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Sanz Montes, el arzobispo ultra contra las “corrientes ecolojetas”

El prelado de Oviedo convierte sus homilías y escritos desde su llegada al cargo en 2009 en furibundos alegatos contra la izquierda política, cultural y medioambiental de Asturias y España

El Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, durante la misa exequial del funeral por el arzobispo emérito Gabino Díaz Merchán, en la Catedral de Oviedo, en 2022.
El Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, durante la misa exequial del funeral por el arzobispo emérito Gabino Díaz Merchán, en la Catedral de Oviedo, en 2022.Jorge Peteiro / Europa Press (Europa Press)
Nacho Poncela

“El arzobispo de Oviedo es un ultraderechista con sotana que lanza las soflamas procedentes de Vox y pretende dividir a la sociedad en buenos y malos. Los creyentes no tienen por qué soportar las soflamas de un arzobispo más preocupado del business que de su función evangelizadora”. Esta contundente respuesta corresponde a la diputada nacional y vicesecretaria de Acción Política e Institucional de la Federación Socialista Asturiana (FSA), Adriana Lastra, que el pasado sábado ponía voz a la altísima cota de hartazgo que han alcanzado políticos de izquierda, representantes culturales o ecologistas desde que el arzobispo de Oviedo, el franciscano monseñor Jesús Sanz Montes, llegase a Asturias en 2009 convirtiendo sus homilías y escritos en furibundos alegatos contra la política y los políticos.

La última andanada la publicó en el diario ABC, donde el arzobispo de Oviedo arremetió contra los acuerdos alcanzados por el PSOE con los partidos que permitieron la investidura de Pedro Sánchez y cuyo título puede interpretarse como una clara crítica a la falta de pronunciamiento oficial de los obispos españoles ante el contexto político actual: ¿Y la Iglesia? Pido la palabra. En su artículo, Sanz Montes arremete, sin citarlo, contra Sánchez: “La patológica aspiración continua de una poltrona de gobernanza por quienes en su delirio egocéntrico pagan cualquier precio para ello, aun vendiendo en fullera almoneda la misma patria, sufren una amoralidad indigna del recto gobernante. Esto no es de derechas ni de izquierdas, sino inmoral, al carecer de la solidez moral que les falta”.

Prosigue en sus críticas a las políticas que defienden los socialistas y a los acuerdos, como la condonación de la deuda a Cataluña acordada por el PSOE con ERC: “La insolidaridad chantajista entre regiones como moneda de cambio para inconfesables prebendas, divide y crispa mientras que la verdadera igualdad solidaria es la única que fraterniza en la justicia”. También critica la ley de memoria histórica -”venganza tergiversadora al reescribir la historia no sucedida imponiendo su relato partidista que reabre heridas en una sociedad que vuelve a enfrentarse”- y remata con un rotundo rechazo a la amnistía porque “en un Estado de derecho no se puede socavar la independencia de los poderes públicos acorralando y manipulando la Judicatura y la Fiscalía para amañar la ley impunemente poniendo en riesgo la misma democracia”.

Palabras más repelidas que contestadas por Adriana Lastra: “Las estupideces de Sanz Montes a nadie importan. Menos a la Conferencia Episcopal, que ya envió sus felicitaciones a Pedro Sánchez por su investidura”.

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Y es que Jesús Sanz Montes se ha ganado a pulso ser el centro de la diana socialista por esa querencia adquirida de ser un auténtico alfanje verbal a la hora de analizar el contexto político de cada momento. Una realidad que se refleja en textos como su última homilía en la ceremonia religiosa que tradicionalmente se celebra en la Basílica de Covadonga el 8 de septiembre con motivo del Día de Asturias. Ese día, el arzobispo volvió a utilizar el púlpito eclesial para cuestionar de forma recalcitrante el feminismo, el ecologismo -habló de “corrientes ecolojetas”-, las negociaciones para formar gobierno en España y hasta el caso Rubiales que comparó con el título de la zarzuela La leyenda del beso. Afirmaciones contestadas por la vicepresidenta del Principado de Asturias, Gimena Llamedo: “Ha utilizado Covadonga como una caverna reaccionaria para lanzar un discurso machista que es más propio de Vox”.

En la campaña electoral del 23-J, en una carta pastoral titulada De incendios y elecciones generales, criticó al Gobierno por utilizar “indultos como monedas de cambio”, defendió a los tildados de “ultracatólicos”, en alusión a Vox, y se burló de la activista sueca Greta Thunberg “con sus cambios climáticos y demás corifeos que la jalean”, para acabar pidiendo el voto para los “verdaderos bomberos” frente a los “pirómanos mendaces”.

