El cine dialoga con el teatro en el festival Temporada Alta
La programación incluye documentales, estrenos y películas de autor que encajan con el espíritu del festival
El sello peculiar, autoral, del festival Temporada Alta, eminentemente de artes escénicas, traspasa al cine en una programación de autor que se asienta sobre tres patas fundamentales: dos estrenos de cine de aquí y ahora (El ventre del mar, de Agustí Villaronga, y 15 horas, de Judith Colell); el documental, con propuestas variadas (desde la revisión de Poetes catalans 50 anys després hasta Magaluf. Ghost Town, de Miguel Ángel Blanca), y tres propuestas que unen el cine con las artes escénicas: Records d’un arbre, de Sònia Abella, con Mal Pelo; Acorats, sobre el proceso de creación de Acorar, de Toni Gomila, y Dogville, de Lars von Trier, que ha inspirado Entre chien et loup, de Cristiane Jatahy, que está en el cartel.
La programación de esta 30ª edición del festival, a cargo del Colectivo de Críticos de Cine de Girona y del Cine Truffaut, se inauguró el pasado 8 de octubre, el mismo día que inició el festival, con Alopècia androgènica, un cortometraje no tan corto (22 minutos de puro cine), en el que Salvador Sunyer i Vidal pone fin a su colaboración con el festival después de 10 años de encargarse de los cortos promocionales. Su obra reivindica la libertad. Ni más ni menos. “De hecho, el Temporada Alta es como un último espacio de libertad que nos queda a los creadores”, dice, agradecido. Sunyer revisita algunos de los cortos anteriores: el de 2016, el año del colapso griego, recordando que “la tragedia es el origen de todo”; el de 2017, con Benidorm de fondo y un planteamiento inquietante: “La cultura solo sirve para entretener”, dice; el de hace tres años, en el que planteaba que la publicidad más libre sería aquella capaz de cuestionar a su propio producto e incluso a su consumidor; y el de 2019 en el que un viaje en tren daba rienda suelta a la violencia más gratuita.
“Una película te la tratan aquí como una obra de arte”, dice Sunyer i Vidal
De la mano del uruguayo Sergio Blanco, máximo exponente de la autoficción, Sunyer se deja llevar, supera (o no...) su alopecia, y se abre en canal: “Honesto, peligroso, malparido, me planteo qué es ser artista”, dice, para llegar a la conclusión de que “si haces una película aquí, en el Temporada, te la van a tratar como una obra de arte”.
El festival se convierte en un espacio de reivindicación y de debate. Isaki Lacuesta presenta el documental Gosar poder, un guiño a los versos de Gabriel Ferrater, uno de los poetas que partició en el festival de poesía catalana que se celebró, en solidaridad con los presos políticos del franquismo, de forma clandestina, el 25 de enero de 1970 en la sala Gran Price de Barcelona y que Pere Portabella documentó (se verá también la obra de Portabella). Lacuesta filmó, el 5 de octubre de 2020, en el teatro de la Biblioteca de Cataluña, la rememoración de aquel encuentro. “El poco espacio que tienen los poetas hay que documentarlo”, dice el autor de La leyenda del tiempo. De alguna manera, su documental sirve para reflejar una situación poco halagüeña para la poesía y... para el cine. “En los 70, mucha gente sabía quiénes eran Pere Quart o Salvador Espriu”, obrarva el cineasta, “mucha más de la que ahora sabe quiénes son Perejaume o Casasses”. Sin ánimo de lamentarse, advierte, el cineasta pone al mismo nivel el cine y la poesía: “El cine, como los diarios, se equivoca pensando que es mainstream. Las redes sociales, los videojuegos y los deportes. Eso es mainstream ahora”.
“¿Por qué no se celebre la Castañada y sí Haloween?”, se pregunta Gomila
Uno de los estrenos cinematográficos en Cataluña es 15 horas, la película de Judith Colell premiada en el Festival de Málaga, que pone sobre la mesa la violencia de género. “No dudé ni un momento participar en el Temporada Alta”, dice, orgullosa de compartir cartel con directores como Isaki Lacuesta o Agustí Villaronga. Su película encaja en el espíritu del festival: “Conciencia sobre la violencia de género”, dice, y recrimina que se quedó sin ir a otro festival precisamente por tratar este tema: “¡Me dijeron que de esto ya se ha hablado mucho! Qué bestialidad… Mientras una sola mujer sufra estos abusos, ninguna serie, ninguna película, ningún reportaje estará de más”.
Una de las piezas que más directamente relaciona el teatro con el cine es Acorats, de Joan Martí Mir, que analiza el fenómeno que supuso la obra Acorar, en la que el mallorquín Toni Gomila entra en canal en la matanza del cerdo para bucear en la tradición de su tierra y denunciar la pérdida de esa historia oral que tantas generaciones se han encargado de perpetrar. La pieza da voz a directores de escena (Oriol Broggi, Hermann Bonnin, Rafel Duran —director de la obra—, Joan Lluís Bozzo…) o de otros campos de la cultura, como Màrius Serra o Josep Pons. Sin entrar en el tema político puro y duro, la obra plantea temas que, en el fondo, no dejan de ser política: “¿Por qué no se celebre la Castañada y sí Halloween? Algo hay de política en ello, creo. Pero en mi obra no pretendo hacer ideología”, dice Gomila.
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