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Referéndum independentista
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El cuento del referéndum

Esquerra apuesta por una nueva votación en la que la victoria del sí sería clara si se diesen al mismo tiempo al menos un 50% de participación y al menos un 55% de votos afirmativos

Albert Branchadell
Un hombre vota en un colegio de Barcelona durante el referéndum independentista del 1 de octubre de 2017.
Un hombre vota en un colegio de Barcelona durante el referéndum independentista del 1 de octubre de 2017.Claudio Alvarez

El próximo 28 de enero se celebrará en Lleida el plenario del 29º Congreso Nacional de Esquerra Republicana de Catalunya. Con toda probabilidad en dicha sesión se aprobará la ponencia política presentada por la dirección del partido, que como es sabido propone para Cataluña un referéndum de autodeterminación a la montenegrina.

Es la primera vez que una ponencia política de ERC toma el caso montenegrino como modelo a seguir. En 2011 la ponencia del 26º Congreso no proponía nada en materia de referéndums; en 2015 la ponencia del 27º Congreso compró la idea de unas elecciones plebiscitarias; y no fue hasta 2019 que la ponencia del 28º Congreso apostó por un referéndum comme il faut, después del fracaso del 1-O, pero sin citar ningún precedente internacional.

La ponencia del 29º Congreso hace un encaje de bolillos y presenta las reglas que se aplicaron en el referéndum de Montenegro de 2007 como un ejemplo de la “claridad” exigida por el Tribunal Supremo de Canadá para aceptar la victoria del sí a la independencia en cualquier futuro referéndum que pueda celebrarse en Quebec. Como en el caso de Montenegro, para Esquerra la victoria del sí sería clara si se diesen al mismo tiempo al menos un 50% de participación y al menos un 55% de votos afirmativos.

La apuesta no deja de ser valiente. En primer lugar, porque supone una desviación al alza respecto a lo planteado hasta ahora. Ya hay quien se ha encargado de recordar a Esquerra las vehementes palabras de Oriol Junqueras en una entrevista de 2014, en las que citó media docena de casos en los que la victoria en un referéndum se conseguía simplemente con “el 50% más uno”. Pero la apuesta también es valiente porque pone las cosas más difíciles al independentismo. En la última década, el independentismo catalán nunca ha logrado el doble hito: en todas las votaciones celebradas hasta la fecha, siempre que la participación ha superado el 50% los votos independentistas nunca han alcanzado el umbral del 55%.

Curiosamente, del caso montenegrino ERC solo toma los porcentajes y olvida el contexto legal de la época. La constitución de la llamada Unión Estatal de Serbia y Montenegro contenía un artículo que reconocía el derecho de los estados miembros a abandonar la Unión, un detalle que no es baladí. En todo caso, puestos a inspirarse en precedentes balcánicos para elevar las exigencias de un referéndum y asegurar la legitimidad del resultado, Esquerra podría fijarse en Eslovenia. La ley que reguló el referéndum en aquel país preveía un umbral de aprobación más exigente que el montenegrino: la mayoría del censo electoral. En las elecciones del 14 de febrero de 2021 podían votar 5.623.962 catalanes. De haber sido un plebiscito con el umbral esloveno, las candidaturas independentistas deberían haber obtenido al menos 2.811.982 votos, cifra que es el doble de los obtenidos realmente y que sigue estando muy por encima del récord de 2.079.340 votos establecido en las dramáticas elecciones del 21 de diciembre de 2017.

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