Jesús Sanz Montes ha arremetido contra casi todo. Por ejemplo, contra la última ley de Educación decía esto en 2020: “El pasado, el presente y el futuro, usados como herramienta para cambiar la sociedad por parte de estos lacayos de sí mismos, reyezuelos advenedizos que nos imponen su dictadura inmoral, sus mentiras compulsivamente repetidas, su hoja de ruta revolucionaria. Nos lamentamos, pero también debemos saber reaccionar, contra el cerrojo legislativo que se nos quiere imponer con una ley de educación abusiva y totalitariamente impuesta, sin escuchar a nadie de los interesados”. También sobre la reforma de la ley del aborto: “La prisa matarife de la terminal judicial de este gobierno a la deriva, saca pecho como con todas las leyes ideológicas que no tienen demanda social ni debate sino imposición totalitaria”. Respecto a la investigación sobre casos de pederastia liderada por el Defensor del Pueblo, el arzobispo de Oviedo la calificaba en 2022 de “una injerencia con intención ideológica, ensañamiento y calumnia”.

Y es que el prelado, que también es comisario pontificio de Lumen Dei, congregación cuya intervención decidió la Santa Sede en 2008 tras apreciar “desórdenes morales” en el colectivo, defiende el papel que la Iglesia debe jugar en el debate político, pero a la vez ni siquiera reconoce que hace política: “Hablo de valores, no hago política ni tengo detrás una sigla u ordenanza de partido”. “Sería improcedente para nuestro ministerio si bajásemos a la arena de un debate partidista, constituyéndonos en unas siglas más que aspirasen a tribunas, como si quisiéramos recuperar extrañas teocracias y creyentes banderías. Nuestra clave no puede ser política, aunque hagamos críticas a algunas derivas de gobernanzas administrativas o legislaciones vinculantes. Nuestra clave debe ser únicamente moral”, puntualiza. Y frente a las críticas, en un chat en el que participa, ha escrito “ladran, luego cabalgo”.

Nadie ha provocado tanto revuelo en Asturias ni tan seguido entre la Iglesia y el poder ejecutivo desde que el único presidente del Principado que ha tenido el PP desde la restauración de la democracia, el fallecido Sergio Marqués, criticó duramente al arzobispo por el apoyo que Díaz Merchán dio a la huelga del 12 de febrero de 1998 convocada por CC OO y UGT para que el Gobierno regional negociara un plan de reactivación industrial de Asturias. Marqués reprochó a Merchán fotografiarse entre gomeros y caperuzas y repitió la copla anticlerical rescatada por el entonces todopoderoso Francisco Álvarez-Cascos cuando respondió a Díaz Merchán por sus críticas a Fraga: “El señor obispo manda que s’acaben los cantares. Primero s’an d’acabar obispos y capellanes”.

Barbón y la misa de Covadonga

El presidente de Asturias, el socialista Adrián Barbón, no oculta que es católico y no tiene ningún reparo en ir a misa, pero las opiniones del arzobispo de Oviedo agudizan en el seno de la FSA el debate ideológico sobre si una autoridad civil de ir a un acto religioso en un país aconfesional.

El origen se remonta a 1981 cuando el presidente del consejo regional de Asturias (la preautonomía), el socialista y ateo Rafael Fernández, fue a misa a Covadonga el 8 de septiembre en un claro gesto por una reconciliación social defendida también por el entonces arzobispo de Oviedo Gabino Díaz Merchán, quien en 1988 criticó a Manuel Fraga Iribarne por hacer una ofrenda en Covadonga para “buscar apoyos políticos”.

Tras la aprobación del estatuto de autonomía en 1982, Fernández volvió a la misa de Covadonga como presidente del Principado y fue entonces su consejero de Cultura y posterior alcalde de Oviedo, Antonio Masip, quien planteó la posibilidad de separar la fiesta religiosa de la civil e instaurar la celebración del día de Asturias el 25 de mayo, en recuerdo de esa fecha de 1808, en la que miles de asturianos asaltaron la fábrica de Armas de Oviedo, entraron en la capital, constituyeron un nuevo órgano de gobierno, la Junta Suprema que se enfrentó a la ocupación francesa y se creó la bandera de Asturias. Rafael Fernández rechazó la posibilidad y de esa manera la misa en la Basílica de Covadonga el 8 de septiembre se institucionalizó y desde entonces esta jornada ha generado polémicas varias como que, al sucesor de Rafael Fernández en la presidencia de Asturias, el también socialista Pedro de Silva, se le recriminó que no se arrodillara en los momentos marcados de por la liturgia.

Sea como sea, hasta ahora todos los presidentes socialistas han ido a misa ese día. ¿Seguirá siendo así? Adriana Lastra afirma con rotundidad: “Sanz Montes no nos va a echar de Covadonga, que es lo que busca”. La última palabra la tiene un presidente enfadado: “Habrá que preguntarle al arzobispo si lo que quiere es que deje de ir a Covadonga”, sentenciaba Adrián Barbón hace unas semanas en una entrevista en la Cadena SER.

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