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Aquí se guardan los muebles de 600 familias desahuciadas en Barcelona

El Ayuntamiento custodia en una nave industrial cerca de la ciudad las pertenencias de vecinos que han perdido sus casas

Clara Blanchar

Son media docena de pasillos con centenares de contenedores de madera a cada lado. Tres alturas de cubículos por pasillo. En la jerga de las empresas de guardamuebles estas grandes cajas que miden más dos metros de alto se llaman cadre. Estamos en una nave industrial de Sant Andreu de la Barca —a pie de la A-2, a 30 kilómetros de Barcelona—, y estos cadres contienen las pertenencias de entre 600 y 700 familias barcelonesas desahuciadas que todavía no disponen de una vivienda estable donde recuperarlas.

El servicio lo presta una empresa contratada por el Ayuntamiento. Cuando una familia pierde su vivienda y es realojada provisionalmente o encuentra un lugar donde estar, pero no le caben los muebles, puede solicitarlo a los servicios sociales municipales. Es gratuito y el Consistorio ofrece, de entrada, el traslado y tres meses de custodia. Pero se puede prorrogar. En la nave hay contenedores que llevan allí más de dos años.

La comisionada de Acción Social del Ayuntamiento, Sònia Fuertes, pone en valor un servicio “pionero” que explica que se ofrece desde 1999 y que fue idea de los propios trabajadores sociales. “Ante una situación tan dramática y sensible como es la pérdida de la vivienda, que es un espacio vital y de seguridad, era básico conectar con sus necesidades y que las familias no perdieran sus pertenencias. Forma parte de nuestra forma trabajar cuestiones prácticas, pero también emocionales, poder acompañar custodiando sus objetos y que no se tengan que ocupar de esta parte de un proceso tan doloroso”, argumenta Fuertes.

La comisionada admite que los tiempos de custodia se alargan siempre más allá de los tres meses: “Lo prestamos todo el tiempo que sea necesario, nunca hemos dejado de hacerlo. Sabemos que es una situación difícil y [el guardamuebles] no podemos plantearlo como algo de lo que se pueda prescindir”.

En los últimos años, y tras una subida ininterrumpida desde 2012, el pico de familias solicitantes se alcanzó en 2018, con 541 nuevas (y 1.320 traslados, la mayoría de ida al almacén, pero también de vuelta), según datos del Consistorio. En 2019, los usuarios que pidieron el servicio fueron 470; en 2020 cayeron a 294 por la pandemia y la moratoria de desahucios. Y de enero a junio de este año, se han guardado los enseres de 224 nuevas familias.

Cada cadre tiene una capacidad de 15 metros cúbicos y, de media, cada mes del primer semestre se han ocupado 10.635 metros cúbicos. Hay hogares cuyos muebles ocupan medio, otros uno, uno y medio… La cifra resultante son las entre 600 y 700 familias usuarias actuales (la cifra oscila porque hay entradas y salidas). El presupuesto que destina el Ayuntamiento es de un millón de euros al año, indica Fuertes.

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Desde la empresa especializada que presta el servicio, Aliance-Brother, su responsable del departamento de Instituciones, José Miguel Cuenca, subraya que estos traslados y custodia son complejos y que los empleados de la firma reciben formación específica. En un desahucio “los sentimientos están muy presentes y a veces hay mucha tensión, por eso el personal recibe formación para realizar el servicio con el mayor tacto y sensibilidad posible”.

Todo se embala o se coloca en cajas: neveras, sofás y cojines, colchones, lámparas, libros, vajillas, menaje, ropa, cuadros… “Las empresas de mudanzas y guardamuebles debemos ser conscientes de que cualquier objeto tiene una historia detrás que no conocemos y debe hacerse con la máxima sensibilidad”, dice Cuenca, y apunta: “Por ello uno de los procesos más delicados es el momento del embalaje, que garantiza trasladarlo todo de forma correcta y por un tiempo que no conocemos”.

Cambio de armario

En la nave también atienden, con cita previa, a familias que necesitan alguna de sus pertenencias. En las últimas semanas, con vistas al invierno, varios usuarios han llegado con maletas de ropa de verano y se han llevado la de abrigo. Otras acuden, puntualmente, a buscar documentación que necesitan.

Cada uno de los cadres está identificado en la puerta, donde un cartel indica la referencia del propietario de su contenido y la fecha en que los muebles y objetos llegaron al almacén. Los contenedores son de madera. Si fueran de plástico o metal no cumplirían los requisitos de peso y resistencia. Y, además, la madera absorbe la humedad.

Quien ha vivido la angustia de un desahucio recientemente ha sido Mimi Oset, del barrio de Sants. Un caso que acabó siendo conocido, que consiguió un amplio respaldo vecinal, y que tras cuatro intentos de lanzamiento terminó en una fecha de desahucio pactada, por lo que hubo tiempo de sacar las cosas con relativa calma. Del piso, que era ocupado, la familia ha pasado a un apartamento turístico, ya amueblado. “Vinieron pronto por la mañana y empezaron a desalojar todas nuestras pertenencias súper bien embaladas, se ocuparon de desmontar los muebles, de encajar las pocas cosas que faltaban, lo bajaron con sumo cuidado, los colchones los embalaron, lo guardaron todo muy bien”, recuerda esta mujer, con discapacidad, y que vive con su pareja y dos hijas.

Dentro de todo, Oset celebra que muebles como el comedor que le regalaron “hace 20 años” o la cama que tanto les costó “poder comprar” estén bien guardados para cuando puedan “volverlos a utilizar”. La familia optó por no llevar la ropa al guardamuebles. “Para ir hay que solicitarlo, tiene que ser entre semana y con mi pareja trabajando es difícil… Nuestra ropa y la de cama nos la hemos llevado a otro sitio para tenerla más a mano”. Lo que más echa de menos ahora son sus cacharros de cocina: “Mis ollas y mis cosas. Donde estamos todo es provisional y para dos personas, pero nos vamos apañando”.

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Sobre la firma

Clara Blanchar
Centrada en la información sobre Barcelona, la política municipal, la ciudad y sus conflictos son su materia prima. Especializada en temas de urbanismo, movilidad, movimientos sociales y vivienda, ha trabajado en las secciones de economía, política y deportes. Es licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona y Máster de Periodismo de EL PAÍS.

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