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Crisis del coronavirus
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cuarta dosis ¿para cuándo?

Con un incremento de casos en las personas de mayor edad hay que plantear la necesidad de administrar otra dosis a la población mayor de 80 años

Vacunas contra la Covid-19
Vacunación contra el coronavirus a mayores de 80 años en el CAP Roger de Barcelona, en febrero de 2021.MASSIMILIANO MINOCRI (EL PAÍS)
Magda Campins

La estrategia de vacunación frente a la COVID-19 tiene por finalidad proteger a la población de la enfermedad grave causada por el virus SARS-CoV-2. Esta estrategia se ha ido modificando a medida que se han ido autorizando nuevas vacunas, de acuerdo con la situación epidemiológica y al avance del conocimiento científico. Las vacunas actuales ofrecen una protección elevada contra la enfermedad grave, pero su efectividad es menor para prevenir la infección y la enfermedad leve o moderada. Además, la circulación de variantes del SARS-CoV-2 con diversas mutaciones, algunas en determinadas regiones de la proteína S, pueden aumentar su capacidad de transmisión y/o escapar al efecto protector de las vacunas disponibles.

Los estudios de efectividad realizados en diferentes países muestran que la protección frente a enfermedad sintomática es más baja frente a la variante Ómicron que frente a Delta, con una disminución rápida con el tiempo transcurrido desde la última dosis (efectividad inferior al 10% a los seis meses de la segunda dosis, que se incrementa hasta el 50-75% en los tres primeros meses tras la administración de la tercera dosis, pero decae al 40-50% transcurridos entre cuatro y seis meses de ésta).

No obstante, la protección frente a enfermedad grave y hospitalización sigue siendo elevada, en especial tras la tercera dosis (efectividad del 30-35% a los seis meses de la segunda, con un aumento hasta el 80-95% en los primeros tres meses de la tercera dosis y un descenso al 75-85% a los entre cuatro y seis meses de ésta). En Cataluña, el 86% de la población a partir de 12 años ha recibido la pauta completa (dos dosis) y el 50% de los adultos han recibido una tercera dosis (más del 80% de los mayores de 70 años).

Han transcurrido ya más de cinco meses desde la puesta en marcha de la administración de la tercera dosis en las personas de mayor edad y en los grupos más vulnerables. Por tanto, esta pérdida de protección vacunal con el tiempo justifica que nos preguntemos: ¿Quién debe recibir una cuarta dosis y cuándo?

Algunos países lo están haciendo, aunque con criterios diferentes. Israel, desde enero, a las personas inmunodeprimidas y a toda la población a partir de 60 años, pasados cuatro meses de la tercera dosis. Estados Unidos lo recomienda a partir de los 50 años y a las personas inmunodeprimidas mayores de los 12 años, también cuatro meses después de la última dosis.

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El posicionamiento de la Agencia Europea del Medicamento (EMA) y del Centro Europeo de Prevención y Control de Enfermedades (ECDC) publicado el 6 de abril y basado en la evidencia científica disponible hasta este momento limita la recomendación según edad a los mayores de 80 años, con la posibilidad de ampliación al grupo de 60-80 años si los indicadores epidemiológicos muestran un incremento de casos graves en esta población.

Publicaciones recientes de Israel muestran que tras la administración de la cuarta dosis incrementan hasta 10 veces los niveles de anticuerpos neutralizantes, y la incidencia de casos graves de COVID-19 disminuye de forma significativa (85,2 casos en 100.000 personas vacunadas con tres dosis versus 30,4 casos en 100.000 personas vacunadas con cuatro). Los datos indican también que la administración de esta cuarta dosis es segura; no está causando un aumento de los efectos secundarios.

La respuesta a la pregunta para cuándo, con los datos en la mano y en base a la situación actual en España, con un incremento de casos en las personas de mayor edad, es que hay que plantear la necesidad de administrar la cuarta dosis a la población mayor de 80 años (a los inmunodeprimidos ya se les administra). La extensión a otros grupos de edad no es prioritaria en estos momentos, la vigilancia epidemiológica nos dirá cuando debemos hacerlo.

Magda Campins es doctora y miembro del Grupo de Investigación en Epidemiología y Salud Pública del Vall d’Hebron Instituto de Investigación.

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