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125 cruceros en mayo en Barcelona: la ciudad recupera la actividad prepandémica del sector

Las llegadas de barcos previstas este año apuntan a superar los números de 2019, aunque llevan menos pasajeros

Cruceros Barcelona
Los cruceros que este viernes 13 de mayo coincidieron en Barcelona suman más de un kilómetro de distancia.Carles Ribas
Clara Blanchar

Mayo y octubre son temporada alta de cruceros en Barcelona. Y basta acercarse al puerto a ver los buques o cruzarse con grupos de cruceristas en la Rambla para constatar que la ciudad ha vuelto a los niveles prepandémicos en presencia de estos hoteles flotantes. Este mes atracarán 125 cruceros en la ciudad: el 40% hacen escala de unas horas y el 60% tienen como origen o destino el puerto barcelonés. De enero a mayo la ciudad habrá visto atracar 252 cruceros, prácticamente los mismos que en 2019 (265). La diferencia es que ahora, con resaca pandémica, los barcos no atracan ni zarpan llenos.

Los datos de pasajeros se conocen con un mes de retraso. Entre enero y abril de este año la ciudad recibió a 220.000 cruceristas, menos de la mitad que en 2019, aunque la temporada alta arranca ahora. Las perspectivas son buenas, indican fuentes del Puerto de Barcelona: “Las navieras han vuelto apostar firme por Barcelona”, señalan sobre el que en 2019 era el primer puerto de cruceros del Mediterráneo, con 3,1 millones de cruceristas. “La situación internacional (covid en Asia, guerra en Ucrania) dificultan predecir la ocupación y los resultados de 2022″, señalan desde el puerto, donde recuerdan que los cruceristas norteamericanos son un 18%. Las llegadas previstas apuntan a superar las cifras de buques de 2019.

El retorno de esta industria es aplaudido por el área de turismo del Ayuntamiento (que durante este mandato está en manos de los socialistas), por los hoteleros y los restauradores. Para los hoteles próximos al puerto, “los cruceristas llegan a suponer un 40% de la facturación en los meses fuertes”, asegura el director general del Gremio de Hoteles, Manel Casals. Víctor Márquez, del hotel Arc, ubicado en la Rambla, afirma que este mes tienen un 20% de cruceristas entre su clientela, americanos que se alojan una o dos noches desde que atracan hasta que vuelven a zarpar.

En cambio, entidades vecinales del centro y asociaciones ecologistas se llevan las manos a la cabeza con el regreso de una industria que ven como un destilado de las llamadas “externalidades negativas” del turismo: contaminación, presión sobre los barrios y la vivienda y desaparición del comercio de proximidad. Lo enumera Daniel Pardo, de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico. “La pandemia fue una parálisis que pareció replantear las cosas, pero estamos donde estábamos: riadas de tours que se identifican por lo numerosas que son”, apunta Pardo, que rechaza la descentralización de los visitantes: “Es extender el problema a más zonas”. “No se entiende que el mismo Gobierno municipal que declara la emergencia climática permita que esta industria siga creciendo en la ciudad”, lamenta.

El Gobierno de la alcaldesa Ada Colau y el Puerto de Barcelona alcanzaron un acuerdo en 2018 que prevé construir nuevas terminales (hasta siete, ahora hay cinco) en el muelle adosado. El pacto aleja los cruceros del centro y fija un límite de espacio, pero hay margen de crecimiento. El puerto no pone fecha la finalización de las obras. Está previsto que MSC comience las obras de la sexta terminal en breve. Los nuevos muelles atraen a barcos más nuevos y mayores. Esta temporada, el crucero más grande del mundo, Wonder of the Seas (de Royal Caribbean, 365 metros de eslora y 9.300 personas entre cruceristas y tripulantes) hace escala en Barcelona cada domingo.

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El concejal de Turismo del Consistorio, Xavier Marcé, defiende que “la economía del visitante es globalmente beneficiosa” y que están combatiendo los efectos negativos del turismo con planes como el de hoteles. Sobre los cruceros, Marcé apela a la apuesta “por la descarbonización, priorizar los cruceros de origen y destino (que comportan gasto en alojamiento las noches anteriores y posteriores) en detrimento de los que están de paso; y políticas de movilidad en la ciudad para evitar la concentración en puntos como la Rambla”.

Para los cruceristas que visitan la ciudad durante una escala —”los que nos interesan menos”, opina— Marcé trabaja con el Puerto de Barcelona en medidas como que los recién llegados pueda salir en autocares que paren en distintos puntos de la ciudad o la posibilidad de crear una ruta del bus turístico que llegue hasta los muelles para que los cruceristas puedan hacer una visita “descentralizada y panorámica”.

Palma limita los cruceros a tres al día

Desde este 2022 el puerto de Palma limita la llegada de los cruceros a tres buques por día, de los que solo uno puede tener capacidad para más de 5.000 pasajeros. La regulación es fruto de una larga negociación emprendida por el Gobierno regional con la Asociación Internacional de Líneas de Crucero para rebajar la presión de la concentración de cruceristas en temporada alta. El Gobierno de Baleares no podía regular la llegada y optó por negociar. A pesar de que los Puertos de Baleares son de competencia estatal, la Consejería de Turismo llevó la voz cantante en las negociaciones debido a la importancia estratégica que los puertos tienen en la comunidad autónoma. Antes de la covid, la masificación en las calles del centro histórico de Palma provocaron una gran contestación social y derivaron en la creación de una plataforma ciudadana contra estos megabuques. El año 2019 marcó un punto de inflexión con la llegada 2,6 millones de cruceristas y la escala de 818 buques convirtiendo Palma en el segundo puerto de destino a nivel nacional, por detrás de Barcelona. La previsión de este año es de 518 y la limitación los repartirá a lo largo de todo el año, porque en 2019 llegaron a atracar seis en un solo día. - LUCÍA BOHÓRQUEZ

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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