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El Pastilla, el evadido número 22 de las cárceles españolas

De los más de 10.000 quebrantamientos de condena de los últimos 20 años, solo una mínima parte fueron fugas desde el interior de las prisiones como la que protagonizó el sicario

Óscar López-Fonseca
Oposiciones Prisiones
Exterior del Centro Penitenciario Madrid II, situado entre las localidades de Alcalá de Henares y Meco.Santi Burgos

Cuando se inauguró en 1983, en la localidad de Alcalá de Henares, el Centro Penitenciario de Madrid II fue presentado como un alarde del diseño que la convertía en la prisión más segura de España. Costó 1.300 millones de pesetas (7,8 millones de euros) y de ella se destacaba, por ejemplo, que contaba con sensores volumétricos y un circuito cerrado de televisión para detectar fugas y que se había levantado sobre una gran plancha de hormigón para hacer imposible que los reclusos perforaran túneles. Los pabellones donde estaban las celdas se construyeron a base de piezas prefabricadas de hormigón para evitar butrones (agujeros practicados para atravesar un muro) y en las instalaciones interiores se cuidaron todos los detalles. Hasta los grifos se escogieron de forma que no pudieran servir para la fabricación clandestina de armas punzantes.

40 años después, aquella seguridad de la que se alardeaba ha sido puesta en entredicho por la rocambolesca fuga que protagonizó el 23 de diciembre un preso de 20 años llamado Yousef Mohamed Lehrech, alias El Pastilla. Mohamed Lehrech, que estaba encarcelado desde abril acusado de haber cometido dos asesinatos por encargo en Algeciras (Cádiz), aprovechó que al acudir a comunicar con cuatro familiares estaba entreabierto un rastrillo (sistema de doble puerta de barrotes que separa dependencias) y una sucesión de negligencias del personal del centro para salir caminando tranquilamente por la puerta principal de la cárcel. Las fuerzas de seguridad lo buscan desde entonces y han difundido fotografías suyas en redes sociales para solicitar la colaboración ciudadana en su localización. El Pastilla, catalogado como “altamente peligroso”, se convirtió aquel día en el evadido número 22 en los 18 “incidentes de evasión” (en cuatro participaron dos reclusos) registrados en las cárceles españolas desde 2003, según la estadística oficial de Instituciones Penitenciarias a la que ha tenido acceso EL PAÍS.

Esta cifra de fugados representa una mínima parte de los quebrantamientos de condena registrados estos dos últimos decenios ―más de 10.000, según una estimación de este diario a partir de varias respuestas parlamentarias del Gobierno―. Tres cuartas partes de esta cifra las protagonizaron reclusos que aprovecharon el disfrute de un permiso para huir. Otra parte se produjo durante salidas de los reclusos para acudir a los juzgados, cuando están ingresados en centros hospitalarios o al realizar una actividad cultural fuera de la cárcel. La población reclusa en las cárceles dependientes del Ministerio del Interior era el pasado viernes de 47.202 personas, aunque al año pasan por ellas en algún momento cerca de 80.000, según detallan fuentes de Instituciones Penitenciarias.

El Pastilla Alcalá Meco
Fotografías de Yousef Mohamed Lehrech, 'El Pastilla', difundidas por la Policía para pedir la colaboración ciudadana. Policía Nacional

Butrones y fugas en helicóptero

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“El diseño arquitectónico de las prisiones españolas, sobre todo las de más reciente construcción, y los sistemas electrónicos de seguridad hacen muy difícil que un recluso pueda escapar de su interior”, señala un veterano funcionario de prisiones que apunta como principal causa en la mayoría de la veintena de evasiones lo que denomina eufemísticamente “el factor humano”, en referencia a negligencias por parte de funcionarios de prisiones o agentes de las fuerzas de seguridad. Otro trabajador penitenciario incide en la misma idea y destaca que, de hecho, en España es “impensable” que ocurra una fuga como la que se registró, en 1962, en la cárcel de Alcatraz, en Estados Unidos, con túneles abiertos desde las celdas que permitieron la huida de tres reclusos. Eso no significa, sin embargo, que no haya internos que intenten emularlos. En mayo, los trabajadores de la prisión de Logroño encontraron tras los lavabos de dos celdas sendos butrones en una fase inicial con los que los reclusos querían llegar a los patinillos del centro, huecos ciegos por los que discurren las diferentes conducciones. “Aunque lo hubieran logrado, es muy improbable que hubieran conseguido salir al exterior y huir”, señala un trabajador conocedor de aquella fuga frustrada.

