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Quimi Portet reaparece, igual a sí mismo

El músico, que actuó en L’Auditori, es un poeta de lo menudo, de lo absurdo, un esteta de la parodia que tiene a bien reírse primero de él mismo antes que hacerlo de nuestras vidas

Quimi Portet
El músico Quimi Portet junto a su banda, Jordi Busquets (guitarra), Antonio Fidel (bajo) y Ángel Celada (batería), en L'Auditori.Kike Rincon (EL PAÍS)

Hay poetas con lira que miran el cielo mientras la tañen. Ponen caras sensibles cuando buscan formas en las nubes que les permitan reflejar bellos sentimientos humanos, y sus voces, tiernas, acompañan la sensibilidad de unas emociones que crecen en nuestra sociedad como aguacates en el Ártico. Otros poetas buscan con su mirada lo que de consustancial tiene el mundo que nos hemos dado, y la posan en un macarrón, en la deposición (ellos no la llamarían así) de una paloma sobre nuestra gabardina o en el estupor que la vida en la ciudad provoca. Quimi Portet es, efectivamente, de los segundos, un poeta de lo menudo, de lo absurdo, un esteta de la parodia que tiene a bien reírse primero de él mismo antes que hacerlo de nuestras vidas. Desde que optó por convertirse en estrella inter comarcal ha seguido esta senda sin apartarse, en ella sigue y en ella continuará. Es igual a sí mismo y asistir a sus conciertos es una certeza en tiempos de incertidumbre.

Tanto es así que su lenguaje ya ha entrado en fase de síntesis, tan escueto como una buena base rítmica. Es cierto que no parece ganar más adeptos, pero tampoco los pierde. Ya no juega con el humor en la presentación de sus temas, pero sus seguidores conocen el manual de instrucciones y no hace falta que los aleccione. De esta manera, cuando en L’Auditori cantó Sabadell, tema que se abre con una frase de absurda obviedad, “hi ha dones nues, a Sabadell” (hay mujeres desnudas en Sabadell) el público gritaba gamberro cada vez que sonaba el nombre de la co-capital del Vallés. Por cierto, si entras Sabadell en Google no sale la ciudad sino el banco, algo que explica, justifica y da sentido a las miradas de Quimi sobre nuestro mundo. También da sentido a otra de sus afirmaciones, que en forma de título de canción Tinc una bèstia dintre meu, asegura que ”malda i lluita per sortir” (que se esfuerza y lucha por salir), cosa que Quimi evita, al fin y al cabo es un señor que no está para algarabías, dejando abierta la espita del humor, de lo absurdo, de la sorna y de la poesía asonante sobre lo cotidiano.

Presentaba un disco en directo que la pandemia evitó se presentara antes. Cuando lo grabó no llevaba bajo, pero en el Auditori sí, con ese imperturbable Antonio Fidel cuyo apellido es ya una declaración de fidelidad. En la batería Angel Celada, otro histórico de Quimi y del pop español, formando con Antonio una base rítmica precisa, sin filigrana. Y en la guitarra, fino, sutil y delicado, un Jordi Busquets que contrapesa y complementa la guitarra de Quimi. Todo ello para un lenguaje clásico de rock basado en acordes sencillos, sonoridades familiares y cuando es preciso, ruido y estrépito.

También momentos para la ternura, como La música del sastre que cerró su recital. Lo había abierto con la canción que da título al disco que presentaba, Si plou ho farem al pavelló, que presentó citando sin música una frase de la letra que explica una idea propia de Quimi que a este paso formará parte del sentido común: “Si es dedica un mínim d’energia a la pura i simple reflexió, es pot evitar ser altra cosa que extremista?, es pot evitar voler xafar-ho tot?” (si se dedica un mínimo de energía a la pura y simple reflexión, ¿se puede evitar ser otra cosa que extremista?, ¿se puede evitar querer destrozarlo todo?). Por fortuna a Quimi le queda la ironía, evita frustraciones, úlceras y conformismos.

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