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Un día con la única paracaidista de la Patrulla Acrobática del Ejército del Aire: “Fue un orgullo por todas las que no han podido”

Hurtado descendió con la bandera el 12 de octubre. Cuando se cumplen 35 años de su entrada a las fuerzas armadas, la mujer ocupa el 13% de los efectivos militares. Su incorporación se ha ralentizado en las últimas dos décadas, con un aumento del 2%

María del Carmen, única paracaidista de la Patrulla Acrobática del Ejército del Aire El ritual implacable de la cabo Hurtado, la mejor entre los paracaidistas españoles
La cabo de la Patrulla Acrobática de Paracaidistas del Ejército del Aire, este lunes, en la base aérea de Alcantarilla (Murcia).Claudio Álvarez
Virginia Martínez

Lo último que hace María del Carmen Gómez Hurtado antes de lanzarse al vacío es revisar el “pilotillo”. El “pilotillo” es una pelota, del tamaño de una bola de golf, que va unida a un trozo de tela y cumple una misión central: cuando está en el aire, el paracaidista tira de del pilotillo, que empuja al paracaídas, este se expande y frena en seco la caída libre. Hurtado, cabo de 38 años, es muy maniática. “Mucho”, subraya. De ahí que lleve 18 años repitiendo el mismo ritual cuando salta desde 1.000 y 3.000 metros. Siempre se pone la indumentaria en el mismo orden. Siempre se sienta en el mismo sitio del avión. Siempre chequea el material en el mismo sentido. Siempre piensa lo mismo antes de precipitarse: “Revienta”. Y casi siempre lo hace. Sus puntaciones destacan sobre las del resto de sus compañeros, la élite de la élite entre los paracaidistas acrobáticos del Ejército del Aire. Los mejores del país. Todos hombres. Todos, menos Hurtado. “¡Mamen de España!”, repiten ellos mientras entrenan juntos en la base aérea de Alcantarilla (Murcia).

A las 8.00 de este lunes, con el amanecer, y tras el toque de diana, los 13 miembros del equipo de la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire están ya vestidos con los monos reglamentarios para entrenar a unos 18 grados con algunas nubes. “Un día buenísimo”, que al final terminó a 30 grados. En el grupo hay militares de distintos puntos de España y distintos rangos. Hurtado es natural de Elche (Alicante), donde trabajó en una fábrica de calzado hasta los 20 años. Era muy deportista y vio entonces en las fuerzas armadas una oportunidad laboral. “No era vocación”, dice ahora la cabo, hoy impregnada de los “valores” del ejército. Aquel año, en 2005, el porcentaje de mujeres militares era del 11,5% de los efectivos. Hoy, es del 13%, un 1,5% más, según datos del Ministerio de Defensa. Por escalas, entre los oficiales generales las mujeres representan el 1,8%, el 11,8% en oficiales, el 6,9% en suboficiales y el 15,2% en la de tropa.

Este 2023 se cumplen 35 años de la entrada de la mujer en las fuerzas armadas. El aumento fue exponencial en los primeros años, pero durante las últimas dos décadas ese incremento se ha estancado (aunque se encuentra en la media del promedio OTAN, que se sitúa también en el 13%). También ha sido el año en el que por primera vez hay una mujer capitán general, la princesa Leonor. Y por primera vez una paracaidista saltó con la bandera de España en el desfile del 12 octubre, justo hace una semana. Fue la cabo Hurtado. “Es un orgullo. Por las que no han podido hacerlo. Por todas las que se sienten identificadas”, cuenta y confía en que su proeza sirva como referente para que chicas más jóvenes piensen en su oficio como una opción de futuro. Y como muestra más de los avances de la mujer en todas las esferas. Unas conquistas que achaca a “la lucha” por los derechos de la mujer. “En el ejército, [las mujeres] siempre tenemos que dar un poquito más, eso lo he sufrido siempre”.

En un mundo de hombres, Hurtado reconoce un episodio en el que un compañero le profirió gritos obscenos dentro de la base, confiesa haber sentido “desconfianza” sobre su desempeño como paracaidista por el hecho de ser mujer y recuerda una escena vivida en 2008 durante una misión en Afganistán, cuando un superior le dijo “delante de todo el mundo”: “Si yo hubiese podido elegir, no estarías aquí conmigo”.