Las fuentes penitenciarias tampoco consideran factible que se produzca una evasión con un helicóptero, como la que protagonizó en una cárcel de París Redoine Faïd, un célebre atracador francés. Era su segunda fuga, tras una anterior en la que se valió de explosivos y la toma de rehenes. “Utilizar un helicóptero para una evasión se lo planteó ETA, pero no llegó a ejecutarlo”, recuerdan estas fuentes en referencia a los planes con los que la organización terrorista pretendía sacar de prisión de Huelva a varios de sus miembros, y que fueron descubiertos por la Guardia Civil en 2009. Pese a todo, las fuerzas de seguridad no bajan la guardia de que pueda intentarse en el futuro algo parecido. En mayo de 2019, un informe del instituto armado alertaba de que existían en el mercado drones capaces de cargar con hasta 100 kilos y que, por tanto, podrían utilizarse para facilitar la fuga de un recluso.

Todas las fuentes penitenciarias consultadas inciden en que, en los últimos casos registrados en España, el elemento clave que propició las evasiones fue el error, la negligencia humana “o el relajamiento de los protocolos de seguridad”. Pasó con El Pastilla la semana pasada, pero también el 15 de septiembre de 2021 en la prisión de Melilla. Ese día, Bilal M. escaló una pared del centro penitenciario para presuntamente recuperar un pequeño paquete de droga que habían lanzado desde el exterior y al ver que, pese a haber tardado bastante tiempo en alcanzar el tejado porque incluso se le enganchó un cordón del zapato en una concertina, nadie intentaba pararle, decidió evadirse. Fue detenido a las 17 horas tras subir a redes sociales vídeos en los que alardeaba de su huida. Nueve meses después, Instituciones Penitenciarias concluyó que buena parte de la responsabilidad de aquella fuga fue de dos trabajadores de la prisión, a los que sancionó con siete meses de empleo y sueldo como autores de una falta grave por “dejadez de funciones”.

Jonathan Moñiz, 'El Piojo', en un gimnasio en una fecha sin determinar.
Jonathan Moñiz, 'El Piojo', en un gimnasio en una fecha sin determinar.

También reveló negligencias la investigación de la fuga que, en diciembre de ese mismo año, protagonizaron Jonathan Moñiz Alcaide El Piojo y su hermano Miguel Ángel de la cárcel de Valdemoro (Madrid). Entonces, un juzgado investigó a un funcionario de la prisión ante la sospecha de que hubiera ayudado a los hermanos a cambio de dinero, aunque finalmente archivó la causa. Sí fueron sancionados dos guardias civiles destinados en la vigilancia del perímetro. Uno de ellos canceló seis veces la alarma del recinto cuando esta se disparó durante la huida al creer erróneamente que habían sido activaciones accidentales y no comprobar lo que ocurría. Según los investigadores, la fuga de El Piojo tuvo un largo proceso de preparación que incluyó la fabricación de una rudimentaria llave, el serrado de barrotes y el trenzado de una soga con sábanas y bolsas de basura. Jonathan Moñiz fue arrestado dos meses más tarde en Madrid. Su hermano Miguel Ángel, a los cinco meses de la fuga. Nueve días después de la fuga, Interior impartió instrucciones a todas las cárceles para que se revisaran los sistemas de seguridad y evitar que se repitieran “incidencias e incidentes acaecidos durante el presente año”.

“La de El Piojo y su hermano ha sido una de las pocas evasiones con una preparación previa. La de El Pastilla, como buena parte de las anteriores, han sido fugas oportunistas. El interno ve un agujero en la seguridad, una negligencia o una falta de celo de los responsables de vigilar, y la aprovecha”, destaca un funcionario de prisiones. Así fue, de hecho, la registrada el año pasado en la prisión de Picassent (Valencia), cuyo desarrollo guarda grandes similitudes con la de Alcalá-Meco. Un recluso de 36 años que cumplía una condena corta por delitos menores escapó con total tranquilidad por la puerta del recinto penitenciario tras haberse encontrado abiertas dos puertas que no debían estarlo. “No tenía un plan de fuga”, recuerdan fuentes penitenciarias. El Pastilla, tampoco.

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Sobre la firma

Óscar López-Fonseca
Redactor especializado en temas del Ministerio del Interior y Tribunales. En sus ratos libres escribe en El Viajero y en Gastro. Llegó a EL PAÍS en marzo de 2017 tras una trayectoria profesional de más de 30 años en Ya, OTR/Press, Época, El Confidencial, Público y Vozpópuli. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
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