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CORREDOR MEDITERRÁNEO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Corredor Mediterráneo: tomar el tren de la elección correcta

Durante el siglo XX el ferrocarril y la mayoría de lo que ahora conocemos como transportes sostenibles fueron convertidos en el enemigo a batir

Corredor Mediterráneo
Un tren de mercancías en el puerto de Barcelona, en una imagen de archivo.JOAN SÁNCHEZ

Hace poco más de 150 años nacía y crecía la red ferroviaria en la que actualmente se enmarca el Corredor Mediterráneo. El eje de comunicaciones que se desarrolla desde el Estrecho de Gibraltar hasta la frontera francesa creció a mediados del siglo XIX, al compás de la Revolución Industrial, comunicando los principales núcleos de población y producción con los puntos de exportación. Pero para entender el actual Corredor Mediterráneo debemos superar el siglo XX: un siglo donde el ferrocarril y la amplia mayoría de lo que ahora conocemos como transportes sostenibles fueron convertidos por las administraciones y los poderes económicos en el enemigo a batir. Gran parte de las conexiones ferroviarias fueron clausuradas, el transporte de viajeros fue relegado a los nuevos servicios de alta velocidad y el transporte de mercancías fue traspasado de forma evidente a la carretera.

Actualmente, el Corredor Mediterráneo y, especialmente, las infraestructuras ferroviarias del Camp de Tarragona narran la crónica de un desastre anunciado. La falta de planificación en la construcción de la red ferroviaria durante los últimos 40 años, con el único desarrollo de las líneas de alta velocidad, nos ha llevado a la construcción descoordinada de una serie de líneas que se alejan cada vez más de los potenciales viajeros, al tiempo que no ganan nuevos. En el ámbito de las mercancías se repite la misma historia, aún más acentuada, con las cifras de transporte de mercancías por ferrocarril más bajas de toda Europa. Consecuencia: una pérdida constante de industrias que transportan por ferrocarril, el colapso de autopistas como la AP-7, la construcción de una línea entre Vila-seca y Castellbisbal con tercer hilo que solo traerá un listado cotidiano de incidencias a los viajeros durante los próximos años.

La actual emergencia climática, los elevados precios de los carburantes, el colapso de la red viaria de autopistas y carreteras nos anuncian las crisis de los próximos meses y años. Pero esos problemas tienen una solución, y pasa por empezar actuaciones de urgencia, a corto y medio plazo, en la gestión de nuestra movilidad, especialmente en lo referente a la red ferroviaria. Y tanto en el transporte de viajeros como en las cadenas logísticas. En nuestro libro Transporte multimodal y autopista ferroviaria, publicado hace pocos meses, explicamos de forma clara cómo por toda Europa los camiones están desapareciendo de las principales autopistas gracias al concepto de la autopista ferroviaria: la carga directa de remolques de camiones, o camiones enteros, con el conductor descansando en un coche restaurante, sobre vagones de tren.

A estas alturas, y ya vamos tarde, es necesario actuar en la red de ADIF, poner en marcha proyectos como el tranvía del Camp de Tarragona o la estación intermodal de Vila-seca, reabrir la línea Reus-Roda, establecer nuevas terminales multimodales tanto en los principales hubs industriales (Penedès, La Llagosta, Vilamalla, etc.) como en los puertos de Tarragona y Barcelona, y hacer llegar el ancho de vía europeo a lo largo de todo el corredor. Solo una buena planificación de las próximas actuaciones en infraestructuras, evitando los errores del pasado, nos marcará un mejor camino a seguir, sobre todo si lo que queremos es construir una sociedad menos dependiente de los mercados exteriores, más sostenible y productiva, y con menos carencia de servicios.

Joan Carles Salmerón es director de Terminus, Centro de Estudios del Transporte.

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