La elección de Hurtado para el papel central del desfile del 12 de Octubre no obedeció al 35º aniversario de la mujer en el ejército, según explica su capitán, José Luis Lomas, sino a su “trayectoria”. La cabo ya había sido protagonista en el desfile del Día de las Fuerzas Armadas en Granada, en junio. Luego confirmó sus sobresalientes aptitudes para el paracaidismo acrobático durante el torneo internacional celebrado en San Javier (Murcia), en julio. Hurtado compite en la categoría femenina, de la que resultó vencedora. Pero es que además su marca fue mejor a la lograda por el ganador de la masculina. Consiguió nueve puntos.

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Hurtado llegó en 2016 a la Patrulla Acrobática de Paracaidismo del Ejército del Aire (PAPEA), una equipo que participa en campeonatos civiles y militares, a los que suma las exhibiciones continuas. Su día a día transcurre en la base aérea de Alcantarilla, donde entrenan para esas citas. Al equipo llegan los mejores paracaidistas del Ejército del Aire, y permanecen una media de ocho años. Realizan saltos acrobáticos en caída libre durante unos 35 segundos —desde más de 3.000 metros—, y también de precisión —desde 1.000—, en los que Hurtado es una fuera de serie.

“Esto es más que físico, psicológico”

En el de precisión, los saltadores abren el paracaídas apenas unos segundos después de abandonar el avión —en este caso un T12-Aviocar—, y tienen que pisar el punto central de un círculo acolchado de cuatro metros de diámetro, conocido como foso, algo así como una diana gigante. La puntuación va de menos a más según se ha sido más o menos preciso (obtienen un cero cuando pisan en el centro). En las competiciones, se suman las marcas de 10 saltos seguidos y consigue la victoria quien obtenga menor número de puntos. El nueve de Hurtado fue sublime. “Soy dura psicológicamente. Esto es más que físico, psicológico”, cuenta la cabo, al tiempo que reconoce su destreza entre los mejores. “La Mamen es una máquina”, le grita uno de sus compañeros a otro tras un salto conjunto en el que ella consigue el cero.

Después, cada miembro del equipo pliega su propio paracaídas en un proceso laborioso de unos cinco minutos. Es importante que la tela de la campana quede perfectamente doblada, así como las cuerdas y demás elementos, como el pilotillo. Con el mismo paracaídas vuelven a saltar después y así sucesivamente durante varias veces. En el pasado, coincidieron varias mujeres al mismo tiempo. “Ahora ya no hago deporte. Con el niño y esto, acabo agotada”. La cabo está pensando en tener un segundo, pero seguirá en la PAPEA, si puede conciliar, “hasta que el cuerpo aguante”, por la “felicidad” que le proporcionan los saltos.

Esta disciplina es “lo menos militar del ejército”, explica Hurtado. Los integrantes de la PAPEA rara vez van en misión, aunque ella sí lo hizo años atrás. Antes de entrar en el cuerpo de paracaidistas acrobáticos, Hurtado consiguió superar las duras pruebas del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas del Ejército del Aire. Es boina verde y estuvo seis veces en Afganistán. En una de las misiones vivió una emboscada de 13 horas cuando distribuían ayuda humanitaria en un pueblo y fueron asaltados por talibanes, relata. Dos compañeros murieron por una bomba.

—Fue como una película.

—¿Y no siente miedo?

—No. Cuando pasa, te metes en la película y tiras adelante.

—¿Y ahora tendría miedo?

—Ahora sí, porque tengo un niño. Pero si hay que ir, se va.

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Sobre la firma

Virginia Martínez
Es redactora en la sección de España y ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS, donde trabajó en la sección audiovisual hasta verano de 2021. Antes cubrió información local en el diario Granada Hoy. Es licenciada en Derecho por la Universidad de Granada y en Periodismo por la Universidad de Málaga y Máster de Periodismo de EL PAÍS.
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