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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Lo de Barcelona

La ciudad se divide entre los que aplauden la actuación de Colau y los muchos que contamos el tiempo que falta para pasar página de este capítulo en el que el gobierno ha dado rienda suelta a sus sueños

Jordi Xuclà Costa
Ernest Maragall, Jaume Collboni y las alcaldesa da Colau presentan el pacto de inversión en proximidad en los distritos en febrero de 2021.
Ernest Maragall, Jaume Collboni y las alcaldesa da Colau presentan el pacto de inversión en proximidad en los distritos en febrero de 2021.Carles Ribas

El modelo de ciudad desarrollado por el actual equipo del Ayuntamiento de Barcelona parece que despierta más oposición que adhesión y algunos están anunciando su final de ciclo. Depende de cómo, con quiénes y con qué alternativas. Vamos a verlo.

El año 2015 de forma más silenciosa de la que los sensores demoscópicos detectaban, Ada Colau ganó por un concejal de diferencia a Xavier Trias y desde el momento que este no quiso explorar pactos peculiares (justo los que permitieron a Colau permanecer una segunda legislatura), dejó la puerta abierta a que la lista más votada accediera al Gobierno de la ciudad con una minoría mayoritaria de 11 concejales. Fue el año siguiente de la irrupción de Podemos en el Parlamento Europeo con 5 escaños y el 7′98% de los votos (la formación había sido creada poco menos de dos meses antes de la cita electoral de 2014). También fue el año de la victoria de listas electorales vinculadas con Podemos en otros grandes municipios, empezando por Madrid. El socialismo estaba supurando los costes de la gestión de la crisis económica y parecía que una izquierda alternativa venía con ideas y equipos de gestión. En diciembre del aquel mismo año, Podemos entró en el Congreso de los Diputados con el 20′68% de los votos y 69 diputados. Sirvan todos estos datos para afirmar que la victoria de Colau no fue una suerte de incidente aislado.

La segunda parte de la cronología es reciente y bien conocida: en las elecciones de 2019, Colau quedó segunda por detrás de ERC de Ernest Maragall y aunque se fue a dormir con la idea que había perdido la alcaldía, un actor peculiar y bien convencido en los despachos de cierto poder, le salvó en tiempo de descuento: Manuel Valls dio la alcaldía a Colau con tal de evitar el acceso de los independentistas a la alcaldía de la capital de Catalunya. Eran años de extrema polarización en los que se pedía la adhesión “pura” a los polos independentista o constitucionalista. Esta división insana es declinante, lentamente declinante, y sin duda no va a tener el mismo rol en las municipales del 28 de mayo de 2023.

El PSC se debate entre terminar la legislatura en el Gobierno municipal o preparar la alternativa

Parecería que la ciudad se divide entre los que aplauden la actuación del Gobierno de Colau y los muchos que estamos contando el tiempo que falta para pasar página de este capítulo en el que el gobierno ha dado rienda suelta a sus sueños y nos tropezamos con un montón de ocurrencias que hacen la ciudad ciertamente alternativa mientras va perdiendo pulso económico y cultural. En definitiva, los que pensamos que nuestros impuestos podrían ser mucho mejor usados. Ante este dilema aparentemente tan claro, se esconden unos cálculos electorales algo más alambicados. El partido que ganó en votos las últimas elecciones al Parlamento catalán y está liderando el Gobierno español, lógicamente está meditando una apuesta ambiciosa para ganar Barcelona. Algunos piensan que debería liderar una lista más de “ciudad” que de “partido”. La verdad es que hoy por hoy el PSC forma parte del gobierno municipal y se debate entre terminar la legislatura en él o preparar la alternativa. Ser gobierno y líder de la propuesta alternativa a la vez parece algo complicado. Mientras tanto, el ganador de las últimas elecciones municipales, ERC, ha mantenido una posición colaborativa con el equipo de Gobierno e incluso ha pactado y votado los presupuestos municipales en ejercicios anteriores.

ERC tiene una espina clavada y piensa que los de Barcelona en Comú van a caer a una tercera posición pero que pueden formar gobierno con los republicanos, que siempre les han cuidado. Sería la venganza al partido socialista que estuvo en la cocina del pacto que les imposibilitó el acceso a la alcaldía. Como se puede ver, esto es un juego bizantino de cálculos en el mundo de la izquierda institucional (los tres son partidos de gobierno).

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Esto es un juego bizantino de cálculos en el mundo de la izquierda institucional (los tres son partidos de gobierno)

Después hay los que están hartos del paisaje actual y quieren un cambio en profundidad. No es descartable que esta opción tome cuerpo y más en los tiempos que las opciones que llegan a ganar unas elecciones a veces son creadas con solo unos meses de antelación. Para ello, se recomienda superar el eje de identidad nacional (independentista/constitucionalista) y hacer una propuesta realmente alternativa y sin complejos. Hay una parte de la ciudad y el país exhaustos de la hiperpolitización de lo que no fue (del otoño de 2017 a la Barcelona alternativa). Vamos a ver si saben pasar de la tertulia a la política sin tapujos ni componendas.

Jordi Xuclà es profesor de relaciones internacionales en la Universitat Ramon Llull-Blanquerna.

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