Cinco exposiciones de arte
De Turner a Alex Katz: un recorrido por algunas muestras artísticas en Madrid y Barcelona ahora que empieza el verano
Tres en Barcelona y dos en Madrid, entre otras: el inicio del verano da para escoger. Mi selección, perfectamente superable, comienza con la muestra de Joseph Mallord William Turner (Londres, 1775-1851) en el MNAC de Barcelona. Allí lucen casi un centenar de obras sobre la evolución de un artista que supo anticipar mucho de lo que iba a llegar en la segunda mitad del siglo XIX. Destaco sus acuarelas, Turner es uno de los mejores acuarelistas del mundo.
En este mismo Museo, Pepe Serra, su director, propone una selección de dibujos de artistas catalanes, encabezados por el reusense Mariano Fortuny y Marsal (1838-1874), cuya temprana muerte vuelve a hacer pensar en lo imposible, en aquello que habría hecho si hubiera vivido treinta años más. Formado en la Escuela de Bellas Artes de la nueva Llotja de Barcelona (1802), Fortuny y sus compañeros de exposición merecen una doble visita al MNAC.
En el MACBA se recupera el trabajo de Teresa Lanceta (1951), una artista barcelonesa de mi generación quien nos ha recordado el arte de tejer y ha ido más allá: lienzos, pinturas, dibujos, escritos y videos, más de doscientas obras. Destaco sus telas rojas y negras. Medio siglo de creación visual y táctil. Merece mucho la pena.
La tercera exposición barcelonesa, comisariada por Nadia Hernández Henche, es el Homenatge a Picasso. Vallauris 1972, en Espais Volart. Habrá una visita guiada el miércoles 13 de julio, vale la pena apuntarse si quedan huecos. Esta muestra recuerda el homenaje que casi trescientos artistas rindieron a Picasso a raíz de los atentados que sufrió su obra cuando el artista, eternamente polémico, cumplió noventa años. Antítesis vital de los pintores que murieron jóvenes, su obra permanece y Barcelona sigue siendo ciudad picassiana y abierta, por más que pese a algunos.
En Madrid recomiendo, también entre muchas, dos exposiciones. Una, la cuarta de esta breve lista, es Velázquez en Italia. Entre Luigi Amidani y Juan de Córdoba, en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Esta institución, fundada en 1744, es perfectamente envidiable porque nunca ha olvidado que sus sujetos son los artistas mismos -la dirige un músico, Tomás Marco (1942-)-. Sus objetos son la obra de los artistas, pero, a diferencia de otras academias, la de San Fernando, nunca ha perdido la preocupación por el artista mismo, sobre todo, cuando empieza. De esta muestra resalto uno de los pocos dibujos que se conocen de Diego Velázquez (1599-1660): el Estudio para el retrato de del cardenal Gaspar de Borja y Velasco, realizado entre 1643 y 1645. El artista no perdona y captura, despiadado, la mirada severa, oscura, recelosa de un eclesiástico con quien ninguno de sus contemporáneos habría deseado enfrentarse. Los dibujos conservan mejor que los óleos la inmediatez de la realidad, tremenda en este caso: este hombre se había enfrentado a un papa, participaría, en cónclave, en la elección de otro, Inocencio X, de quien luego Velázquez pintaría su mejor retrato romano, y Gaspar de Borja siempre fue antes un político que un diplomático. Velázquez, aún más que Goya, encarna la sintonía de algunos enormes artistas con la inmensidad del poder -algo académicamente mal visto, los profesores no somos ricos, ni poderosos-. Y para bien. Algo así, una conjunción semejante, quizás solo podría haber vuelto a ocurrir, con Pablo Picasso, si la República Española hubiera prevalecido en la Guerra Civil.
Mi quinta y última recomendación es la retrospectiva que el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza dedica al pintor norteamericano Alex Katz (Nueva York, 1927). Katz es, de nuevo, como Picasso, buen ejemplo del artista longevo, de uno tal que intuye antes que otros los estilos que van a llegar, que los sobrevive décadas y que acabará algún día su recorrido vital habiéndolos sobrevolado a todos. Este hombre lleva más de sesenta años pintando una figuración inconfundible que ha superado la abstracción tras hacerla propia, que domina como los mejores el rojo y el negro y cuyos retratos, a veces de una misma persona vista desde distintos ángulos -como los de su mujer Ada-, resultan cercanos, pero jamás se te echan encima. Pero a mí, ese día tórrido del 17 de junio, abrasado en Madrid, me llamaron la atención sus lienzos grandes. La obra de gran tamaño de Katz ha estado muy influida por las pantallas de cine, pero sobre todo lo ha sido por las vallas de publicidad. Por ello sus cuadros grandes nos absorben, se apoderan de nosotros en la calle, a plena luz del día, al sol. ¡Feliz verano!
Pablo Salvador Coderch es Catedrático emérito de derecho civil de la UPF.
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