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Crónica | Sánchez juega fuerte la baza progresista

El presidente refuerza el eje social como freno a la extrema derecha. El salto de Calviño al BEI podría acentuar el giro izquierdista del Ejecutivo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en su reunión del viernes en el marco de la COP28 celebrada en Dubái.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y el de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, en su reunión del viernes en el marco de la COP28 celebrada en Dubái.FERNANDO CALVO
Carlos E. Cué

Fue el 5 de abril. Pedro Sánchez y Giorgia Meloni comparecieron en una espectacular sala del Palazzo Chigi, el lugar de trabajo de los primeros ministros italianos. Todo eran sonrisas. No hubo preguntas para evitar que se vieran las diferencias entre ambos. “Querida Georgia, vas a encontrar a un Gobierno español que quiere tener las mejores relaciones y vínculos con el Gobierno italiano. Estoy encantado de estar aquí”, dijo Sánchez. “Muchas gracias, Pedro”, le contestó ella. Ocho meses después, el jueves, en TVE, el presidente defendía que en España, el 23 de julio, “se salvó una bola de partido” porque el país no se vio arrastrado por la ola de extrema derecha que ha sacudido estas semanas a Argentina o a Países Bajos. Y añadió una idea: “La ultraderecha gobierna en Italia: aquí la hemos parado”. Esa frase provocó la inmediata reacción del ministro de Exteriores italiano, Antonio Tajani, heredero político de Silvio Berlusconi: “En España gobierna la extrema izquierda. Aquí la derrotamos. Nosotros respetamos el Estado de derecho. ¿Pasa lo mismo en Madrid? En Italia gobierna el PPE. En España los secesionistas”, clamó el jefe de la diplomacia transalpina.

El presidente ha optado en las últimas semanas por lanzar mensajes nítidamente progresistas. En el caso del conflicto entre Israel y Palestina, Sánchez está absolutamente convencido de que España y la UE no se pueden quedar en silencio mientras mueren miles de niños en bombardeos indiscriminados en Gaza. En el ámbito nacional, las posiciones netamente izquierdistas tienen su propia peculiaridad, que ya apuntó la semana pasada la vicepresidenta cuarta María Jesús Montero en EL PAÍS: la amnistía pactada con Junts y ERC, que sabe que cuenta con un rechazo importante también entre su propio electorado, merece la pena para tener un Gobierno que frene a la ultraderecha y haga las políticas sociales que reclama este.

La reunión del sábado entre el PSOE y Junts en Suiza, que también está suponiendo un coste evidente por la opacidad con la que se ha fraguado todo, según admiten algunos miembros del Gobierno, está poniendo a prueba el aguante de ese sector progresista que alberga muchas dudas sobre el acuerdo con el partido de Carles Puigdemont. Y de nuevo, Sánchez y los suyos contestan con la misma idea: el acuerdo con los independentistas no es fácil, la amnistía no era el plan A, pero vale la pena por lo que trae a cambio. Por eso, el presidente está reforzando con claridad el frente de las políticas sociales, y piensa hacerlo aún más en las próximas semanas, según fuentes del Ejecutivo, cuando empiecen las primeras medidas relevantes del Gobierno, que el martes ya arranca con normalidad su gestión en el Consejo de Ministros aunque aún quedan muchos nombramientos por completar en los segundos niveles de la Administración.

Sánchez y Yolanda Díaz ya están preparando medidas de impacto, como un significativo aumento del salario mínimo para 2024, y también la gratuidad del transporte público para jubilados y jóvenes que anunció el presidente en su discurso del debate de investidura. Pero además, en debates de fondo como la mejora del subsidio de desempleo, clave para sectores muy necesitados, Díaz parece estar ganando la batalla a Nadia Calviño, la representante de la ortodoxia en el Gobierno de Sánchez, que está ya en el camino de salida si, como todo indica, logra hacerse con la presidencia del Banco Europeo de Inversiones (BEI). El salto de Calviño al órgano financiero de la UE, con sede en Luxemburgo, también puede acentuar el posible giro progresista, sobre todo si el elegido para relevarla en Economía es José Luis Escrivá. En la mayoría de los debates económicos internos del Gobierno estos años, el ahora ministro de Transformación Digital ha tendido a colocarse lejos de Calviño y más cerca de posiciones como las de Díaz, aunque no siempre. Precisamente por esto, la relación entre Escrivá y Díaz es cercana, al contrario que con Nadia Calviño.

En cualquier caso, esa decisión sobre el sucesor de Calviño no está tomada, insisten fuentes del Ejecutivo, y Sánchez aún podría optar por un fichaje de alguien más ortodoxo para negociar con Bruselas, una de las tareas fundamentales de un ministro de Economía en este momento. En cualquier caso, Sánchez mantendría a María Jesús Montero al frente de Hacienda, que también ha mantenido discusiones intensas con Díaz, aunque no tan sonadas como las de Calviño, y fuentes del Gobierno creen que es probable que la refuerce como vicepresidenta primera.

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Sánchez también ha jugado fuerte la baza progresista en Dubái, en su participación en la cumbre del clima COP28. Allí habló de cambiar la fiscalidad internacional para promover el principio de que “quien contamina paga”, y defendió ser más ambiciosos en los objetivos de la lucha contra el cambio climático. Además se reunió con el presidente brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, otro referente progresista internacional. Sánchez busca cada vez más ese perfil, aunque después puede haber contradicciones a la hora de gestionar el Gobierno. Una decisión clave que debe tomar en los próximos días es qué hacer con el paquete de ayudas frente a la inflación que caduca a final de año, y con los Presupuestos, que ya empiezan a negociarse. Algunas de esas ayudas decaerán, porque la inflación está mucho más baja que cuando se diseñaron tras la invasión rusa de Ucrania, en febrero de 2022, pero varios sectores del Gobierno, no solo Díaz, apretarán para mantener las medidas que más afectan a clases necesitadas. Es una discusión decisiva, donde se verá por donde va el nuevo Gobierno. Ahí se pasará de las musas al teatro, pero el hilo conductor progresista parece muy evidente en el discurso del presidente.

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