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Un velatorio con luces de fiesta

La cúpula del PP reúne a los líderes regionales el día que Feijóo insinúa la posibilidad de no convertirse en presidente

Feijóo, con los barones territoriales de su partido y Mariano Rajoy, este domingo en Soutomaior.
Feijóo, con los barones territoriales de su partido y Mariano Rajoy, este domingo en Soutomaior.Lavandeira jr (EFE)
Jacobo García

Pocas veces un funeral político contó con tanto despliegue escénico. Simpatizantes, música entusiasta, los líderes autonómicos de todo el país y un castillo del siglo XI, para insinuar ante todos ellos lo que parece evidente: la posibilidad de que Alberto Núñez Feijóo no sea investido presidente el próximo 26 y 27 de septiembre. “Mejor perder una investidura que perder España”, justificó.

Este domingo en Pontevedra, el líder de los populares dio por “inaugurado el curso político” como se ha hecho siempre en el colegio: con abrazos renovados entre los viejos compañeros, sonrisas al ver a los nuevos, envidiables bronceados, ropa informal, camisas remangadas y lino para soportar el calor. “¿Qué tal tu hija?”, “¿Al final fuiste a Italia?”, “¿qué duro volver a Madrid?”, comentaban diputados y altos cargos llegados hasta Galicia antes de la aparición de Feijóo. Ahí estaban los presidentes autonómicos de Aragón, Jorge Azcón; el de Murcia, Fernando López Miras; el de Andalucía, Juan Manuel Moreno Bonilla; el de Galicia, Alfonso Rueda, o las presidentas de Baleares, Marga Prohens, y de Extremadura, María Guardiola, que se estrenaba en la cita anual.

Todos ellos se pusieron en pie cuando Feijóo y Mariano Rajoy hicieron aparición al pie del castillo de Soutomaior durante un acto en la fortaleza que escondía un simbólico mensaje para los gallegos: “Hemos vuelto a nuestro castillo”, aunque el evento tuviera que celebrarse a toda prisa para que no se solapara con una boda. Junto a Feijóo y Rajoy, había centenares de simpatizantes, militantes y altos cargos del partido, entre ellos Elías Bendodo, Cuca Gamarra o Borja Sémper, para dar comienzo al curso político, como si en algún momento este hubiera terminado. La organización del evento seguía las pautas de los mítines de la campaña: música, frases para el aplauso y un atril rodeado de simpatizantes con las almenas de fondo del poder feudal. El trasfondo del mensaje era, sin embargo, bastante más lacónico que los de hace cinco semanas. Ya no se hablaba de mayorías absolutas sino de los “chantajes” a los que será sometido Pedro Sánchez para mantener la presidencia.

A pesar del alto nivel de los convocados, el tono era de duelo. Por primera vez, Feijóo admitió la posibilidad de que no salga adelante la votación de investidura y que seguirá siendo líder de la oposición a final de septiembre. “Estamos a cuatro votos de la investidura”, dijo, los mismos cuatro chantajes que tendrá que soportar Sánchez si quiere gobernar, añadió: “Una amnistía, un referéndum de independencia, un Gobierno formado por 24 partidos y la quiebra del principio de igualdad. Eso es lo que le separa de la investidura”, dijo de Sánchez.

Entre los que estaban en primera fila, el presidente andaluz, Juanma Moreno, era de los que más selfis regalaba y más abrazos recibía. A cuatro sillas de plástico de él, más desubicada, Guardiola volvía a la primera línea de las fotos después de los convulsos días de julio, cuando tuvo que pasar por Madrid a recibir instrucciones para desbloquear su llegada al poder en Extremadura. A veces escribía en el móvil, a veces hablaba con algún periodista y a veces sonreía al viento, transmitiendo una sensación incómoda en su regreso al Olimpo de Génova después de que muchos la señalaran como una de las responsables del resultado del 23 de julio.

A falta de anuncios de mayor enjundia para festejar, los populares se recrearon en celebrar la conquista del castillo de Soutomaior, un agravio que arrastraba como un dolor profundo desde que hace siete años la Diputación de Pontevedra, bajo el mando de los socialistas, los expulsara del castillo y prohibiera la utilización política del recinto. La fortaleza, un espectacular reciento de piedra del siglo XI, se había convertido en lugar de reunión anual al final de cada verano desde que Rajoy llegó al poder. La tradición llegó a su fin cuando hace siete años la socialista Carmela Silva ganó la Diputación y los populares fueron desterrados a un páramo de Ourense. Tras reconquistar el organismo provincial el 28-M, Luis López, nuevo presidente, anunció su intención de recuperar el castillo y quitarse la espina. El lugar, dijo Feijóo, mirando a Rajoy, es importante “porque aquí empezó todo”, añadió en referencia a su etapa como presidente. En el castillo ya no quedaban ni las placas que recordaban que la restauración del recinto se hizo cuando el PP mandaba en España y en la Xunta.

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Cuando Feijóo terminó de hablar, los dirigentes populares se fueron a comer juntos. En el aire quedaba una extraña sensación de derrota.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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