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La compañía belga Peeping Tom entusiasma en el TNC de Barcelona con ‘Triptych’ y sus poderosas imágenes oníricas

Todo el público de la Sala Gran puesto en pie ovaciona en su estreno el espectáculo, con funciones hasta el día 20, y la entrega de los actores bailarines

'Triptych', de Peeping Tom
Una escena de 'Triptych', de Peeping Tom.Fotografía: Virginia Rota

Tras finalizar la función anoche, el público que llenaba a rebosar la Sala Gran del Teatre Nacional de Catalunya (TNC) se ha puesto en pie para ovacionar largamente a los bailarines de la compañía Peeping Tom, lo que les obligó a salir a saludar varias veces. Carme Portaceli, directora de este espacio escénico, ha sido valiente en programar 9 funciones, hasta el 20 de noviembre, de este grupo belga, cuando normalmente los espectáculos de danza suelen estar en cartel sólo dos o tres días. Seguro que esta apuesta la agradecerán los amantes de la buena danza y del teatro en general. Una recomendación: saquen ya una entrada para Triptych, vivirán una noche inolvidable.

En esta ocasión Peeping Tom, el grupo que lideran la argentina Gabriela Carrizo y el francés Franck Chartier y que tanto gusta a los amantes de la danza/ teatro de Barcelona, ha presentado un espectáculo formado por tres coreografías: The missing door, The lost room y The hidden floor; las dos primeras se vieron en el Festival Grec de 2020, bajo el nombre de Díptico, y de ellas ya dimos amplia información. El estreno estricto en el TNC era el de The hidden floor.

Es difícil encontrar adjetivos suficientes para describir la belleza, crueldad, imaginación y muy especialmente el virtuosismo técnico de esta compañía. Tryptych debe contemplarse como un todo, su protagonista absoluta es el interior de una habitación cambiante en la que los que transitan por ella van a la deriva entre recuerdos y obsesiones. Su desarrollo, en un ambiente surrealista, es muy cinematográfico y recuerda a las películas David Lynch por sus perturbadoras e inquietantes imágenes. Al salir del teatro, una espectadora decía que había pasado verdadero miedo, y es cierto que el espectáculo tiene momentos estremecedores, poco habituales en un escenario teatral. Las dos primeras coreografías enlazan con trabajos anteriores que se vieron en Barcelona como Le Salon y de À Louer: en cambio, la tercera vuelve a conectar con la poesía y magia que destilaba la inolvidable 32 rue Vandenbraden y que se convirtió en el mejor espectáculo del Grec 2012, y de Kind presentado en 2019 en el TNC, también el marco de la programación del Grec.

Los protagonistas de este espectáculo hermoso, valiente, inteligente y sobrecogedor son ocho excelentes bailarines, que a la vez son acróbatas y también actores: Konan Dayot, Fons Dhossche, Lauren Langlois, Panos Malactos, Alejandro Moya, Fanny Sage, Eliana Stragapede y Wan-Lun Yu. Ellos encarnan en las tres piezas a miembros de familias burguesas decadentes y a sus fieles sirvientes que esconden una gran ferocidad interior. Sus almas son oscuras. Los cuerpos de los intérpretes se lanzan en el espacio a una velocidad asombrosa, el suelo para ellos es una pista de aterrizaje, en la que rodillas, codos y cabezas se deslizan como peonzas. En ocasiones son auténticos contorsionistas, que desaparecen por agujeros tenebrosos y son arrastrados como hojas por un viento huracanado tras abrir una puerta. Excelente el trabajo corporal, con mucha técnica de mimo.

The hidden floor logró especialmente cortar la respiración al espectador: es de una belleza apocalíptica y hasta pavorosa, su protagonista es el agua. Ver como los intérpretes bailan sobre ella, arrojados a escena por una fuerza sobrenatural mientras a lo lejos se ve un fuego crepitante resulta hipnótico. Sus cuerpos desnudos se retuercen sobre el agua mientras un pequeño barco, un minúsculo Titanic, navega a la deriva en una bruma artificial. Tanto en esta pieza como en las anteriores los pasos a dos son hermosos porque los bailarines se engarzan como un solo cuerpo, a la vez que destilan una desesperación que pone los pelos de punta. Peeping Tom estruja el cuerpo de los bailarines al igual que el corazón del espectador. El diseño de luces de Tom Visser y los diferentes y acertados fragmentos musicales arropan esta experiencia única.

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