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Salvador Illa
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Illa, en el papel de Rufián

El PSC se hace valer ante Esquerra con una estrategia para seducir a los antiguos votantes de CiU

Salvador Illa en una imagen de archivo
Salvador Illa en una imagen de archivoRicardo Rubio (EP)
Enric Company

Por lo que se está viendo en estas últimas semanas, el primer secretario del PSC, Salvador Illa, no se considera concernido por la ecuación “tú me apruebas en las Cortes los presupuestos de mi gobierno, yo te apruebo los del tuyo en el Parlament” que ha regido en los últimos años entre los partidos de izquierdas. O, en cualquier caso, no interpreta que deba aplicarla como un mero intercambio de votos parlamentarios.

Es casi seguro que la reciprocidad en esa política de apoyos mutuos entre socialistas, republicanos y los comunes, seguirá dándose. Les obliga la respectiva condición de gobernantes en minoría parlamentaria. Pero por lo que respecta a los presupuestos de la Generalitat, el apoyo llegará, si acaso, cuando el presidente Pere Aragonès haya pagado un peaje político equivalente al que ha tenido que abonar Pedro Sánchez. Illa está haciendo ahora en Cataluña lo que Gabriel Rufián hizo antes en Madrid. Para dar los votos de ERC al Gobierno de Sánchez, el grupo parlamentario de Rufián exigió en su momento onerosas contrapartidas políticas a la coalición de socialistas y Unidas-Podemos. Borrar la sedición de la lista de delitos del Código Penal y reformular el de malversación, con todo lo que en estos momentos cuelga de ellos, no es un asunto baladí. La contrapartida a eso, que tantos dolores de cabeza le lleva al PSOE, no puede reducirse a una graciosa aprobación de los presupuestos del minoritario gobierno catalán por los diputados del PSC en el Parlament. La idea de Illa es cobrarse piezas de caza mayor. La cuestión estriba en determinar cual es el precio adecuado.

Y aquí es donde ha saltado la gran sorpresa. A la hora de presentar sus principales demandas, lo que Illa ha sacado del cajón para la negociación presupuestaria ha sido… ¡una lista de grandes obras públicas con fuertes contraindicaciones sociales y medioambientales que Junts defendía cuando estaba en el Gobierno con ERC! Es una apuesta fuerte, dirigida a determinar jerarquías entre los tres partidos. Illa y el PSC conocen perfectamente la oposición de ERC y los Comunes a esos proyectos, por lo que en realidad lo que plantean es un trágala susceptible de reventar mayorías parlamentarias o de gobierno: el complejo lúdico-turístico de Hard Rock en Salou, el proyecto de ampliación del aeropuerto de El Prat y la continuación por el Vallès de las obras del IV Cinturón de Barcelona. Se trata de la lista de conflictos que enfrentan a los ecologistas con los constructores, a los ayuntamientos de Barcelona y El Prat con el de Gavà, a la izquierda social y ecologista con la que aplaude las políticas desarrollistas partidarias del cemento. Es la pugna entre los promotores del crecimiento económico a cualquier precio y los partidarios de otro modelo de desarrollo.

En otro plano, se trata también, en suma, de que en la siempre presente pugna por ocupar el espacio de poder y electoral abandonado por los herederos de CiU en su alocada deriva independentista, el PSC de Salvador Illa se presenta a sus interlocutores de la derecha económica catalana como la alternativa de orden y continuismo en el poder que echan en falta. A Illa le impulsa la poderosa atracción de ese vacío de poder que Xavier Trias quiere volver a ocupar como candidato a la alcaldía de Barcelona apelando al recuerdo de sus ya lejanos buenos tiempos como mano derecha de Jordi Pujol.

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