari, que habla con idéntico entusiasmo de la apretada agenda de bolos que tiene por toda Cataluña o de su responsabilidad como director escénico del espectáculo del Mago Pop, a quien acompañará a los Estados Unidos. Cuando hace cosas que le gustan, pone todo el empuje. Para crear magia, para pintar iconos de una divertida malicia... o para inventarse una casa. Y todo tiene el aroma de un mundo muy particular.

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