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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

ERC-comunes, el frente imposible

A Esquerra no le queda otra que pactar con Junts per Catalunya, pese al duelo irlandés que mantienen; el grueso de sus bases no está preparado, de momento, para nada más

Joan Esculies
El diputado por ERC Oriol Junqueras (de espaldas) conversa con líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias.
El diputado por ERC Oriol Junqueras (de espaldas) conversa con líder de Unidas Podemos, Pablo Iglesias.Uly Martín

En marzo de 2017, Ada Colau presidió la presentación de la biografía del último alcalde republicano de Barcelona, impulsada por la Fundación Josep Irla de ERC y realizada por el historiador Pau Vinyes. “Hilari Salvadó es uno de los nuestros”, sentenció la alcaldesa en el Born. Dos años después, el 26 de mayo de 2019, Esquerra vivió la victoria de Ernest Maragall en las municipales como un resultado de justicia histórica que devolvía la alcaldía al partido que una derrota militar, y no las urnas, le arrebató en 1939.

Con el perenne discurso de Colau contra el “régimen del 78”, era factible esperar un pacto con Maragall. Para allanar el camino, Esquerra había apartado a Alfred Bosch, con poca sintonía con los comunes, y situado de candidato a una figura con resonancias olímpicas (Colau, como todos, ha reivindicado también a Pasqual Maragall) para rehacer la relación.

Ante la posibilidad de que Ernest Maragall se hiciese con la vara, el PSC cocinó un pacto con la ayuda de Manuel Valls —que con ello cumplió parte del cometido por el que había sido llamado— para que Colau mantuviese la alcaldía. Lo consiguió, pero además el movimiento socialista torpedeó la estrategia planteada en los últimos meses por Oriol Junqueras.

Tras el fracaso de octubre de 2017, el presidente de ERC entendió que para llevar a cabo su proyecto político debían “ser más”. Para conseguirlo, la estrategia pasaba, y pasa, por penetrar en las áreas metropolitanas de Barcelona y Tarragona, en feudos tradicionales del PSC. Y, para ello, trabar asimismo confluencias con los comunes —como había hecho el propio Junqueras en Sant Vicenç dels Horts en 2011, dejando a los socialistas (la lista más votada) en la oposición—, con los que recorrer una parte del camino rupturista, con o sin Junts per Catalunya.

Con todo, el planteamiento requería que la propia militancia lo asumiera. El pacto en Barcelona con Colau habría tenido un impacto notable para afianzar internamente la nueva estrategia porque, aunque ERC mantenga la disciplina bajo la dirección de Junqueras, no significa que la divergencia no exista. La hay y es lógico. Después de prometer la independencia exprés, convencer a los propios que para concretar algo deben “ser más” y que ello pasa por atraer a parte del mundo de los comunes, no es fácil.

Joan Tardà, ya de vuelta de su carrera política, se ha encargado de desbrozar este camino al coste de ejercer de pararrayos de los improperios del purismo independentista. Una ERC con figuras satélite procedentes de los comunes es hoy factible, pero vistas las consecuencias del 1-O y 27-O, para un pacto entre partidos, Esquerra debía plantear unas demandas políticas asumibles para los comunes. Pero, ¿cómo?

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Por un lado, los principales protagonistas del fallido 27-O no han verbalizado que —al margen de la actuación del Estado— la estrategia planteada fue un error. Sin rectificación, las bases y los liderazgos futuros se mantienen atrapados en la retórica del 1-O. Por el otro, el señuelo del referéndum, aun con tercera opción federalista, es insuficiente. Podemos y los comunes no tienen entre sus prioridades entrar en el lodazal de una reforma territorial del Estado —su voto es, sobre todo, urbano— y prefieren gastar energías en reformas sociales.

Aunque fuese posible tras las próximas elecciones catalanas, ¿para qué iban a pactar con ERC? Una cosa es unirse o discursear (marzo 2017) contra un Gobierno del PP, otra ponerse en contradicción con el Ayuntamiento de Barcelona y el Gobierno de España en los que se participa. Sin olvidar que en el sector procedente de ICV subsiste un pósito comunista que concibe el nacionalismo como burgués y es anti-ERC (por nacionalista).

La tímida actuación de Podemos respecto a la cuestión independentista, descontando la propuesta de Jaume Asens sobre el cambio legislativo de la sedición, ha acabado de debilitar la estrategia de frente colaborativo ERC-comunes. De ahí que Junqueras expresara, con cierto resquemor, en TV3, que “tampoco esperaba mucho” de los de Pablo Iglesias.

No es así, pero a Esquerra no le queda otra que pactar con Junts, pese al duelo irlandés que mantienen. El grueso de sus bases no está preparado de momento para nada más. El espantajo puigdemontista de un Gobierno de ERC-comunes (o con el PSC —menos creíble todavía—) solo pretende cazar incautos para arrebatar la futura presidencia de la Generalitat a Pere Aragonès.


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