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Las cicatrices pintadas de Millares y Rivera

La galería Mayoral de Barcelona une a dos de los fundadores de El Paso con 10 de sus obras que rompen las dimensiones del cuadro

Una de las obras de Millares (a la izquierda) y tres de Rivera en la exposición de la Mayoral.
Una de las obras de Millares (a la izquierda) y tres de Rivera en la exposición de la Mayoral.Marçal Folch
José Ángel Montañés

Los artistas plásticos Manolo Miralles (1926-1972) y Manuel Rivera (1927-1995), no solo compartían nombre de pila. También un origen humilde y haber emigrado a la capital desde provincias (Las Palmas de Gran Canaria y Granada, respectivamente) a Madrid en busca de un mejor futuro, además de tener un interés y una trayectoria plástica parecida y defender unos ideales políticos similares. Por eso coincidieron en la fundación del mítico grupo El Paso creado en Cuenca en 1957 y participaron en numerosas muestras internacionales que dieron a conocer el arte español más allá de las estrictas fronteras de la dictadura. Pero nunca se habían medido, frente a frente, en un solo espacio hasta ahora.

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Y la oportunidad la brinda la galería Mayoral de Barcelona que desde hace tiempo ha puesto el foco en el arte de la postguerra española que consiguió, pese a las condiciones adversas, reconocimiento internacional. Se pueden ver cinco obras de cada uno, creadas entre 1957 y 1972, en la muestra Rivera-Miralles. Ética de la reparación (hasta el 24 de julio) que ha comisariado el experto Carles Guerra (hasta enero de 2020 director de la Fundación Tàpies). La colocación de las obras deja claro esos paralelismos a la hora de crear una serie de pinturas revolucionarias que, partiendo de las poéticas de la abstracción, manifiestan su desencanto con la realidad de la posguerra y de la dictadura que les tocó vivir.

'Metamorfosis máscara', obra de Rivera de 1961, en primer plano.
'Metamorfosis máscara', obra de Rivera de 1961, en primer plano.Marçal Folch

Revolucionarias porque uno y otro utilizaron materiales para crear poco usuales: la tela metálica y el alambre, en el caso de Rivera y la arpillera (reciclada a partir de los sacos de azúcar), en el caso de Millares, creando unas obras que poco o casi nada tenían que ver con las técnicas típicas de la pintura creando una especie de enormes suturas y cicatrices. “Metáfora de una liberación, y gestos sublimados de esa violencia infligida a la sociedad civil”, explica Guerra. “De hecho, Rivera dijo que tuvo la mala suerte de que cuando comenzó a pintar, la pintura ya estaba muerta”, prosigue. Y todo su proceso, el de los dos en realidad, parece estar encaminado a intentar hacer que la pintura reviva a partir de otras concepciones que nada tienen que ver con la obra de dos dimensiones.

“En la exposición se han seguido las recomendaciones de los artistas para colocar sus obras separadas de la pared unos diez centímetros consiguiendo que se vea la pared y creando un juego de luces y sombras que las enriquece al incorporar el espacio vacío en el propio cuadro”, explica Guerra. Es evidente en obras como Composición 8 (1957), de Rivera y Cuadro 186 (1962) de Millares.

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Esta forma de hacer es, según el comisario, comparable a la de creadores italianos Alberto Burri con sus Sacos y los Conceptos espaciales de Fontana. “Todos crean un nuevo tipo de cuadro, que incluso hace dudar de si se puede seguir denominando pintura”.

Esta ruptura de la bidimensionalidad es evidente en obras posteriores como las Metamorfosis (máscara) creada por Rivera en 1961, en las que la malla metálica es más una barrera y en obras de Miralles en las que introduce objetos y pliegues mayores en la tela; como en Objeto (1963) en la que aparece, incluso, un zapato.

Aspecto general de la exposición, con 'Espejo roto' de Rivera en primer plano.
Aspecto general de la exposición, con 'Espejo roto' de Rivera en primer plano.Marçal Folch

Con este tipo de creaciones, que fueron vistas de forma inofensiva por la censura, Rivera, Millares, pero también Tàpies, Antoni Saura y Rafael Ganogar, entre otros, consiguieron salir y exponer en citas internacionales como la IV Bienal do Museu de Arte Moderno de São Paulo de 1957, la mítica Bienal de Venecia de 1958, o la New Spanish Painting and Sculpture celebrada en el Moma de Nueva York de 1960, momento en el que el norteamericano Donald Judd calificó las obras de Rivera y Millares como “objetos”. “Fueron en estas muestras donde otra vez los dos consiguieron llamar la atención de dos de los galeristas más destacados del momento, Daniel Cordier y Pierre Matisse, en París y Nueva York, dando la posibilidad de que sus obras viajaran y acabaran en colecciones de todo el mundo.

Las diez que se pueden ver en Mayoral son de coleccionistas privados de Barcelona y Madrid y otras del rico fondo de esta galería. La muestra comienza o termina con una obra sobrecogedora: Espejo roto, creada por Rivera en 1972 en homenaje a Millares, enfermo de cáncer, que murió poco después, fruto, una vez más de su intensa relación.

La exposición de Francesc Tosquelles, al CCCB y al Reina Sofía

En abril de 2018, cuando Carles Guerra era director de la Fundación Tàpies, se organizó un seminario dedicado al psiquiatra de Reus Francesc Tosquelles (1912-1994), activista del POUM, renovador de la psicoterapia, sobre todo de los tratamientos a los enfermos mentales, y un visionario con una gran influencia en el mundo del arte, con la idea de hacer una exposición, que no pudo realizarse. “Junto con Joana Masó llevo años investigando su vida. En octubre este trabajo se expondrá en Toulouse, en abril de 2022 en el CCCB y en septiembre siguiente en el Reina Sofía de Madrid”, explica Guerra que también da clases en la Pompeu.

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Sobre la firma

José Ángel Montañés
Redactor de Cultura de EL PAÍS en Cataluña, donde hace el seguimiento de los temas de Arte y Patrimonio. Es licenciado en Prehistoria e Historia Antigua y diplomado en Restauración de Bienes Culturales y autor de libros como 'El niño secreto de los Dalí', publicado en 2020.

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